El último viernes, una mujer que unos días antes había sufrido el robo de una motocicleta, se llevó una tremenda sorpresa cuando al pasar frente a la Comisaría Primera, de Presidencia Roque Sáenz Peña, descubrió su moto estacionada en la vereda de esa dependencia.

 

Inmediatamente ingresó y denunció la situación ante los efectivos de la guardia, los que, azorados, procedieron a identificar el rodado y verificar el número de chasis y motor, para chequear si había alguna inhibición sobre el rodado, como se desprendía de las afirmaciones de la mujer que había radicado la denuncia del robo en la Comisaría Cuarta.

 

Efectivamente, la moto tenía pedido de secuestro, por lo que se iniciaron las actuaciones pertinentes. La propietaria del rodado se presentó en compañía de un abogado y logró recuperar la moto.

 

Pero la sorpresa mayor fue descubrir que el vehículo no estaba en poder de algunas de las personas que realizaba trámites en la comisaría en ese momento, sino de uno de los efectivos que en ese momento se encontraba prestando servicio. Anoticiado del caso, éste se apuró para desentenderse y acusar a un pariente, a quien, según dijo le había pedido prestada la moto porque la suya no funcionaba. Pero la explicaciones no alcanzaron y de todos modos fue detenido, al igual que el familiar que le habría facilitado el rodado robado.