Cambiemos: internas palaciegas y estrategias de demasiado largo plazo

Cambiemos: internas palaciegas y estrategias de demasiado largo plazo

Más allá de la pelea Marcos Peña-Emilio Monzó, y los deseos futuros de los principales dirigentes del PRO, se esconden una serie de intrincados movimientos, en el que cada protagonista hace su juego. Vidal sigue blindada y Rodríguez Larreta parece incontenible en su deseo presidencial 2023, que además sería la apuesta de Monzó para volver al primer plano en el armado político.

“La única persona que puede hablar directamente con Macri sin antes haber pasado por el filtro de Marcos Peña es María Eugenia Vidal”, cuenta un funcionario para graficar cómo funciona el esquema del poder del PRO, cuya mesa chica, híper chica, ha quedado reducida al Presidente, el Jefe de Gabinete, y el consultor Jaime Durán Barba. Los tres que, con el agregado el asesor español Santiago Nieto (socio de Durán Barba), se juntaron el viernes por la tarde después de una semana donde el dólar dio un salto inesperado y el Banco Central subió las tasas de interés para contenerlo, en otra medida que va en contra del  supuesto deseo del gobierno de atraer inversiones productivas.

Pero dejemos la economía un rato de lado, aunque en ella parece centrarse toda suerte futura del PRO y las cosas no marchan como lo soñaron. La cuestión es que el círculo de decisiones de poder se ciñe cada vez más, y el protagonismo de Marcos Peña ya tiene las primeras víctimas de la intensa interna que se vive en la alianza gobernante desde hace tiempo, y ya no pueden disimular. Emilio Monzó es el caso más significativo, no el único, de la victoria de Peña sobre los dirigentes apegados a las maneras tradicionales de la política partidista. Monzó fantasea con un nuevo bipartidismo en Argentina, Peña y Durán Barba descreen de ese esquema, sólo por mencionar una de las razones que separan al presidente de la Cámara de Diputados del Jefe de Gabinete.

Peña cree, y le han hecho creer, que debe ser el sucesor de Macri en el remoto 2023. Hoy, esa perspectiva se ve nublada por las figuras de María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. Las encuestas, y el cariño que siente el Presidente por ella, le dan a la gobernadora de la provincia de Buenos Aires un salvoconducto por el cual nadie se atrevería a cuestionarla dentro de Cambiemos. Sin embargo, el Jefe de Gabinete de la Nación suele mostrarse en desacuerdo con algunas iniciativas del gobierno bonaerense, y se le crispan los nervios ante cada sondeo de opinión donde ella aparece muy por encima del primer mandatario.

Marcos Peña está convencido que muchas de esas encuestas en las cuales la mandataria provincial aparece tan beneficiada, son operadas desde calle 6, y acusa de ello al Jefe de Gabinete bonaerense, Federico Salvai. Sabedor de que no puede lanzarse directamente sobre la blindada Gobernadora, la mano derecha de Macri le apunta a la mano derecha de Vidal. “Ellos hacen política con la plata que viene de Nación, y procuran siempre quedar mejor parados que el Presidente”. Dos fuentes del PRO le aseguraron a La Tecla que estas suelen ser frases recurrentes en el Jefe de Gabinete nacional.

Con Horacio Rodríguez Larreta, en cambio, las diferencias son menos ocultas. Desde hace mucho en la Casa Rosada miran con recelo al Jefe de Gobierno porteño por su independencia y la negación a inmiscuirse en los delicados temas que agobian al gobierno nacional. Sólo en caso extremo se mete en ese barro, aun cuando en el partido le reconocen una enorme capacidad política. Larreta, además, juega en tándem con Vidal, y la dupla aparece hoy demasiado fuerte como para enfrentarla. El “pelado” aboga por la repitencia de candidaturas el año que viene; ese estatu quo le permitiría darle mayor vuelo a sus deseos presidenciales 2023, que en cambio sufriría un revés si Macri decide irse después de su primer mandato y ceder el camino a Vidal.

Cuenta un dirigente de la corriente peronista del PRO que Horacio Rodríguez Larreta cree que María Eugenia Vidal no terminaría siendo candidata a presidenta, pero sí podría ser una excelente compañera de fórmula. El porteño no es precisamente el candidato que preferiría un publicista para su campaña, y por eso necesita tener al lado alguien que le sume el sex appeal electoral difícil de lograr por sí solo. Más allá de estas circunstancias, Rodríguez Larreta se siente muy seguro de reelegir sin problemas el año que viene y está decidido a entrar de lleno en la pista por la carrera presidencial. 

Una de las ideas en el entorno al mandamás capitalino es mandar a Diego Santilli como punta de lanza en la Provincia. Si bien hacia fuera en el PRO de la Ciudad hablan de repetir en 2019 la fórmula de 2015 es muy probable que quien acompañe a Larreta sea la actual ministra de Educación, Soledad Acuña, y que Santilli emprenda la titánica tarea de armar el larretismo en el difícil territorio bonaerense. Es la razón por la cual Santilli se perfila como el jefe de campaña de Cambiemos en La Matanza, un territorio convertido en obsesión para la alianza gobernante.

Incluso, Santilli podría fijar residencia en el municipio más poblado de la Provincia. Larreta quiere tener también una carta propia para la pelea por la gobernación dentro de cinco años en caso de ver cumplido su sueño de pelear en 2023 por la presidencia. Pero armar políticamente Buenos Aires es una tarea ciclópea, de mucho tiempo y demandante de dirigentes con experiencia y sagacidad: por ejemplo Emilio Monzó.

La prematura renuncia de continuidad a un mandato que vence dentro de un año y medio muestra al exintendente de Carlos Tejedor como el gran derrotado de la interna palaciega. Difícilmente Monzó dé un paso en falso sin haber anticipado antes la próxima jugada, y menos creíble es que lo haya hecho si antes no habló con ciertos actores. En tiempos de negociaciones salariales, el titular de Diputados abrió una paritaria política cuyos oferentes pueden estar adentro del PRO o afuera. Con Macri la relación es buena desde lo personal pero domina la política de Peña, su mayor enemigo interno. Con María Eugenia Vidal las cosas quedaron mal desde la previa a la elección 2015 y nunca se enderezaron del todo. Queda Larreta.

Sin armado nacional propio y con tiempo limitado para hacerlo, el Jefe de Gobierno porteño apelaría a viejas fórmulas (esas que Peña detesta) para tener su propia tropa. En la jerga se llama “comprar política”; es decir acordar con dirigentes con estructura y capacidad para ampliar esa estructura a partir de contar con un candidato “vendible”. Monzó encaja a la perfección, e incluso la alianza con Larreta antes de 2019 le permitiría un salvoconducto con Vidal para conservar espacios de poder en la Provincia. 

De todos modos, para el tejedorense aparece además la alternativa de volver a abrevar en el peronismo. Por caso, algunos de los que aparecen como posibles candidatos presidenciales, como el salteño Juan Manuel Urtubey, también necesitan “comprar política” en la provincia de Buenos Aires. Si Monzó acepta el convite de Macri de hacerse cargo de la embajada argentina en España  habrá dado una señal de quedarse en Cambiemos, y muy probablemente en un par de años lo veamos de vuelta por estos lares desarrollando la tarea en la cual se siente como pez en el agua. 

Si, en cambio, lo fuerzan a irse del PRO (cuestión que no debe descartarse) esa tarea comenzará antes de tiempo y en otra fuerza, a la vez que el Congreso sufriría un cimbronazo y nadie está en condiciones de determinar con qué consecuencias internas para el oficialismo.

Al ritmo de una economía desquiciada y desquiciante, la política empieza a jugarse de manera fuerte con la mirada de corto plazo en 2019, pero con muchos dirigentes posando su visión en 2023, aunque para ello falte una eternidad.

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