Candidatos fallidos: el costo de las campañas que quedaron truncas

Candidatos fallidos: el costo de las campañas que quedaron truncas

Por falta de apoyos o disputas internas, muchos postulantes no llegaron ni siquiera al cierre de listas; sin embargo, gastaron altas sumas para lograr su instalación pública; el negocio y la especulación política

Muchos candidatos ya sabían, incluso antes de comenzar sus campañas, que no llegarían al cuarto oscuro. Algunos apuntaron alto para acomodarse varios escalones más abajo. Otros aceptaron el baño de humildad que pidió Cristina Kirchner a la espera de una recompensa. Todos se lanzaron con un único objetivo: instalarse, un sinónimo político de hacerse conocido ante el electorado. Gastaron decenas de millones, pero quedaron fuera de carrera, incluso antes del cierre de listas.

Ahí están los candidatos fallidos, sonrientes, en las principales avenidas de la ciudad. Un desprevenido podría pensar que Sergio Urribarri, Agustín Rossi y Jorge Taiana todavía pelean por un lugar en la Casa Rosada o que Diego Bossio y Darío Giustozzi compiten en la provincia de Buenos Aires. Esas gigantografías son un síntoma de masivas campañas anticipadas para posicionar a políticos no tan conocidos para la mayoría de la sociedad. Encuesta en mano, los dirigentes recitan una frecuente ecuación en tiempos electorales: más conocimiento, más posibilidades de conseguir votos, mejor posición para negociar espacios de poder.

No importa si sólo una de las gigantografías cuesta $ 150.000 mensuales. Instalar un candidato presidencial y llevarlo hasta el cuarto oscuro implica un gasto de entre 500 y 1000 millones de pesos, informó el año pasado este diario. La publicidad en vía pública es sólo uno de esos desembolsos que incluyen, entre otras cosas, viajes en aviones privados, contratación de encuestas, alquileres de locales partidarios y pago a fiscales.

Candidatos, operadores, jefes de campaña y apoderados admitieron a LA NACION que la campaña de instalación con carteles en la vía pública la pueden pagar "amigos" de los candidatos, aunque también suelen utilizarse como atajos a fundaciones o sindicatos. La operación es legal siempre que los postulantes no pidan explícitamente el voto.

"Cada punto de conocimiento en una encuesta es importante porque les permite negociar lugares en las listas o un futuro cargo en el Ejecutivo. Saben que difícilmente lleguen a las elecciones, pero se lanzan para quedar mejor posicionados. Si tienen una competencia peleada, conseguir el apoyo de un candidato que tenga el 5% puede ser clave para ganar", sostiene Mariel Fornoni, directora de la consultora Management & Fit.

Los candidatos más ambiciosos tienen un caso que siempre usan como ejemplo: aquel desconocido Néstor Kirchner que llegó desde Santa Cruz en 2003 y unos meses después se sentó en el sillón de Rivadavia. "Los carteles son imprescindibles", repite Fernando Braga Menéndez como si fuera un mandamiento. "Si un político quiere ser conocido, tiene que hacer propaganda en la vía pública. Cuando te ven en la calle, primero te llaman de una radio y después te invitan a la televisión. Así, la gente se entera de que sos candidato", explica el publicista que ideó el desembarco nacional de Kirchner. Y enseguida aclara: "Lo de Néstor se hizo con muy poca plata, nada que ver con esto".

Sergio Urribarri intentó repetir la jugada de Kirchner. Sin reelección posible en Entre Ríos, el gobernador se lanzó en 2014. Empapeló Buenos Aires para revertir su escaso conocimiento entre porteños y bonaerenses. "Néstor tenía el 1,5% de intención de voto a estas alturas de 2003. No estoy fuera de tiempo. Falta mucho", respondió cuando le refrescaron el bajo nivel de conocimiento que marcaban las encuestas. Cinco días después, declinó su candidatura. Sus gigantografías, sin embargo, todavía pueden verse -por ejemplo- sobre avenida Libertador, donde un cartel cuesta $ 70.000 por mes. "Pautan la instalación por varios meses para hacerse conocidos. No importa si se bajan, las empresas de vía pública no lo cambian hasta que consiguen un nuevo cliente. A los candidatos les viene bárbaro", relata un dirigente que participó en las últimas cuatro campañas.

Ante la consulta de LA NACION, Urribarri no respondió cómo financió su instalación nacional. Los números del Partido Justicialista (PJ) de Entre Ríos, que maneja el gobernador, pueden incluir una pista sobre los costos de su campaña: con $ 8 millones, el sello provincial gastó en 2014 el doble que todo el PJ nacional. El balance presentado ante la Justicia detalla gastos por $ 3 millones en propaganda y $ 700.000 en "actos y movilizaciones", entre otras actividades. La campaña anticipada dejó otra huella: una deuda por $ 100.000 con una reconocida empresa que alquila vía pública en la Capital.

"El conocimiento es un sembrado. Si yo fuera joven como Urribarri o Rossi, dejaría esos carteles ahí hasta 2019", insiste Braga Menéndez. Pero aclara: "Ojo, porque primero necesitás que te conozcan, pero después tenés que ganarte el lugar de candidato y convencer a la gente para que te vote".

Martín Insaurralde era el mejor precandidato bonaerense del Frente para la Victoria en las encuestas, asegura Fornoni. "Hace dos años, casi no tenía conocimiento. Hoy, si no hubiese cometido algunos errores políticos, tendría muchas posibilidades de ser gobernador. ¿Qué pasó? El kirchnerismo lo posicionó en 2013, aunque sabían que iban a perder con Massa. Lo instalaron y ahora tiene un conocimiento altísimo", explica la analista. El oficialismo invirtió casi $ 10 millones en carteles en la vía pública sólo durante el último mes de los comicios de 2013, según una auditoría de la Cámara Electoral. Pero a Insaurralde no le alcanzó con las encuestas. Después de los coqueteos con el Frente Renovador, el oficialismo le bajó el pulgar para competir por la provincia en 2015. Irá por la reelección en Lomas de Zamora.

Ser gobernador de Buenos Aires fue la ambición de muchos otros candidatos fallidos. Sin ley que regule las campañas electorales en el distrito, la instalación de un candidato en la provincia más importante del país puede ser más costosa que algunas aventuras presidenciales. "Hay un viejo refrán que dice: cada campaña en el conurbano hace un nuevo millonario. En la provincia, no hay ningún tipo de control y en los municipios tampoco. Es probable que más de una campaña de un concejal mueva millones", confiesa un importante recaudador electoral. Sólo para gobernador, el Frente para la Victoria tuvo siete precandidatos; el Frente Renovador, otros cinco. Las autopistas urbanas fueron un campo de batalla de esas multitudinarias internas.

La ONG Construimos! podría pasar inadvertida, pero su logo aparece en las 20 gigantografías que desplegó Diego Bossio. El titular de la Anses anunció a mediados del año pasado, 14 meses antes de los comicios, su sueño bonaerense y lanzó una campaña de instalación masiva. ¿El objetivo? Otra vez, crecer en las encuestas. Pero tampoco le alcanzó. Aceptó el "baño de humildad" que pidió Cristina Kirchner y ahora negocia su nuevo rol desde 2016.

"El objetivo de los carteles fue darle difusión a Construimos!", justifican cerca de Bossio, pero sólo la sonrisa del candidato ocupa más espacio en los carteles que el nombre de la ONG. ¿Quién pagó la instalación? Detrás de Construimos! está la Asociación Civil para el Desarrollo con Nuevas Herramientas de Gestión Política y Social que -afirman- "financia todas las actividades con aportes voluntarios de personas físicas".

"¿De dónde sacan tanto dinero para hacer campaña sin tener la certeza de que van a ser candidatos? Por más que pongan una fundación o una asociación de por medio, los candidatos tienen que rendir cuentas sobre su financiamiento", exige Pablo Secchi, director ejecutivo de Poder Ciudadano. Y destaca que la falta de legislación electoral en la provincia de Buenos Aires es un "vacío" para el financiamiento de los partidos políticos que afecta la transparencia electoral en todo el país.

Como uno de los fundadores del Frente Renovador, Darío Giustozzi lanzó en 2014 su campaña bonaerense. Fijó durante largos meses unas 15 gigantografías repartidas entre General Paz, Panamericana y los corredores más transitados del sur del conurbano, detallaron desde su equipo. Sumó decenas de recorridas por la provincia y auspicios en televisión, entre otros recursos proselitistas.

Acechado por las encuestas que medían la interna del Frente Renovador, Giustozzi anunció en mayo su salida del espacio y el consecuente fracaso de su candidatura. "Yo quiero lo mismo que vos. Gobernar Buenos Aires", dicen los carteles, que siguen colgados en la General Paz. Debajo, otro sello que quedó desactualizado: "+A15", el logo presidencial de Sergio Massa, su ex líder político.

"Ya le pedimos a la empresa que, por favor, baje los carteles porque nos perjudica. Pero hasta que no consigan un nuevo cliente no van a cambiar la lona", afirman cerca del ex intendente. "Pautamos una campaña que renovábamos cada tres meses. Se venció en mayo, pero todavía siguen ahí", repite, resignado, un vocero del diputado. Aunque no informaron cuánto gastó Giustozzi en su promoción, desde Almirante Brown dijeron que ese dinero fue desembolsado por un partido político. A pedido de LA NACION, tres empresas del sector cotizaron una gigantografía en Panamericana en $ 150.000 mensuales (impuestos incluidos) y otros $ 90.000 por un espacio similar en la General Paz.

"Si yo fuera Giustozzi, estaría preocupado porque hay responsabilidades compartidas en la instalación de carteles por la campaña anticipada", advierte Gustavo Brizuela, presidente de la Cámara de Publicidad en Vía Pública. La Cámara Electoral intimó en marzo a estas empresas al interpretar que pueden ser "sujetos de acciones judiciales con perjuicios económicos y penales" por prestar servicios para fines electorales fuera del término de la ley. En la misma línea, el tribunal emitió en abril una sentencia en la que ordenó explicar a los candidatos, de manera extraordinaria, los gastos de la campaña anticipada.

Las gigantografías de Jorge Taiana, Juan Patricio Mussi y otros candidatos fallidos todavía permanecen en las autopistas con las mismas luces que supieron gozar los dirigentes en tiempos de vigencia electoral. Estos dirigentes no respondieron las consultas de LA NACION.

"Las lonas de los candidatos siguen colgadas porque para las empresas es más barato reemplazarlas cuando tienen un nuevo cliente", reconoce Brizuela. Cuando el Estado reguló en 2009 la propaganda electoral en los medios audiovisuales, el arma de proselitismo más deseada, la cartelería en la vía pública recobró protagonismo. Los políticos se convirtieron entonces en grandes clientes. Aunque todavía no hay números oficiales de las elecciones 2015 -cuando explotó el fenómeno de la campaña anticipada- en los comicios legislativos de 2013, la Cámara Electoral auditó 30.000 carteles sólo en el último mes de campaña.

Comentá la nota