La campaña cristinista no tiene un rumbo

Por Eduardo Van der Kooy

Martín Insaurralde, la carta electoral K en Buenos Aires, ha dicho que la inflación es un problema y que las mediciones del INDEC no reflejarían la realidad. Pero desde el kirchnerismo dudan –lo dijo el diputado provincial, Fernando Navarro– de que esa confesión pueda resultar a esta altura provechosa.

El senador porteño, Daniel Filmus, se manifestó de acuerdo con el posible desafuero a Carlos Menem, si la Justicia confirma su condena por el tráfico de armas o le aplica una nueva en la causa por ocultamiento de una cuenta en Suiza. El ex presidente acaba de renovar su respaldo a Cristina Fernández. Formaría parte del pacto que hace meses tramó con el diputado ultra K, Carlos Kunkel. El compañero de Filmus, el diputado Juan Cabandié, se mostró contento por los asados y las murgas que pueblan el predio de la ESMA. Aunque luego, como suele ser su hábito, lo negó. A raíz de esos episodios, organizaciones de derechos humanos, ex detenidos y víctimas de desaparecidos elevaron fuertes críticas.

Daniel Scioli logró que Cristina Fernández diera alguna señal sobre el flagelo de la inseguridad. Anunció por tercera vez desde el 2007 el envío de gendarmes para garantizar la seguridad en Buenos Aires. Lo hizo por decreto, con una llamativa vigencia de 45 días.

Casi el tiempo que resta para las legislativas del 27 de octubre. El gobernador bonaerense, que carga la campaña sobre sus espaldas, se mostró por televisión proclive al diálogo y firme defensor de la libertad de expresión. Pero enmudeció cuando le preguntaron por la cesantía de Juan Miceli en Canal 7. Ese periodista tuvo un altercado con el camporista Andrés Larroque por los trabajos de ayuda y solidaridad cuando sucedió la devastadora inundación en La Plata.

Tantas contradicciones y deslices oficiales en un breve intervalo, ayudarían a explicar la estrategia del principal contendiente, al menos en Buenos Aires. Sergio Massa, de él se trata, prefiere que el Gobierno haga y deshaga.

Mecha, cada tanto, algún bocadillo espinoso. El repaso a las encuestas cotidianas le aportan tranquilidad y certeza de que andaría por un camino adecuado.

Los tres últimos trabajos del fin de semana pasado –uno público, de Gonzalez/Valladares y dos reservados, de los equipos de campaña del intendente– apuntarían una tendencia similar. La ventaja de Massa sobre Insaurralde en el conurbano se habría estirado desde el 11 de agosto a entre 12 y 15 puntos. El sondeo de González/Valladares elongaría la diferencia hasta 22 puntos en toda la Provincia.

La enorme distancia se alimentaría, en buena medida, con los votos que estaría drenando Francisco De Narváez, el postulante del peronismo disidente.

Los trabajos específicos del conurbano reportan que el intendente de Tigre estaría venciendo por amplísimo margen en la Primera Sección (promedio de 25 puntos) y por una estrecha ventaja en la Tercera Sección (promedio de 2,5 puntos). Massa dominaría en los sectores sociales que colocan a la inseguridad como cuestión prioritaria. Insaurralde prevalecería en aquellas franjas ancladas en la problemática económico-social.

La no estrategia del Gobierno, entonces, sería por ahora la viga maestra del candidato del Frente Renovador. En esa no estrategia parecería determinante el sistema de poder, que depende exclusivamente de Cristina.

La Presidenta nunca ha sido ducha en esas lides.

La década de reinado en Santa Cruz obedeció a los planes y la construcción de poder de Néstor Kirchner. También el salto a la escena nacional, en plena crisis, al cual Cristina se opuso. El ex presidente fue además quien diseño la recuperación del 2009, tras la caída en las legislativas. En el abrumador triunfo de Cristina en 2011, la desaparición de Kirchner resultó determinante. La mandataria se llevó el mérito de la gran escenificación.

La realidad asoma ahora mucho más adversa que en aquella época. Se impondrían, a lo mejor, ciertos golpes de timón que no podrían ser interpretados sólo por las mejoras salariales vía reducción impositiva o por la tardía admisión de problemas que hace rato se hicieron carne en la sociedad, como la inseguridad y la inflación.

Guillermo Moreno continúa inamovible, pese a que fue escondido por Cristina durante la campaña. El secretario de Comercio volvió de a poco luego de la derrota. Primero se dedicó a integrar algunas comisiones de su área y luego retomó la ofensiva contra las consultoras privadas que desairan sus informaciones sobre el alza de los precios. Se presentó con un recurso de queja ante la Corte Suprema para que confirme las multas contra esas consultoras ($ 500.000) que la Cámara en lo Contencioso Administrativo había desestimado.

Moreno no es el único responsable de la inflación ni de todos los fracasos económicos.

Pero es el funcionario en que confía Cristina. Que muestra, por otra parte, uno de los niveles de impopularidad social más elevados. La Presidenta lo saca de la vidriera en los momentos calientes de la campaña. Pero lo vuelve a convocar no bien pasa ese apremio.

Massa, agradecido.

El medido proselitismo del intendente de Tigre, en este presente, empieza a apuntar sobre Moreno. Ya lo había cuestionado, pero ayer llamo a “sacar con votos a los mediocres” que suponen que pueden manejar la economía de un país por teléfono. Una tendencia que acentuaría en su discurso durante las semanas que faltan hasta las legislativas.

Lo que sucede con Moreno sucede también en otros campos. Se fabricó un pleito con la aérea chilena LAN que ahora se pretende desactivar. Se pidió a Chile y Brasil rutas de cabotaje en esos países para Aerolíneas, que la empresa nacional no está en aptitud de realizar. Cristina ironizó contra el patrimonio del mandatario trasandino, Sebastián Piñera, y luego debió retractarse.

Evidencias de que la campaña K anda sin rumbo y al viento.

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