Cómo eran y qué pasaba en los centros clandestinos de detención de Corrientes

Cómo eran y qué pasaba en los centros clandestinos de detención de Corrientes

Cuatro historias de vida que reflejan detalles del padecimiento que sufrieron los detenidos en los centros clandestinos. Impunidad, vejámenes, indiferencia y  dolor son algunos de los términos más repetidos a lo largo de los testimonios.

El Proceso de Reorganización Nacional que tuvo lugar en la Argentina entre 1976 y 1983 se caracterizó por el terrorismo de Estado, la violación en ristra de los derechos humanos y la desaparición forzosa seguida de muerte de miles de personas, que sucedieron en los diferentes centros clandestinos del país.

De un total de 500 centros clandestinos que existieron en toda la Argentina y que funcionaron en las sedes policiales y unidades militares, nueve de ellos pertenecían a la ciudad de Corrientes.

Los centros que estuvieron activos durante la época militar en la Capital fueron nueve y se ubicaron en distintos puntos de la ciudad, como por ejemplo en el Regimiento de Infantería N° 9, la Delegación Policía Federal, el Regimiento Santa Catalina y la Unidad Penal de Mujeres Pelletier, entre otros lugares destinados a la violencia y la tortura.

El Litoral pudo reconstruir parte de la historia que transcurrió en estos lugares, dialogando con ex detenidos y familiares de desaparecidos como Miguel Angel “Cacho” Miño, Diego Cazorla de Artieda (sobrino de Rómulo Artieda) y Rosario “Charito” Ayala (hermana de Vicente “Cacho” Ayala).

Todos coinciden en la cantidad de lugares de detención, y señalaron que en algunos casos se realizaron arrestos domiciliarios con el mismo grado de impunidad que reinaba en estos puntos claves para los militares.

En primer lugar todos los testimonios sostuvieron que la causa principal de los arrestos era la militancia y los deseos de querer cambiar el modelo de país que querían instaurar.

“En esa época el miedo estaba latente, los jóvenes no sabían que por andar con cabello largo y sin documentos ponían en peligro su vida. Además la familia del detenido sufría la indiferencia de la sociedad y eso era lo que más dolía”, sostuvo “Charito”. Los efectos de esta reorganización nacional llegaron a la vida de estas familias de forma diferente. “Cuando la gente estaba siendo detenida gritaba su nombre fuerte para que alguien lo escuche y pueda avisar”, sentenció Ayala.

Arrestos

“Cacho” Miño: “Me secuestran el 16 de noviembre de 1976 junto a mi padre en mi casa del barrio Pujol, en un operativo violento donde nos golpearon y sin importarles que mi madre estaba recién operada a pesar de la advertencia de mi padre. Ella queda con arresto domiciliario por 4 meses, sin atención”.

Diego Artieda: “Ellos no eran sutiles, rodeaban la manzana y entraban a tu casa, así pasó en mi caso: se llevaron a mi madre para saber de Rómulo el 14 de mayo de 1977. Lo que buscaban era que los vecinos se enteraran de que entraron y que tuvieran miedo de no acercarse a nosotros, incluso hasta madres de mis amigos se cruzaban de vereda para no saludarme”. 

“Charito” Ayala: “Mi hermano ‘Cacho’ Ayala fue secuestrado el 16 de febrero de 1976 frente al Club San Martín y recién a los 3 días tuvimos la certeza de su secuestro”.

Vida en los centros de detención de Capital

Ex Regimiento Nº 9

“Cacho” Miño: “Estuve 10 días, de los cuales seis me mantuvieron colgado; sufrí una serie de picana eléctrica, pero los soldados cuando no estaba ‘la patota’ me bajaban para comer e ir al baño”.

Artieda: “Por testimonios de otras personas pudimos saber que trajeron a Rómulo y lo mantuvieron con vida sirviendo comida a los demás presos, hasta los primero días de julio. Y como estaban preparando el gran desfile del 9 de Julio tenían que limpiar, es decir, sin eufemismos, tenían que matar lo que había que matar”. 

“Charito” Ayala: “Acá  tenían a los presos en galpones, los separaban por frazadas colgadas tipo biombo y como todos permanecían todo el tiempo vendados, la mayoría tenía conjuntivitis u otro tipo de enfermedades en los ojos. No tenían visitas, continuamente les aplicaban las picanas eléctricas o sufrían lo que se conocía como submarino seco y submarino húmedo, entre otros métodos de tortura”.

Jefatura de Policía 

“Cacho” Miño: "Estuve 3 meses. Nos colocaron en una celda grande, éramos entre 20 o 30 compañeros; no había sanitarios y las condiciones eran totalmente insalubres”.

“Charito” Ayala: “Por testimonios de algunos sobrevivientes en el juicio pudimos conocer que los presos políticos estaban en un pabellón separados del resto y se encontraban en muy mal estado de salud. Algunos murieron y otros terminaron en Margarita Belén”.

Unidad Penal de Mujeres Pelletier 

“Charito” Ayala: “La cosa era más tranquila. A las mujeres le enseñaba a bordar, aunque igual los milicos iban a interrogarlas, pero no las torturaban”.

Escuadrón de Gendarmería Nacional

“Cacho” Miño: “A mi papá luego de tenerlo 4 meses en el Ex Regimiento Nº 9 lo dejan en libertad, luego lo apresan y lo llevan a este lugar y lo torturan con picana; tiene 2 paros cardiacos, pero sobrevive”. 

Diego Artieda: “A mi madre se la llevan detenida un mes a este lugar, porque querían que le proporcione datos de Rómulo; no la pudimos ver todo ese tiempo, pero ella refirió cuestiones personales muy duras”.

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