El carnaval en las calles de Tilcara

El carnaval en las calles de Tilcara

Sobre el fin de la celebración y el comienzo de las reflexiones, comienza a vivirse un debate necesario.

TILCARA (Corresponsal). Es la noche del lunes de carnaval, aunque usted lo esté leyendo el Miércoles de Cenizas. Ya mermó la cantidad de gente aunque la haya y siga la fiesta y los parlantes del baúl de un automóvil puedan competir con los de una comparsa. En una de las esquinas entalcadas de la madrugada se colaba el debate político que acosa a todo el país, y justamente en compañía de uno de los mejores copleros del pueblo, de quien uno quisiera que tuviera más lugar para su caja y sus coplas sin por ello desmerecer sus opiniones.

A esta altura de la fiesta hay cosas que se saben, como que el cantante que anima el baile toda la noche le manda mensajitos a su novia desde el escenario y que el badén para ingresar a Tilcara en automóvil no iba a funcionar porque en medio había un río, que la basura se amontona dos días después de que pasó la invitación por el barrio y que los diablitos son en realidad personas disfrazadas.

Otra cosa que se sabe es que hay cosas que estuvieron bien hechas, como restringir el ingreso de vehículos al casco céntrico e incluso al pueblo en determinadas horas pico de determinados días pico, cosa que ayudó aunque no termina de alcanzar para que el carnaval retome su cauce.

Acaso una buena medida sea la de sugerir a las grandes peñas que vengan a Tilcara pero no en los momentos que son de expresión popular, como pueden ser el carnaval o las Pascuas, y tal vez legislar sobre el derecho a estacionar vehículos que en la vía pública tengan equipos con altísimos volúmenes de música cuando los protagonistas de este fenómeno cultural son las comparsas.

Sin embargo, no fueron pocos los turistas que se sumaron a la alegría propuesta por los diablitos aunque no nos hayamos tomado el trabajo de explicarlo como es debido dentro del marco de la promoción de nuestros carnavales, que son uno más dentro de los del país pero son únicos en cuanto a sus modos tradicionales.

El año pasado, a esta misma altura del carnaval, la antropóloga Rita Segato decía en un reportaje que le hicimos que "el turismo no está instruido, no está contenido. Los turistas tienen que venir para ver y participar, no para imponer sus propios modos de jugar. El mensaje, que no está siendo pasado, es que la gente de acá tiene algo para enseñarles, y en cambio el mensaje que se le da es: vengan y consuman".

En vez de aprender los modos de los anfitriones, se impusieron otros como el de jugar con pintura en las calles, sin embargo los lugares más concurridos, descontando el amontonamiento de la plaza central, fueron los bailes gratuitos que en sus locales o junto a sus mojones organizaban las comparsas después de las invitaciones.

Sixto Vázquez Zuleta, que además de fino poeta y cuentista es alguien digno de ser escuchado a la hora de pensar la Quebrada, me escribió diciendo que "una cosa es la opinión del visitante y otra la del lugareño. El primero está contento, por lo general, con el espectáculo, la diversión, la bebida y el jolgorio gratis, así que soporta los apretujamientos".

Agregaba que "los habitantes se ven invadidos por los que sólo desean la orgía, los comerciantes de afuera que sólo buscan hacer dinero. Todo esto con sus consecuencias, que ya vemos. No sería nada en otro lugar, pero esto es un Patrimonio de la Humanidad. Supongo que los Tekis, cuya música me gusta, cobran para entrar a verlos y escucharlos, y con ese dinero pagan sueldos a sus músicos, a los de seguridad y limpieza". Entonces el Toqo Vázquez Zuleta pregunta: "¿por qué entonces la autoridad que corresponda no pone una casilla en Volcán y cobra la entrada al Patrimonio? Queda abierto el debate". La idea, como toda idea y viniendo de quien viene, es para tener en cuenta, pero para ser conjugada con estas reflexiones de Rita Segato: "hay circunstancias en la vida que es necesario cuidarlas, cultivarlas, y que son de gratuidad".

Decía Segato en ese reportaje que "tienen necesariamente que ser de gratuidad porque si no se pierde su camino histórico. Yo no digo que el carnaval de hoy tenga que ser igual al de hace veinte años, pero tiene que haber una parte del carnaval donde toda la comunidad colabora en su construcción y no pase por la compra venta. Para algunos se trata de ver por donde se captura la fiesta en una mercancía, en una posibilidad de lucro".

Cuando ustedes lean esta nota ya será miércoles pero para mí, que la escribo, aún resta el Martes de Chaya y nos queda por disfrutar el Carnaval Chico el próximo fin de semana, cuando los diablitos vistan la sarta de ofrendas a la Pachamama y, ya en la noche del domingo 21, el diablito sea enterrado en el corazón de los mojones.

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