El cacerolazo perdió fuerza en Mar del Plata

El cacerolazo perdió fuerza en Mar del Plata
Como se esperaba, fue menos la gente marchó este jueves por el 8A. Otra vez hubo duras críticas a los gobiernos nacional y local.
La proximidad de las elecciones primarias y el llamado de distintos sectores políticos a no participar de manifestaciones por respeto a las víctimas de la tragedia ocurrida en Rosario afectaron notablemente la convocatoria del 8A en Mar del Plata. Sin embargo, cientos de personas se concentraron este jueves en las puertas del hotel Hermitage y se movilizaron hacia el centro de la ciudad.

Aunque faltaron políticos, las pancartas de 'Cristina montonera' y las arengas con megáfonos de otras veces, los caceroleros partieron poco después de las 20 a paso ligero, manos en los bolsillos, detrás de una bandera con la leyenda “ladrones, se acabó, ahora el pueblo hace lío”, en obvia referencia al pedido del Papa Francisco semanas atrás durante su visita a Brasil.

El circuito, en cambio, sí se mantuvo: salieron de Colón y Sarmiento, continuaron por el Boulevard Marítimo, tomaron Rivadavia y doblaron en Mitre, directo al monumento a San Martín. Allí, otro grupo de personas los esperaba, golpeando tapas de ollas de aluminio, campanitas, botellas de plástico llenas de piedras, silbatos y panderetas.

La multiplicidad de consignas fue -otra vez- la principal característica de la convocatoria. Hubo quienes se expresaron contra la inflación, la corrupción, la 'mafia de Puerto Madero' o, simplemente, 'los K'. Pero también marcharon la mamá y las hermanas de Eliana, la mujer que murió al ser atropellada junto a sus dos hijos cuando cruzaban la calle en Luro y 184.

Además estuvieron tres vecinas del barrio Parque Luro que rechazan la construcción de viviendas del Procrear en el predio de la Canchita de los Bomberos.

A las 20.37, ya en torno al monumento, alguien propuso un minuto de silencio en homenaje a los fallecidos por la explosión de un edificio en Rosario, pero a los pocos segundos otros empezaron a entonar del himno. Luego sobrevinieron los aplausos y los tradicionales cantitos que piden que se vayan todos y esos que vinculan a la Presidenta con alguna parte de la anatomía de su madre. Al intendente Gustavo Pulti no le fue mejor: lo acusaron de 'traidor'.

Detrás de la imagen de San Martín, un muchacho registraba los mejores momentos de la protesta con su Ipad. Al lado suyo, un señor de cincuentaypico comentaba que la única forma de que esto se arregle es pegándole una buena patada a la yegua esta.

- La yegua esta-, decía.

Pocos metros más allá, un grupo de cuatro mujeres y un hombre posaban y se turnaban para sacarse fotos al lado de una bandera cruzada por una franja de tela negra.

- Es una señal de luto por lo que pasó en Rosario, en Once; por la inseguridad y la corrupción-, explicó una de las señoras. Pero la intervención de otra aportó claridad al asunto:

- Digamos la verdad: ¡es por esta hija de puta de Cristina!-, gritó, y todos se rieron a carcajadas.

La llovizna anticipó el final del cacerolazo y obligó a los concurrentes a correr en búsqueda de un techo donde cubrirse del agua. El refugio más exitoso resultó ser el tinglado de chapa de los puestos de los artesanos, debajo del cual se amontó gran parte de los caceroleros. Entre ellos, una mujer -rubia, cuello de pólar hasta la nariz- que levantaba con las dos manos una cartulina amarilla en la que se leía: “Ya no hay más pan para tantos chorizos”.

- ¿A quién se le ocurrió?

- ¿Viste? Es muy buena, la inventó mi sobrina, que vive en España.

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