El autor de las violaciones ocurridas en la ciudad balnearia actuaba siempre igual. El paso a paso de cómo abordaba a sus víctimas y abusaba de ellas.
El agresor aguardaba en la vereda, no siempre escondido, pero sí muy cerca de los automóviles de quienes eran sus objetivos. Para sólo una vez que las mujeres estaban por ingresar a los vehículos, y cuando ya era demasiado tarde para pedir ayuda o alejarse, descubrir sus intenciones. Así ingresaba a fuerza de amenazas a los autos de las mujeres, un espacio reducido donde podía controlar la situación.
Una vez allí, en una constante que todas sus víctimas declararon, las drogaba. El hombre detenido esta semana, cabe destacar, tenía blister de pastillas de Clonazepam al ser capturado por efectivos policiales, misma droga que las atacadas dijeron que habían sido forzadas a consumir.
No utilizaba armas de fuego. El hombre, además de los estupefacientes, utilizaba un cuchillo para intimidar a sus presas, a las que llevaba hasta lugares sin gente, descampados, donde abusaba sexualmente de ellas.
Al menos en estos dos últimos hechos, un dato curioso es que siempre atacó a parejas de mujeres, y siempre una era obligada a mirar, mientras él violaba a la otra. Una vez consumado el hecho, y aprovechando el aislamiento, les sacaba celulares, no tanto para robarlas sino más bien para incomunicarlas, y huía en los autos, los que luego dejaba abandonados.
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