A causa del vandalismo se gastan $ 35 millones al año

A causa del vandalismo se gastan $ 35 millones al año

Los tucumanos no cuidan su patrimonio. Eso se desprende del cuantioso gasto que el municipio capitalino debe afrontar para tener en buen estado las plazas, paseos y espacios públicos.

 

¿De quién es la ciudad en que vivimos? ¿De quién sus plazas, sus calles, sus árboles, sus edificios públicos, sus instituciones...? Haciendo una generalización gruesa -siempre injusta con casos particulares de excepción- se podría responder: ‘Es de todos y de nadie’. No, no es una contradicción: la ciudad en que vivimos ‘es de todos’ en cuanto a la utilización y el usufructo; pero parece ‘ser de nadie’ en cuanto al cuidado, higiene, preservación y mejoramiento. ¿Por qué se depreda esos bienes (hasta el extremo a veces de destruirlos), por qué se maltrata los árboles, se afea las construcciones y monumentos con pegatinas de propaganda o de reclamos, con pintarrajeadas que se mantienen por años hasta que el tiempo las va borrando y afeando cada vez más? Porque se los toma como de todos y a la vez de nadie ¿Cuándo nos convenceremos de que tales bienes son, sí, de todos, pero con la responsabilidad de respetarlos y cuidarlos que implica ,‘para todos’, tal privilegio?”

Lucía Piossek Prebisch

El lunes el parque 9 de Julio amaneció más tapado de basura que las horas posteriores al Día del Amigo: se quitaron unas 15 toneladas de desechos. Para los funcionarios municipales eso es un acto de vandalismo que todavía no tiene solución, por más que hagan campañas de concientización. Tampoco han podido frenar los daños que se hacen en la vía pública, donde a diario se roban o incendian (sí, les prenden fuego) cestos papeleros y contenedores; ni tampoco en otros espacios públicos, como las 200 plazas que tiene a su cargo la Municipalidad; y se sorprendieron cuando en menos de tres días de inaugurado rompieron el Monumento del Bicentenario, ubicado en la avenida Mate de Luna. Como reflexiona la filósofa Lucía Piossek Prebisch, ¿cuándo nos convenceremos que esos bienes públicos son de todos?

Al municipio “se le va” en reparar lo dañado o robado unos 30 o 35 millones al año, porcentaje que desembolsan de sus presupuestos áreas como Espacios Verdes, Higiene Urbana, Obras Públicas y Alumbrado Público, según revela Carlos Arnedo, secretario de Servicios Públicos municipal. Mientras contestaba las preguntas para esta nota, Arnedo contó que estaba tratando de borrar unos “insultos” que fueron grabados sobre la caminería de hormigón que hicieron hace pocos días en el parque V Centenario. “La realizamos más alta para que no cruzaran por allí los conductores de vehículos, que acortaban camino en vez de dar la vuelta; nos destruían las caminerías y arruinaban el césped. Ahora se enojaron -acotó- porque ya no pueden cruzarla y se tomaron el tiempo para escribir con piedras el insulto”.

El funcionario municipal resalta la vulnerabilidad de todos los espacios públicos y enumera los recientes actos vandálicos que tuvieron que solucionar: “el vandalismo está a la orden del día en todas partes; no hay sectores privilegiados. Por ejemplo, a mediados de junio compramos unos 500 contenedores de basura que fueron colocados por toda la ciudad: de ese total el 45% ha servido para reemplazar los contenedores que fueron robados o quemados (cada uno cuesta cerca de $ 15.000). Lo mismo pasó con los cestos (cuestan desde $ 7.000): reemplazamos este último mes entre un 40% o 50%. Y los juegos o pistas de salud corren con la misma suerte: para dar un ejemplo, pusimos el jueves y viernes unos juegos nuevos en el parque V Centenario y a las 72 horas de haberlos colocado ya estaban arrancados y listos para ser llevados a quién sabe dónde”.

Lucas Castaño, un vecino del barrio Congreso, se lamenta del estado deplorable de la plaza que está a metros de su casa y envió al Whatsapp de LA GACETA (381-5870289) fotografías que lo demuestran. “Lo que ponen lo destrozan. No dura nada. Pero tampoco lo reparan seguido: sólo en épocas de elecciones o cuando organizan actos políticos. Lo cierto es que hoy no puedo llevar a mis hijas a jugar allí porque hay vidrios por todas partes y algunos juegos rotos. Creo que la solución sería la vuelta de la figura del placero: en el pasado todos respetábamos”, se lamenta. Mensajes como el de Castaño se repiten en la sección Caminando la Ciudad y LA GACETA en Whatsapp.

Una información que cabe como reflexión, es que con esos $ 35 millones anuales que se pierden por el vandalismo se podría dejar como nuevas (con mobiliario, pista de salud y juegos incluidos) unas 4 o 5 plazas de la ciudad, advierten desde el municipio.

PUNTO DE VISTA

Vociferar lo que no se escucha

GABRIELA ABAD - PSICOANALÍSTA

Hay algo que como sociedad tenemos que asumir y es nuestra incapacidad para respetar y cuidar los espacios públicos. Sobre este horizonte de cierta desaprensión conjunta respecto de nuestra vía pública, salen a la luz muchas dificultades en la convivencia y el respeto por el otro; es desde aquí desde donde planteo que hay que tener cuidado al momento de calificar y pensar qué sucede cuando algunos sujetos producen ataques directos y deliberados sobre cualquier bien de nuestra ciudad. Por momentos uno se permite pensar que una de las marcas de la época es la violencia simbólica y real que nos envuelve a todos. Las leyes que nos rigen responden más a las leyes del mercado que a las leyes sociales y de convivencia. Uno se pregunta qué queda de ese ciudadano con derechos y obligaciones, aquel que responde a los pactos sociales y que al mismo tiempo se ampara en esos mismos pactos. Asistimos a un tiempo en el que muchos sujetos están muy por fuera de todos esos amparos. Romper el espacio público se manifiesta como una precaria manera de vociferar lo que de otras formas no se escucha. Esta reflexión no pretende quitar la responsabilidad a los autores por los desmanes, pero sí compromete a todos, como sociedad, a pensar en nuestra complicidad con lo que nos sucede.

Las bordeadoras y la falta de riego, los enemigos del arbolado

A pocas personas parece importarles el arbolado urbano, que da sombra y alivia a todos durante el verano y que colorea la primavera con flores. Eso se puede deducir luego de escuchar las reflexiones de Guillermo Olivera, presidente de la Sociedad Amigos del Árbol, que enumera una serie de anécdotas, como que el año pasado plantaron cinco naranjos agrios en la calle Rondeau (al 200 y 300) y que ahora sólo quedan tres de ellos. Esto se repite en todos los lugares donde realizaron esa acción reforestadora con niños de escuelas de la ciudad.

“Los chicos pasan por esos lugares y no entienden por qué ya no están los árboles que plantaron hace algunos meses. Es triste. También tenemos un grave problema en el cuidado post plantación: la tanza de las bordeadoras de Espacios Verdes Municipal les lastiman las cortezas a los árboles cuando cortan el césped. Por otra parte, más que sufrir robos, se rompen los árboles, les quiebran sus extremidades. Por ello tenemos que plantar ejemplares de más de 60 a 70 centímetros, sino fácilmente se rompen y mueren”, describe Olivera. A esto último, agrega que se le debe sumar la falta de cuidado del vecino: “ellos también deben poner de su parte, que es regar el árbol que se plantó en su vereda sobre todo en la época seca, que es de agosto a septiembre”.

La Sociedad Amigos del Árbol, que este año cumple 60, tiene como misión conservar los bosques y los árboles fuera de los bosques, protegiendo los existentes y reponiendo los faltantes. Desde 2001 cumplen con la ordenanza municipal (N° 3.180) de elección del Árbol Notable del año. El acto se realiza el último viernes de septiembre de cada año, y actualmente tienen tres postulantes. También festejan del Día del Árbol (según la ley N° 7.100), que es el 29 de agosto. Tanto la ley como la ordenanza fueron proyectos realizados por la Sociedad Amigos del Árbol. 

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