Buzo mendocino en un impresionante rescate en Nigeria

Buzo mendocino en un impresionante rescate en Nigeria
Iván Parvanoff -especializado en buceo- se sumergió a 30 metros de profundidad por el naufragio de un barco remolcador. De doce tripulantes, uno alcanzó a salvarse y nos cuenta el relato detallado de la odisea.

Hace poco más de seis meses, el mendocino Iván Parvanoff (27) contaba a Los Andes su historia como profesional del buceo en distintas partes del mundo para que su gente y los lectores supieran en qué consiste su tarea de cada día.

Hoy, Iván nuevamente es protagonista. Ahora, como testigo directo de un rescate con tintes increíbles tras una tragedia en el mar que le dejó un relato -el del único sobreviviente- realmente sorprendente.

“Me embarqué el 28 de abril en Vigo, España, para trabajar como personal técnico. El trabajo era en el golfo de Guinea, en un campo petrolífero ubicado en Nigeria, por lo que navegamos desde Europa hasta África, en un viaje que tomó 2 semanas”, comienza el lasherino.

Según cuenta, a los diez días de estar trabajando en el lugar, recibió, junto a sus colegas, la noticia de que tenían que acudir en rescate de un remolcador llamado “Jascon 4”, el cual se hundió el 25 de mayo a las cuatro y media de la mañana mientras realizaba tareas de asistencia a un petrolero ruso.

El hundimiento fue provocado por un mal desempeño del remolque del petrolero, que lo hizo quedar flotando boca abajo y provocó que, en pocos minutos, estuviera a 30 metros de profundidad.

Un viaje esperanzado

“Sobre las 9 de la mañana nos llegó el aviso de lo que pasó y, por ser el único barco en los alrededores que contaba con el servicio de buceo en profundidad, emprendimos la navegación hacia el lugar de la tragedia con la esperanza de encontrar a los 12 tripulantes del Jascon 4 con vida”, cuenta desde el mar cercano al continente africano.

Después de 20 horas de navegación, Iván y sus compañeros llegaron al lugar del hundimiento y allí comenzaron las tareas de búsqueda del barco. Después de realizar unos cuantos buceos con tanques de aire solo para inspeccionar, decidieron continuar con técnicas de buceo a saturación.

Esto último se decidió porque, si encontraban sobrevivientes, estarían a 30 metros de profundidad y en el supuesto de ser encontrados y traídos a superficie, existiría un cambio de presión muy grande que derivaría en graves enfermedades descompresivas que podían derivar en muerte.

“Con el sistema de buceo a saturación se controlan los cambios de presión gradualmente, por lo que sería posible descomprimirlos en cámaras para ese fin y sacarlos a presión atmosférica sin tener ningún problema”, especifica Iván, quien empezó con este trabajo de forma profesional hace ocho años.

Luego de realizar aproximadamente nueve buceos en saturación se recuperaron diez cuerpos y cuando las esperanzas casi eran vanas, los buzos encontraron a un hombre llamado Harrison, el cocinero del barco, en un espacio aéreo comprendido entre una lavandería y un baño del barco.

“El método para sacarlo consistió en ponerle un casco de buceo para que pudiera respirar bajo el agua, mis compañeros lo sacaron del barco hundido y lo metieron en una cámara de transferencia llamada campana cerrada”, añade.

Una vez en superficie se acopló esta campana a la cámara de descompresión y Harrison fue puesto en descompresión controlada, mientras fue alimentado y cuidado durante tres días hasta que se alcanzó la presión adecuada. De esta manera se evitaron los problemas hiperbáricos.

Emocionante

Mas allá de lo complejo que fue el rescate, lo más importante para Iván fue la historia del cocinero, quien la contó luego del rescate.

“Juro que se me puso la piel de gallina. Ver la fortaleza de un hombre que pasó más de 60 horas sumergido en un espacio de aire en un barco hundido a 30 metros de profundidad, esperando ser rescatado, casi escuchando los pensamientos de él, solo en la oscuridad, con mucha paciencia, pensando en cómo sobrevivir, en cómo aguantar, cómo ingeniárselas para llamar la atención y, sobre todo, pensando en su mujer y en el hecho de que para él, jamás podría abandonarla”, cuenta, y en sus palabras transmite la tensión y los nervios del momento.

El mendocino recordó las frases del único sobreviviente (el cuerpo del marino restante no pudo ser rescatado) del barco hundido. Le contó cómo el agua le llegaba a la cintura mientras estaba sentado y que por ello se ató chalecos salvavidas a sus brazos, en el pecho y varios alrededor de él para flotar incluso si se quedaba dormido o se desmayaba, evitando así el morir ahogado.

En otra anécdota impresionante contó que el cocinero dijo: “Agarré una cuerda y un ventilador que había tirado en el fondo de la habitación, los amarré a una barra que había justo encima de mí y lo utilicé como péndulo para golpear contra las paredes del barco, así por lo menos tenía la esperanza de que alguien me escuchara”.

Otra de las historias de Harrison rescatada por Iván relata que el hombre salió de la habitación dentro del barco aguantando la respiración en busca de otro espacio con aire y con la esperanza de encontrar a alguno de sus compañeros. Esta acción la repitió 30 a 40 veces durante las primeras horas, sin resultados favorables.

De vuelta al trabajo

Más allá de esta triste aventura, Iván está regresando a su puesto de trabajo. Con más calma relató lo que fue esta experiencia. “La parte mala, fue la presión de todos estos días, sabiendo que esta tragedia se podría haber evitado y el hecho de que se haya cobrado vidas, teniendo que trasladar cadáveres a bordo en la cubierta y con un resultado final trágico”, se lamenta.

Y continúa: “La parte buena es la satisfacción de que valió la pena todo el esfuerzo que hicimos mis compañeros y yo mezclando los conocimientos sobre estas técnicas de buceo y las tecnologías, para traer de vuelta a un tripulante, que nos emocionó con sus historias de supervivencia en un lugar oscuro y hostil y que hoy está bien, junto a su familia”.

Finalmente, destacó que fue bueno haber podido rescatar los cuerpos de los diez tripulantes: “Aunque sea no quedaron abajo del agua, olvidados, sin que sus familias tuvieran la oportunidad de darles un último adiós”.

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