Basura en la ciudad: por qué no funciona el sistema de contenedores porteños

Basura en la ciudad: por qué no funciona el sistema de contenedores porteños

Las quejas sobre la suciedad en las calles persiste año tras año, pese a que el rubro Transporte desplazó en 2016 del tope al de Saneamiento Urbano; las cooperativas y los vecinos advierten que falta infraestructura; para la Ciudad, el balance es positivo

 

Avenida del Libertador y Arias. Ramallo y 11 de Septiembre. La Pampa y Cuba. Cabildo y Olazabal. La mención de estas calles porteñas no redunda en una enumeración en sí misma o un simple juego de memoria o de azar. Es más bien el registro de que en todas ellas (y otras arterias más) la basura siguen siendo un tema sensible para los vecinos de Buenos Aires.

Pese a que el rubro Transporte y Tránsito desplazó al de Saneamiento Urbano del tope de las quejas que impulsaron los porteños durante 2016, los problemas vinculados con la suciedad persisten año tras año, más allá de la baja en las cifras, y surgen nuevas necesidades en los barrios para mantenerlos limpios.

En total fueron 42.439 las quejas que recibió el Sistema Único de Atención Ciudadana por este tema. De ese ranking, se desprendió que el grueso de los reclamos (los primeros 10 ítems del total de 62 que integran la categoría) puso en duda la eficacia del sistema de reciclaje, los contenedores y las campanas impulsados por el gobierno (en sintonía con la idea de lograr una ciudad cada vez más verde).

Así, la recolección de residuos voluminosos acaparó el primer lugar de las demandas vecinales, según pudo constatar este medio y el equipo de LN Data a través de Buenos Aires Data, el portal de datos públicos del gobierno de la Ciudad. Sin embargo, la reposición de contenedores, el retiro de residuos verdes, la falta de vaciado y limpieza de contenedores, y la falta de vaciado de campanas verdes aparecieron inmediatamente después, expuso tanto la preocupación como las fallas en la recolección y separación de materiales orgánicos y secos, de acuerdo con testimonios de vecinos y cooperativas recogidos en una recorrida.

Desde el Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño interpretaron las inquietudes en torno al compromiso y la voluntad del vecino con la política ambiental: "Le interesa vivir en una ciudad sustentable" y, por eso, "separa cada vez más" la basura, que adquiere valor y genera trabajo: la lleva a las campanas, la entrega a un recuperador urbano o la traslada a un punto verde.

En paralelo, los resultados de la investigación reflejaron que no sólo 2016 fue sinónimo de quejas derivadas de la basura, sino también de solicitudes para instalar campanas verdes en las zonas más activas y ecológicas de Buenos Aires. En este sentido, Belgrano, Palermo, Caballito, Mataderos y Núñez se mantuvieron arriba en el ranking, y se sumaron a la cruzada Villa Lugano, Liniers, Villa Pueyrredón, Villa Urquiza y Villa Devoto, en ese orden.

Respecto de la demanda creciente de contenedores y campanas, funcionarios porteños explicaron a LA NACION que realizan un "gran esfuerzo por mantenerlos en las mejores condiciones" y que eso "estimula a los vecinos a solicitar cada vez más lugares para disponer sus reciclables".

No obstante, aclararon que por ahora sólo reforzarán la instalación de puntos verdes -que ya son más de cien- para complementar la estrategia, y combinarlos con "los 28.000 contenedores, distribuidos en forma proporcional a la cantidad de residuos recolectados por cuadra, y 3000 campanas verdes, ubicadas principalmente en zonas de baja densidad poblacional".

Infraestructura, vandalismo y logística

Los recuperadores urbanos, cumplen un rol fundamental en todo este proceso. Se ocupan de clasificar los materiales separados y a venderlos a distintas empresas que los reciclan y los convierten otra vez en materias primas. Actualmente son más de 5000 trabajadores distribuidos en 12 cooperativas, que fueron integradas al servicio público de Higiene Urbana de la Ciudad desde 2012.

A la hora de evaluar el problema de la basura y realizar un balance de ese momento a esta parte, no dudaron en remarcar las mejoras alcanzadas y reparar en los puntos flojos que rodean al sistema pese a los cambios. Consultados por este medio, coincidieron en afirmar que se avanzó mucho respecto de la colaboración de los porteños y su aceptación en la separación de residuos, pero que todavía no se llega a cubrir el cien por ciento de los circuitos definidos en la recolección por falta de infraestructura y recursos.

"Al principio, estaba la desconfianza, pero después ésto fue cediendo, a medida que les explicamos el proceso y lo empezaron a hacer. Ahora, entre los vecinos (encargados de edificios, empresarios y hasta doña Rosa), hay un alto nivel de aceptación de lo que hacemos. Tenemos pactado con ellos que día y a qué hora pasamos. Nos ayudan y quieren hacerlo, pero no llegamos a cubrir el total de las áreas, sólo algunos puntos, por falta de fondos", advirtió a este medio Roberto Espontarollo, secretario de la cooperativa El Trébol.Y enseguida lamentó: "A la gente no le gusta que uno les falle, pero con los recursos acotados que tenemos, hacemos lo que podemos y no nos excedemos de ahí".

Desde la cooperativa El Álamo reflejaron estos inconvenientes, además de las complicaciones que derivan del vandalismo contra los contenedores y la mezcla de materiales, y se inclinaron por un plan integral que evite poner en riesgo la recuperación de aquello que se descarta. "No nos podemos hacer cargo de un servicio sin recursos. No tenemos cartoneros ni herramientas para recolectar todo", subrayó Alicia Montoya, tras insistir que "es necesario discutir una propuesta, armar mapas con el uso del suelo, y combinar el sistema puerta a puerta con la contenerización y el control" para que la gestión no se vaya de las manos.

Entre las necesidades más urgentes de la mayoría de los recuperadores urbanos figuran la posibilidad de contar con galpones propios donde descargar el material y la de poder sumar más camiones preparados a la flota actual, dos condiciones previstas en el convenio firmado con la Ciudad, que acaba de prorrogarse hasta finales de este año.

Ajustes y paños fríos

En diálogo con LA NACION, la Ciudad repasó el camino recorrido: encontró conclusiones comunes con los vecinos y las cooperativas (especialmente, la conciencia sobre la importancia del reciclaje y la figura del recuperador urbano), aunque también posiciones dispares.

En concreto, puso el acento en la evolución que siguió el sistema en los últimos años, más allá de la suciedad presente en las calles o la capacidad al límite que dejan ver decenas de contenedores y campanas en los barrios: "El sistema evolucionó hasta llegar a la situación actual, donde los vecinos cuentan con un contenedor negro para residuos orgánicos por cuadra y campanas de color verde para disponer los residuos reciclables".

Sobre esto último, recordó que "las campanas verdes ubicadas en los barrios de casas bajas de Buenos Aires están siendo reemplazadas por nuevas que no tienen puerta, sino una ventana para disponer de los residuos secos. Son mecanizadas y su vaciado ya no depende de una persona, sino de un camión del Ente de Higiene Urbana que las opera, similar al de los contenedores negros".

Sin embargo, a la hora de poner bajo la lupa los principales obstáculos que registra la recolección, no mencionaron la falta de fondos, recursos o infraestructura -uno de los ejes más cuestionados por el resto de los actores- sino de "residuos mal dispuestos, lo que impide su procesamiento" -que fue deslizado por vecinos y cooperativas pero en un porcentaje mucho menor-.

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