Bolt, el único

 Bolt, el único
Por Hernán Sartori.

Es el primer atleta de la historia en hacer el “doble-doble”: ganó los 100 y los 200 en Beijing y también en Londres

Ssshhh! Asusta el silencio en el Estadio Olímpico de Londres. Hay 80 mil personas, cientos de ellas en las abarrotadas escaleras, y no vuela un suspiro. La señal de partida desata un rugido atronador, como si el aeropuerto de Heathrow se hubiera mudado aquí adentro. Sale un avión, es cierto, pero sin pasajeros. Su nombre es Bolt, Usain Bolt, el agente 007 de la velocidad extrema. El primer atleta de la historia en ganar los 100 y los 200 metros llanos en dos Juegos Olímpicos consecutivos. Y el Coliseo ovaciona al Gladiador jamaiquino. O Rei Bolt. El Unico.

De punta a punta, para que no quede duda alguna de que es su prueba favorita, el jamaiquino se llevó los 200 metros en 19s32, apenas dos centésimas más que su récord olímpico de cuatro años atrás. No llegó trotando como habitualmente lo hace, porque su compatriota Yohan Blake no aflojó. Pero cuando cruzó la meta, Bolt miró hacia su izquierda, por donde venía el segundo, y se llevó el índice izquierdo a la boca. ¡Ssshhh!

Los ocho velocistas habían ingresado a la pista a las 20.49. De golpe, los flashes coparon la escena para enceguecer a la distancia. A sacar fotos que hace rato que no se revelan. No sea cosa de que se olviden y caiga un rayo que parta la tierra en dos. El Rayo. Usain Bolt.

Entre los pupitres de los periodistas, incluido el de Clarín , se colaban los trabajadores del estadio. Sabe Dios quién vendía en los puestos de comida cuando los corredores se agacharon para ponerse en posición. Igualmente, algunos espectadores ya se habían aprovisionado de la cerveza que viene con el DNI británico. De última, al ver por duplicado se habrán shockeado cuando pensaron que Bolt tenía un rival que le hacía frente. Era el alcohol, muchachos.

Hubo que esperar diez minutos hasta que terminara la prueba de triple salto y cuando las pantallas gigantes presentaron los 200 metros, sacudió la ovación. Bolt esperaba el momento de la cámara. Le encanta explotar su carisma. Y la gente delira cuando articula su brazo derecho a 90 grados y luego con los dos simula levantar pesas. Pero se acaba la pantomima a su estilo y hay que corr... perdón, volar.

¡Pum! ¿Ya salió? ¿Dónde está este buen hombre? Ahí, en la curva, doblando sin pisar la banquina. Y corre y corre y corre... Explosión en el estadio. 19s32. La historia se rinde a sus pies.

Yohan Blake lo felicita, se acerca Warren Weir y Bolt cae al piso... ¡para hacer flexiones de brazos! Hay uno-dos-tres de Jamaica y los abrazos son con el rey en el medio. Le lanzan banderas de su país y una mascota de Londres. ¿A quién le importa dónde caen las jabalinas que están lanzando las mujeres en la final? Sólo a los jueces. No vaya a ser cosa que miren a Bolt y se liguen un jabalinazo.

Comienza la vuelta olímpica y Bolt repite en todos los sectores su festejo habitual: arma el arco y se dispone a lanzar una flecha. Aquí, allá, mirando hacia las plateas altas, a los fotógrafos, a alguna que otra señorita que no sabe qué fotografiar.

Son las 22.05 y llega la premiación. Bolt no sube a lo alto del podio. Salta y cae con los dos pies. Levanta ambos brazos, otro arco y otra flecha. Otra carrera y otro logro para la historia. Hoy se vendrá la serie de la posta 4x100 metros y mañana, la final.

El agente 007 de la velocidad tiene una nueva misión. Su nombre es Bolt, Usain Bolt.

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