Cartas y coqueteos entre Alberto Fernández y el papa Francisco antes del envío de la ley del aborto

Cartas y coqueteos entre Alberto Fernández y el papa Francisco antes del envío de la ley del aborto

El Presidente le escribió y el Sumo Pontífice le contestó por mail. La privacidad de las charlas, la grieta y las diferencias.

 

El Papa perdona y calla, a veces, pero hay algo que le disgusta especialmente: que los dirigentes argentinos pretendan hacer política abrazados a su sotana. Lo hicieron muchas veces durante sus primeros años de papado, cuando estaba de moda que los políticos, mucho más si eran o querían ser candidatos, pidieran audiencia en Santa Marta, pero luego parecían más preocupados por enviar desde allí sus fotos a Buenos Aires que por enfocarse en los menesteres espirituales. Francisco se los haría saber sin descuidar la diplomacia que requiere su cargo. Ya no parece tan simple visitar en privado al Sumo Pontífice. Se han construido mitos sobre quiénes hablan con él y sobre quiénes son sus verdaderos interlocutores y nexos con la Argentina. El 13 de marzo, Francisco cumplirá siete años como jefe de la Iglesia Católica, un impresionante universo de 1.300 millones de fieles.

Su estadía en el Vaticano ya contó con tres presidentes en la Casa Rosada. El humo blanco sorprendió a Cristina Kirchner en una etapa crítica de su administración. La ex presidenta prefirió ignorar su nombre en el primer discurso pos designación (ese mismo día. en un acto en Tecnópolis, solo dijo “va a haber un Papa que pertenece a Latinoamérica") y los medios afines al kirchnerismo lo acusaron de ser cómplice de la dictadura. Ni más ni menos.

La reacción política y de la militancia cristinista en las redes sociales duró apenas 24 horas. Cristina pareció entender mejor que nadie el pecado que podía significar hacer política en contra del Papa y logró, tras una extraordinaria pirueta pocas veces vista, entablar una abierta y cálida relación con él. Francisco -también es cierto-, no fue con ella el Francisco de los gestos adustos. Posibilitó que se vieran siete veces, algunas a solas en el Vaticano y otras en encuentros que simulaban ser casuales en países de la región.

 

Con Mauricio Macri, en cambio, el Papa tuvo una manifiesta hostilidad y la relación se truncó definitivamente cuando el ex presidente habilitó el tratamiento de la ley del aborto en el Congreso. Los roces con Macri venían de lejos y los motivos nunca quedaron especificados. Con el matrimonio Kirchner, con el que también había una historia de desencuentros fuertes, la controversia se esfumó apenas llegó al Vaticano. Néstor Kirchner ya no vivía.

Ahora es el turno de Alberto Fernández. El nuevo presidente, dicen, busca una relación adulta e intimista. Se vieron en agosto de 2018, cuando el ex jefe de Gabinete ni soñaba con postularse a la presidencia. Si de él dependiera, ejercería la misma relación que mantiene con hombres y mujeres que acumulan un peso rutilante en la vida pública: de persona a persona, sin intermediarios. Pero los canales institucionales existen. A través de la Nunciatura, días atrás le hizo llegar en reserva una carta que firmó de puño y letra, según confirmaron a Clarín en el entorno presidencial.

“Elevamos una oración por la continuidad de su misión y le pedimos su bendición para el pueblo argentino”, decía un tramo del texto. Fernández aprovechó para saludarlo por dos acontecimientos. Su cumpleaños número 83, que se celebró el 17 de este mes, y por el aniversario cincuenta desde que fue ordenado sacerdote.

Francisco sorprendió a Fernández antes de lo que el mandatario imaginaba. La respuesta fue veloz y por afuera del protocolo. Por mail, directo a la casilla del primer mandatario. No era la primera vez que le escribía. Hubo contactos antes y después del triunfo electoral. El Gobierno no compartió en ninguna oportunidad el contenido de las charlas. Ni siquiera difundió que hubo charlas.

“No sé, no estoy al tanto”, “si lo supiera no te lo podría decir", "es algo que maneja Alberto en persona”, y otra respuestas similares brindaron sus funcionarios a este diario en los últimos días.

Los obispos que participaron de la reunión con el Presidente, hace diez días, sí confirmaron la versión y algún funcionario albertista deslizó que la respuesta de Francisco fue muy buena. No sería extraño que en el corto plazo se produjera un llamado telefónico del Papa al Presidente o al revés. Hay gente que trabaja con discreción para que eso ocurra. Y también existen los que no trabajan para eso pero dicen que trabajan. Gajes del oficio.

Alberto Fernández podría impulsar el proyecto de legalización del aborto en marzo.

Muchos, ajenos o no a los movimientos, conjeturan que un llamado ayudaría a enfriar los efectos de la grieta que se abaten sobre el país. Sería el preludio de una apuesta más ambiciosa y con final incierto: una reunión a solas en el Vaticano. 

Buenas intenciones hay, pero también hay realidades. Es muy posible que sea marzo el mes elegido por Alberto Fernández para dar una pelea que podría eclipsar la agenda política por varias semanas. La legalización del aborto llegaría al Congreso y, ahora sí, por primera vez, el proyecto tendría los avales necesarios para convertirse en ley. La discusión anticipa un duro enfrentamiento con los sectores eclesiásticos, en especial con la Iglesia Católica. El jefe de Estado ignoró el tema en su primer discurso ante la Asamblea Legislativa, el día de la jura. Luego, pasado el debut ante diputados y senadores, dejó trascender puertas para adentro que ya hay conversaciones para impulsar el proyecto pronto. En el bloque oficialista administran la fecha y la letra fina con excesiva precaución.

El primer cortocircuito con la Iglesia sucedió apenas Macri traspasó el poder. El ministro de Salud, Ginés González García actualizó el protocolo para los abortos no punibles con el objetivo de que se garantice el cumplimiento de la ley para las mujeres que hayan sido violadas o que tengan riesgos de salud. Fernández recibió luego en su despacho a la cúpula del Episcopado para intentar bajar la tensión. Aunque no se privó de remarcar su posición.

“Ustedes tienen todo el derecho del mundo a sacar el documento que quieran con la posición histórica de la Iglesia, pero yo tengo que gobernar para todos. Tenemos que ocuparnos de la pérdida de vida de las mujeres”, dijo frente a los obispos. Un concepto similar empleó, el viernes, en la reunión con las máximas autoridades de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas.

El presidente Alberto Fernández le mandó una carta al Papa y recibió una pronta respuesta. Foto Guillermo Rodriguez Adami

El Presidente y la Iglesia apuntarán a no agigantar las diferencias. "Lo más urgente es el hambre", coinciden. Los obispos están inmiscuidos en el acuerdo que impulsa la Casa Rosada para que haya comida en todos los hogares. Los prelados hacen su aporte: que se sepa, no han dicho una sola palabra del ajuste en los haberes de los jubilados. 

El sector más político del Gobierno admite que los coqueteos con la Iglesia y el Papa están facilitados por el momento de extrema sensibilidad social. Y en circunstancias en las que el Gobierno se apresta a negociar con el FMI para que se posterguen los vencimientos de deuda e intereses por dos años. En eso trabaja el Presidente desde que arribó al poder. Desde su despacho y en los de su entorno también miran a Roma.

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