Cómo funciona por dentro la enorme planta en la que se recicla el 40% de los residuos de la Ciudad

Hoy se celebra el Día Internacional del Reciclaje

La Ciudad de Buenos Aires genera cada día 6.700 toneladas de residuos. Casi el 40%, unas 2.500 toneladas, se reciclan en un predio de seis hectáreas en Villa Soldati. Infobae participó de una recorrida por el centro, en lo que fue la primera vez que el gobierno porteño abrió sus puertas a los medios de comunicación.

En el centro de la reciclaje funcionan cinco plantas: una que recibe los residuos de todos los volquetes de la ciudad, otra para los restos de las podas, una tercera que trabaja con material orgánico de restaurantes, comedores y hospitales, una que le añade valor al plástico con el que se hacen la mayoría de las botellas y una última que opera una cooperativa y que recibe las bolsas que los vecinos dejan en las campanas verdes. Además, hay un centro educativo que el año pasado recibió 12 mil visitas de colegio primarios y secundarios.

"Invertimos en tecnología, pero también alentamos año tras año el trabajo que vienen haciendo los recuperadores urbanos quienes separan los materiales que vuelvan a la industria. El Centro de Reciclaje de la Ciudad es único en el país y estamos muy orgullosos de cómo funciona y los resultados que tiene", evaluó tras la visita el ministro de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad, Eduardo Macchiavelli.

Residuos orgánicos

La recorrida empezó en la planta de tratamiento de residuos orgánicos, que tiene una capacidad de procesar hasta 30 toneladas por día de restos de comida que generan unos 80 restaurantes, hospitales y hoteles de la Ciudad. Lo que se obtiene de allí se mezcla con restos de la poda de las calles porteñas y se hace enmienda orgánica para los parques.

El proceso se inicia con la separación en origen de la basura, a donde pasan a buscarla los camiones de la ciudad. Una vez en la planta, la materia orgánica (fruta, verdura, carne) ingresa a un reactor que se llama Hot Rot, donde se encuentra con unas cinco toneladas de la llamada "masa crítica", que es material que ya está totalmente activado con bacterias y que acelera el proceso de compostaje.

Entre 12 y 15 días después, el material finalmente es sacado del reactor y dejado en reposo unas tres semanas. Así, el proceso que debería demandar unos seis meses termina en apenas un mes y medio. El resultado no es compost, sino "enmienda orgánica", ya que el para hacer compost se necesita más tiempo y, por ende, más espacio de almacenamiento.

La materia orgánica, tras ser extraída de los reactoresEnmieda orgánica

Poda

Al lado de los reactores está la planta de tratamiento de residuos de poda y forestales, que recibe unas 18 mil toneladas al año de troncos y ramas que son podados de los árboles de la Ciudad. Todo el material pasa por una trituradora de la que se obtienen astillas, chips, virutas y fibras que pueden ser usados en distintos procesos, como la fabricación de pulpa de celulosa o de pallets.

Como se dijo, parte de ese material, los llamados "chips", se mezclan con el material que sale de los reactores de compostaje para crear la enmienda orgánica, que es una reacción de carbono y nitrógeno, que aportan -respectivamente- el material orgánico y la madera. La enmienda, finalmente, se ubica en la plazas, debajo de unos 10 centímetros de tierra negra.

Áridos

La vedette del centro es la planta de tratamiento de residuos áridos, que fue la primera que se creó por una sencilla cuestión: el predio era una antigua estación de transferencia del CEAMSE en la que había una montaña de escombros. Por eso, una vez que se instaló la planta se fue "comiendo" todo de lo que había hasta limpiar las seis hectáreas.

Cada día llegan al centro unos 700 camiones con unas 2.200 toneladas de los residuos de todos los volquetes de la Ciudad. El material ingresa a una línea en la que se separa piedra, madera, papel, cartón, plástico y films.

La piedra es triturada en cuatro tamaños: un polvo similar a la tosca para hacer pavimentación, ya que tiene muy buena compactación; granza, que se usa para hormigón pobre; cascote de relleno; y un material que es bruto, mucho más grande, que compran las cascoteras para triturarlo de acuerdo a la conveniencia de los clientes.

"La Ciudad armó la estructura y la concesionó. Con esto, desaparecieron los 'volquetazos' en la Ciudad y todos los escombros que iban a los rellenos sanitarios del Ceamse ahora son recuperados. Las obras, en tanto, pagan un canon de generación de residuos y contratan al volquetero, que no paga nada para ir a descargar", explicó el subsecretario de Higiene Urbana de la Ciudad, Renzo Morosi.

PET

La planta de tratamiento de botellas PET (tereftalato de polietileno) surgió de una necesidad. Los recolectores urbanos solían darle prioridad al papel y al cartón, que es lo que en principio tiene más valor en el mercado. "Nosotros buscábamos que también le dieran valor al PET, entonces hicimos una planta que le generó valor agregado, ya que convierte las botellas en escamas, que cuestan el doble y compiten con el cartón y el papel, porque el PET debe estar triturado para ser reutilizado. Lo que nos importa es que junten más material", precisó el director de Tratamiento y Nuevas Tecnologías de la Ciudad, Pablo Rodríguez.

En la planta trabajan 18 empleados, dos por cada una de las nueve cooperativas de recolectores que acercan a la planta los fardos de botellas. Una vez que llegan, se desarman y se limpian las botellas. Luego son clasificadas según el material con las que estén ellas, ya que muchas son de PET, pero otras, como las de shampoo, se hacen con polietileno de alta densidad. Después se separan por tipo y color, y se trituran.

De ese proceso se obtienen las escamas, que son sometidas a un proceso en el que se separa por flotación el PET del material con el que están hechas las tapas y etiquetas. Al final, las escamas de PET se limpian con soda caústica y quedan listas para la venta. Y a las cooperativas se les devuelve la misma cantidad de material que entregaron, pero con un valor agregado.  

Centro verde automatizado

El recorrido terminó en la última planta inaugurada, que entró en funcionamiento el año pasado. Es la versión mejorada de los 15 centros verdes que hay en la ciudad, ya que el proceso tiene tecnología MRF, que sólo existe en un centro de Brasil y que básicamente sirve para automatizar el proceso de separación de papel, cartón, vidrio, botellas PET, hierros y plásticos, entre otros materiales que son recogidas de las campanas verdes de basura reciclable a las que los vecinos llevan la basura ya separada.

El centro es operado por la cooperativa Alelí, que integran más de 200 personas. Unas 80 están en la planta y trabajan en dos turnos de 6 horas. Sus miembros cobran 15 mil pesos por mes.

Algunos objetos hallados en la basura (Fotos Guille Llamos)

"Antes estábamos en una esquina esperando con los bolsones para cargar y entregar, y ahí hacíamos la separación. Ahora estamos 100 por ciento mejor. Trabajar en la calle es feo por la lluvia, la falta de baños, la policía que molesta. Acá mejoramos el nivel de ingreso, y tenemos beneficios como una obra social o un comedor", explicó a Infobae el presidente de la cooperativa, Julio César Escobar.  

No obstante, se mostró "muy preocupado" por la ley que acaba de votar la legislatura porteña y que autoriza la incineración de basura. "Lo que más nos asusta es que no sabemos qué quieren hacer. No entendemos mucho del tema ni sabemos cómo van a hacer la incineración, pero lo más importante es que no sabemos qué es basura para ellos. Para nosotros es lo que no se puede recuperar", planteó.

Lo que falta

En medio de los temores que genera la incineración en un país con pésimos antecedentes de control en materia ambiental, todavía hay mucho por hacer. Al margen de que la planta deberá aumentar su volumen, queda mucho por mejorar donde se origina la basura. Y parte de la responsabilidad es del gobierno porteño, con políticas de higiene urbana que fueron mutando año a año al ritmo de un área que se cansó de modificar funcionarios y directivas. Hasta el día de hoy, muchos vecinos no saben para qué sirven las campanas o sencillamente no tienen la menor idea cómo separar sus desechos.

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