Cambiemos para que nada cambie en la política pesquera

Cambiemos para que nada cambie en la política pesquera

Llegaron con la promesa de hacer cumplir las normas vigentes pero al poco tiempo liberaron las restricciones en la pesquería de langostino y hoy sigue creciendo el esfuerzo pesquero sobre el principal recurso del mar argentino. Algunos, de absoluta ilegalidad.

 

Cuando Ricardo Negri, Tomás Gerpe y Juan Manuel Bosch asumieron como nuevas autoridades en materia pesquera de Cambiemos su premisa fue “hacer cumplir la normativa vigente”.

“Debemos sentarnos en la mesa con los actores y establecer un proceso de diálogo y volver a generar confianza entre el administrado y la administración para lograr esos objetivos. Tenemos que tener claro cuáles serán nuestros objetivos e ir firmes; sin prisa pero sin pausa, con pasos firmes”, dijo Gerpe en un reportaje a Revista Puerto a principios del 2016, cuando todo era expectativas y frases huecas.

A más de tres años de aquella declaración de ocasión nada ha cambiado con Cambiemos. Las artes de pesca selectiva siguen siendo una figura decorativa a bordo, en el mejor de los casos que las suban a cubierta, la concentración de cuota de merluza no dejó de crecer.

Lo mismo que la participación de los barcos congeladores en las capturas de la especie a partir de un modelo productivo que no genera incentivos para la captura y procesamiento del pescado en tierra, con las graves consecuencias sociales que genera en puertos como el de Mar del Plata, que históricamente sus eslabones productivos dependieron del pescado fresco.

Las normas no solo no se cumplen sino que permitieron que se transfiera cuota de fresqueros a congeladores o se cambie la operatoria, de fresquero a congelador. El año pasado generaron nuevas reglas de juego en la pesquería de langostino con la que borraron de un plumazo una política pesquera de más de 30 años de vigencia para favorecer intereses de los poderosos de siempre, como Moscuzza y Solimeno.

Gerpe se fue a defender nuestros recursos en la comisión técnica mixta del frente marítimo con escaso éxito. Negri no pudo reemplazar al Ministro de Agroindustria y debió conformarse con dirigir SENASA y Bosch avanzó un casillero casi como una inercia. No tenían otro.

También se corrió un lugar Mauricio Remes: Director Nacional de Pesca. Un premio excesivo para el responsable del negocio de la subdeclaración de merluza durante el kirchnerismo en Mar del Plata. Ahora Bosch lo reemplazó con un ex inspector de Policía.

Una de las primeras cosas que hicieron los que venían a cambiar las cosas y transparentar la gestión fue inventar viáticos para los inspectores de pesca de Mar del Plata. Como para atemperar la  abrupta disminución de sus ingresos paralelos por hacer la vista gorda con la merluza que se bajaba en negro. Pronto deberán dar explicaciones en la justicia por esa genialidad.

Esta semana que pasó quedó en evidencia una vez más la política pesquera de Juan Bosch y Oscar Fortunato, el representante del Poder Ejecutivo en el Consejo Federal Pesquero que sirve a sus viejos (?) patrones de CEPA, los mismos que se beneficiación con la triangulación de permisos de pesca en los años 90 y que llevaron a una sobrepesca que diezmó la abundancia de merluza.

Por el sendero ilegal que dejó marcado  el “José Américo” de Moscuzza, el CFP autorizó al buque Rasmus Effersoe un cupo de casi 1800 toneladas de langostino. El buque es de Solimeno, quien lo estuvo reformando y poniéndole tangones en estos meses, seguro de quien corre con el caballo del comisario.

El Rasmus mide casi 45 metros y tiene una potencia superior a los 2 mil HP limitantes para entrar a la pesquería de langostino. A nadie le importó. Mucho menos que siempre haya operado como congelador arrastrero y no pescara otra cosa que merluza.  La cuota se la cedió el Virgen Maria, un barco que germinó en esas triangulaciones vergonzosas de los años 90, que también pescó siempre merluza.

La pesquería de langostino viene emitiendo señales de alarma desde fines del año pasado cuando los investigadores advirtieron un retraso en el ciclo reproductivo y la necesidad de cuidar el recurso poniéndole un freno al crecimiento del esfuerzo pesquero que se aplicaba sobre el recurso. En el 2018 habían sido 304 barcos los que declararon pescar el marisco. Más del doble que hace cinco años.

Los que venían a hacer cumplir las normas y crear consensos no dejan de sumar barcos a una pesquería que hoy en aguas nacionales apenas tiene una porción mínima para la actividad de la flota. En el primer semestre se descargaron casi el 10% menos que en el mismo período del año pasado. Y el riesgo de pescar prereclutas (juveniles) pone en jaque el futuro de los próximos años.

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