El champán no es alta gama para el Gobierno

El champán no es alta gama para el Gobierno
Vuelve a eximirlo de impuestos internos, a diferencia del sector automotor
Cristina de Kirchner no participó de la Fiesta de la Vendimia el fin de semana pasado, pero se encargó de enviarles un renovado regalo a los mendocinos, otra prueba del ánimo conciliador (esta vez con bodegueros, no con la oposición) que intentó inaugurar en su mensaje ante la Asamblea Legislativa el 1 de marzo. Ayer, el Boletín Oficial publicó el Decreto 266/2014 por el que la Presidente renovó por un año más la exención a impuestos i nternos para el champán, de acuerdo con la denominación local.

La decisión de no gravar con Internos ese espumante no es nueva para los Kirchner. El champán estaba gravado con una tasa del 7% después de un debate que tuvo idas y vueltas en la historia y en el que intervino definitoriamente Domingo Cavallo.

La exención llegó de manos de Néstor Kirchner en 2005. El 31 de enero de ese año "se dejó sin efecto el gravamen previsto en el Capítulo VII del Título II de la citada ley, por el plazo de tres (3) años contados a partir del 2 de febrero de 2005", como decía la norma. Después de ese momento la exención continuó prorrogándose hasta ahora.

El justificativo para sacar al champán del alcance de uno de los impuestos más odiados estuvo en un acuerdo que se firmó con los bodegueros, en ese mismo enero de 2005, por el que se estableció un acta de compromiso para lanzar el Programa de Expansión del Sector Vitivinícola. Al menos las dos champañeras más importantes de la Argentina, ambas en suelo mendocino, festejaron esa exención que les eliminó un diferencial que podía sacarlas de competencia en materia de exportaciones.

En noviembre del año pasado el Ministerio de Agricultura dictó la resolución por la que da por cumplidas las obligaciones contraídas por las bodegas en el acta compromiso y abrió así el camino a la renovación de la exención.

Hasta allí la novedad aparece sólo en el cumplimiento una vez más de una costumbre que los Kirchner inauguraron. El problema es que esta vez impuestos internos está en el centro de una batalla por otro rubro que siempre lo pagó pero que sufrió una suba al 30 y al 50 % que rige desde el 1 de enero: el que pagan los autos conocidos como de alta gama, en realidad los que superan la valuación de fábrica (antes de impuestos) de $ 170.000 y $ 210.000.

Las diferencias son notables. Nadie puede negar que en la Argentina el sector vitivinícola vivió en los últimos 30 años un proceso de reconversión que ya es modelo de estudio. La modernización, apertura de bodegas, multiplicación de la calidad y las exportaciones y el nivel de inversiones superaron todas las expectativas.

Una descripción parecida podría hacerse con el sector automotor, por lo menos para la década Kirchner. Tienen las automotrices el récord de no haber sufrido la retórica oficial por la falta de inversiones que sí recayó en otros sectores. Quizás eso sucedió porque, además de ser puntal del crecimiento económico que el Gobierno publicitó cuando Cristina de Kirchner hablaba de las "tasas chinas", le pusieron a disposición a la Presidente todos los anuncios de nuevos modelos y desarrollos locales en el momento en que el "modelo" lo necesitaba.

La diferencia es que hoy el sector automotor negocia con el Gobierno cómo salir de la suba de internos que llevó a la parálisis la venta de los modelos más desarrollados, mientras que otros rubros de impuestos internos ya tienen su decreto.

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