El campo produce uno de cada tres empleos en la Argentina

El campo produce uno de cada tres empleos en la Argentina
La cadena agroindustrial es una de las mayores creadoras de puestos de trabajo; historias de quienes muestran sus habilidades, hasta este martes, en La Rural
El 36% de los trabajadores pertenece a la cadena agroindustrial. Según un informe elaborado por el economista Juan José Llach, por cada uno de los 1.158.600 puestos de trabajo directos en la etapa primaria se logran 3,83 puestos en otras etapas y sectores de la cadena, que llegan a un total de 4.433.700.

"No es sostenible justificar las políticas discriminatorias hacia las agroindustrias sobre la base de su insuficiencia en la generación de empleos", concluye el informe.

Por otro lado, un estudio del Instituto de Estudios Económicos sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral) muestra que, con las políticas adecuadas, el empleo en la Argentina tiene una posibilidad enorme de crecer. Por ejemplo, en la industria bovina, una de las que más puestos de trabajo genera, actualmente trabajan 206.000 personas, y en 2020 podrían llegar a 250.000. La cadena de trigo da trabajo a 146.000 personas, que podrían sumar 70.000 más para 2020, y la láctea, que ocupa a 80.000 personas, podría llegar a las 120.000 al final de la década.

Ezequiel de Freijo, analista económico de la Sociedad Rural Argentina (SRA), dice que hay que resolver tres problemas para que la Argentina aproveche su potencial y que se creen puestos de trabajo en este sector. "Por un lado, detener el deterioro de la macroeconomía, el alto gasto público, las distorsiones en la competitividad, el feroz aumento de impuestos. Por otro hay que actuar sobre la inflación y el aumento de los costos de producción. Tenemos problemas para colocar nuestros productos en mercados externos. Y por último hay problemas de regulaciones, de previsibilidad."

Según Ernesto Ambrosetti, economista jefe de la entidad, el crecimiento del empleo depende de un proceso que requiere la mirada a largo plazo, ya que cada vez menos jóvenes quieren trabajar en el campo. "Hay actividades, como la ganadera, que incentivan el arraigo de la población. Sin embargo hay una clara falta de infraestructura que motive a la nueva fuerza laboral a elegir esta actividad, y así se va perdiendo la transmisión de conocimientos." Campos sin luz (quizá con un motor), sin gas natural, sin buenas comunicaciones ni conexión a Internet y con accesos muy malos, con caminos de tierra que se ponen imposibles apenas llueve, son cuestiones que no pueden fallar en este siglo, y que sin embargo parecen estar a años luz de resolverse. La Argentina tiene mas de 400.000 kilómetros de caminos de tierra, equivalente al 80% de su red vial.

"No hay planes de infraestructura -dice de Freijo-. No estamos preparados para una producción mayor a los 100 millones de toneladas de granos en materia de caminos, logística ni puertos. El campo tiene futuro si se hacen estas inversiones." Ambrosetti afirma que en el campo, la rotación de personal es muy alta "porque la globalización es menos accesible y también porque los planes sociales restan voluntad de trabajo. Una familia consigue dos o tres planes y prefiere hacer changas en el pueblo. Además no quieren estar en blanco porque los planes se caen. Es complejo".

HISTORIAS DEL CAMPO

Trabajar a cielo abierto requiere pasión y también sacrificio. El cuidado de animales, o las cosechas y siembras, no se detiene si hace frío o calor, si llueve, si hay aluvión de mosquitos o invasión de ratas. Hay que poner el cuerpo todos los días.

Además, se agrega el tratamiento intensivo que reciben los animales para llegar a punto a la Exposición de Ganadería, Agricultura e Industria, más conocida como La Rural, una tradición que lleva 127 años.

Es el caso de Jorge Moya (26) y José Borque (27), ambos de Catamarca, cuidadores de la Gran Campeona Braford de este año, de la Cabaña Santo Domingo. Ambos empezaron a trabajar cuando tenían 18. Su día empieza a las 8, que es cuando le dan ración a los animales que serán presentados en la muestra. Alrededor de las 11 los bañan con manguera y detergente de limón. Los rasquetean mientras se secan y los llevan a caminar. Les van enseñando cómo pararse frente a los jueces, con las manos en línea, pero abiertas. Unos días antes les dan agua con algo de lavandina para que se acostumbren al agua de Capital y les ponen la radio para que se hagan una de idea de lo que es vivir con ruido.

"El cabañero no tiene horario. Este trabajo tiene que gustarte sí o sí", dice José, que coincide en esto con todos los entrevistados: aman lo que hacen. "Cuesta cuando se venden los animales", dice, y agrega además que "con la cosa de los planes ya no quiere laburar nadie".

Quizá sin saberlo, Hugo Quiroz (44), de Santa Fe, quien trabaja como encargado en Capitán Sarmiento con la raza Holando Argentino en la cabaña Centennial, habla de una de las cuestiones clave del management actual: "Es muy difícil que la gente joven trabaje en el campo. Por eso, la gente tiene que estar bien. Hay que estar al tanto de lo que necesita y si necesita el día, le das el día". La Generación Y también está presente en esta actividad, que al igual que en las empresas tiene alta rotación y requiere de políticas de retención.

Precisamente el tambo es una de las labores más duras. Hay que ordeñar dos veces al día, sí o sí, y turnarse con los feriados y los fines de semana. El día empieza a las 5. Para la muestra, todo comienza con la selección del animal, su inseminación, la elección del ternero y el cuidado especial que reciben para llegar al más alto nivel de excelencia.

Uno de los trabajos más atípicos es el del uruguayo José Benítez (22), el peluquero, y quien se encarga en la muestra de resaltar, mediante una rasurada inteligente, bondades del animal disimulando sus debilidades. "Este trabajo, sobre todo, te tiene que gustar. Si no estás frito", dice mientras continúa con su tarea.

Las historias son muchas y tienen que ver con la tradición y la cultura. El entrerriano Julio Portela (24), cuidador y entrenador de caballos criollos de El Paye, sigue las huellas de su padre en materia de amor por los caballos, quien era arriero de ganado y que recorría cientos de kilómetros acompañando a los planteles y durmiendo a la intemperie sobre el recado. En otro pabellón, el entrenador jujeño Bruno Parrago (41), de Cabaña Gulla, dice que "todos mis ancestros criaron llamas en la Puna, soportando temperaturas de hasta -12°C en invierno. Hay que tener paciencia, entender su personalidad, más que todo hablarle y que el animal esté mucho en contacto con uno".

Pablo Freire (40), que trabaja en la estancia Don Ángel, habla del camino por recorrer para presentar ovejas: el trabajo genético, la individualización de madres, la selección de embriones e inseminación, la elección de corderos para empezar a trabajarlos para la muestra. Y de su día a día, que empieza a las 5 y que es intenso. Finalmente está la historia de una pasión, la de Víctor Derliz Giudice (80), criador de aves de lujo, que lo hace, desde siempre, por amor al arte. Su gallo recibió el premio Gran Campeón de la raza Schamo. Participa en la feria desde 1964 y agrega: "No falté nunca"..

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