En el NOA, más del 30 por ciento de los padres admite haberle pegado a su hijo

En el NOA, más del 30 por ciento de los padres admite haberle pegado a su hijo
Los que reconocieron haber dado “una paliza” en la región duplicaron el promedio del resto del país.

El 30,8 por ciento de los padres del NOA dijo que le pegó “un chirlo” a alguno de sus hijos y el 5,7 por ciento, incluso, admitió que le dio “una paliza”.

La cantidad de personas que reconoce haber llegado a un castigo físico severo es más elevada que en el resto del país según muestra una encuesta que indagó en las formas de crianza en Argentina.

Las cifras hacen palpable la violencia que siguen sufriendo muchos chicos y, para los especialistas, puede explicar las agresiones que reproducen en distintos ámbitos cuando llegan a ser mayores.

En Salta, Jujuy, Catamarca, Tucumán y Santiago del Estero, se toman más frecuentemente decisiones como “golpear con un objeto” o “zamarrear” a los niños de acuerdo con un sondeo de Unicef y la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia.

Para la investigación, les preguntaron a los adultos con al menos un hijo qué métodos habían aplicado en el último mes para corregir o educar a los chicos. En el NOA, los que admitieron haber caído en distintos grados de violencia física superaron el promedio del resto de Argentina (Ver cuadro). El 2,3 por ciento de los encuestados del país manifestó haber dado una “paliza”, pero el porcentaje se duplica en la región.

En esta parte de Argentina se detectó mayor número de padres que aceptaron los castigos físicos y verbales. Los que dijeron que “insultaron” a los niños porque se portaron de una manera que no creyeron adecuada llegaron al 17 por ciento.

Consecuencias

“Los chicos que crecen en ambientes violentos aprenden que es el único modo de resolver conflictos. Ante situaciones de alto estrés, pueden transferir la agresión a hermanos, pares e incluso a sus padres o a ellos mismos mediante conductas de autolesión y tentativas de suicido”, explicó a El Tribuno Silvia Aguirre, psicóloga del Poder Judicial que trabaja con casos de maltrato familiar en el departamento Orán.

En 2012 hubo un promedio de 300 causas de violencia hacia los niños cada mes en Salta Capital y municipios cercanos según indican estadísticas de la Asesoría General de Menores e Incapaces de la Provincia.

“La mejor educación es acompañar y persuadir. El castigo puede llevar a la desidia. La represión física no sirve. El niño violentado será violento. Uno repite las conductas y roles que aprende. Eso es típico”, señaló a este medio Susana Artaza, psicopedagoga.

Sobre unas 15.000 víctimas de violencia familiar que registró la Justicia el año pasado, el 16,1 por ciento tenía menos de 17 años en el distrito que comprende al centro de la provincia de Salta.

“Vivimos en una época en que ambos padres trabajan y a veces, en el poco tiempo que pasan con sus hijos, surgen reacciones impulsivas. Hay que negociar con los chicos y buscar momentos de encuentro, sobre todo en la adolescencia. No estoy de acuerdo con el hostigamiento porque el resultado es nulo”, sostuvo Artaza a este diario.

Violencia naturalizada

La aceptación del maltrato como una forma de educar en el NOA aparece como una de las caras de una sociedad que naturaliza la violencia. En la región, un 10 por ciento de las mujeres cree que está justificado que un hombre le pegue a su pareja ante situaciones como “quemar la comida”, “salir sin avisar” o “negarse a tener relaciones sexuales”.

En esta zona, la cantidad de habitantes que admite la agresión en estos casos duplica el promedio del país. Y en la provincia, las causas judiciales por heridas o amenazas en el hogar se vienen multiplicando cada año: ya treparon a 22.000 en 2012.

El castigo, según la edad

Algunas formas de castigo físico a la que son sometidos los chicos disminuyen a medida que se van haciendo más grandes de acuerdo a lo que muestra una encuesta que realizó Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) junto con la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia en distintos centros urbanos de todo el país.

Un “chirlo”

El 42 por ciento de los padres de niños de 2 a 5 años dijo que le había “dado un chirlo” en el mes previo a la realización de la investigación. Pero la cifra baja al 14,7 por ciento entre los que tienen hijos con edades que van de los 15 a los 17 años.

Los encuestados que dijeron haber “zamarreado” a sus hijos fueron el 26,5 por ciento entre los que tienen chicos pequeños y el 14,6 por ciento de aquellos que son padres de adolescentes.

La “paliza”

Sin embargo, la proporción de adultos que cayó en la forma más severa de violencia física, “una paliza”, se mantiene relativamente estable en las diferentes edades. El 1,9 por ciento llegó a esta situación con los niños de 2 a 5 años y el 2,1 por ciento con los de 15 a 17 años.

Todos estamos obligados a denunciar el maltrato infantil, por Silvia Aguirre. Psicóloga del Poder Judicial de Orán

¿Hay una forma de educar a los chicos sin recurrir al castigo?

Creo importante comprender el concepto castigo como un evento que busca eliminar una conducta. Puede ser físico, penal o psicológico. Desde esta óptica, buscamos que los niños y adolescentes no repitan conductas desafiantes o disociales.

Los padres que recurren al castigo, en su mayoría de índole físico, no vislumbran que esto debe ser reemplazado por “refuerzos” positivos. Un ejemplo es resaltar alguna buena acción de sus hijos. El refuerzo negativo es imponer algún tipo de restricción de acciones que a los chicos les agraden ante una situación negativa.

El 30 por ciento de los adultos dijo que le dio “un chirlo” a su hijo durante el mes previo a una encuesta en el NOA. Además, el 5,7 por ciento admitió que le pegó “una paliza”. ¿Qué interpretación puede hacer?

El castigo físico es la forma más frecuente de corregir las conductas de los hijos. El chirlo, como el tirón de orejas o de cabello son por inconductas leves. La paliza es más grave.

Cabe destacar que muchos adultos no aceptan que golpean a sus hijos y, muchas veces, esta información llega por otras vías como la escuela, abuelos y otros familiares. Por ello, el porcentaje es más bajo.

¿Qué se puede hacer cuando se detecta un caso de maltrato infantil?

Todas aquellas acciones que van en contra de un adecuado desarrollo físico, cognitivo y emocional del niño podrían considerarse como maltrato infantil. Ello supone la existencia de un maltrato físico, psicológico, desidia de los padres o abuso sexual. Esta clasificación se contempla en el ámbito clínico, de salud pública, de educación y en la Justicia. Este accionar se contempla en la Ley 7403, sobre protección de víctimas de violencia familiar y en la Ley Nacional 23.849, de protección integral de derechos de niños, niñas y adolescentes. Todos estamos obligados a denunciar si llega a nuestro conocimiento un caso de maltrato infantil. Para eso se puede recurrir a comisarías, asesorías de menores o bien ONG que se aboquen a problemáticas sobre la niñez. También al Servicio de Asistencia a la Víctima, la Secretaría de Derechos Humanos y los hospitales. En todas estas instituciones se puede encontrar asesoramiento pertinente y profesionales, que están obligados a denunciar por vía judicial.

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