Los bahienses tiran a la basura más de 12 toneladas de comida por día

Los bahienses tiran a la basura más de 12 toneladas de comida por día

Se trata de los alimentos aprovechables, sin contar los desechos como las cáscaras o los huesos. Proyectado en el año, son 4.380 toneladas. En el mundo se desperdician recursos para proveer a 2.000 millones de personas.

    Cada bahiense produce unos 800 gramos de residuos diarios, la mitad de los cuales son orgánicos. Entre estos últimos, alrededor de 360 gramos provienen de la comida.

   Casi el total de esa cifra se trata de desechos de alimentos, como cáscaras, huesos o grasa. Pero alrededor de 40 gramos per cápita son comida residual, es decir, restos que no se ingirieron pero podrían haberse aprovechado.

   Por ejemplo, la porción de fideos que nadie come y termina en el tacho.

   El dato surge de los análisis realizados en la Ecoplanta de General Cerri.

   Al hacer una proyección de 40 gramos diarios por los 301.572 habitantes censados en 2010, Bahía Blanca desperdicia poco más de 12 toneladas de comida aprovechable todos los días.

   En un mes, el número trepa a 360 toneladas y, en el año, a 4.380. Esto, sin contar que la población local probablemente sea mayor en 2018 respecto de la última medición, con lo cual el número debería crecer.

   En épocas de crisis, el dato es espeluznante. Si fueran tiempos de bonanza, tampoco sería para soslayar.

 

   Fabián Fabrizzi, jefe operativo de la Ecoplanta, marca que las cifras de desperdicios son un promedio, ya que varían según los lugares de procedencia de las bolsas. Y señala que en la basura también se notan los signos del momento social y económico.

   “Por estos días observamos menos productos de limpieza. Esto puede ser porque la gente los usa menos debido al precio o bien porque los aprovecha al máximo”, comentó.

   También hay menor cantidad de botellas de agua mineral y gaseosa. El promedio actual es de una cada 4 personas (una familia tipo), cuando poco tiempo atrás era una cada 3.

   “La verdad es que no estamos viendo situaciones similares a la crisis de 2001-2002, pero hay un claro cambio de hábitos en comparación con lo que ocurría, por ejemplo, tres años atrás”, comentó.

   Otro punto interesante: hasta no hace mucho diversas empresas del sector industrial enviaban sus residuos a Cerri. El 80% eran restos de los comedores, entre alimentos aprovechables y para descartar.

Como para alimentar a un país entero

   Según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), en América Latina se desperdician 348.000 toneladas de alimentos al día, unas 127 millones al año, cantidad suficiente para dar de comer a unas 30 millones de personas.

   A nivel latinoamericano, justamente, se estima que pasan hambre 34,3 millones de personas, el 5,5% de la población.

   Teniendo en cuenta que en el planeta se desechan 1.300 millones de toneladas anuales, suficientes para proveer a 2.000 millones de personas, la FAO asegura que hay producción de alimentos para que todos los habitantes del planeta tengan lo necesario para una vida sana y productiva.

   La culpa de que 1 de cada 9 habitantes del planeta pase hambre se puede atribuir a la gestión que hacemos de la comida, advirtió el organismo.

   De todos modos, vale aclarar que a diferencia de lo expuesto en Bahía Blanca más arriba, estos datos no solo consideran la comida arrojada al cesto por los consumidores finales.

   Las familias son responsables del 28% del malgasto, pero otro 28% se pierde por malos manejos a nivel de producción, 17% en mercado y distribución, 22% durante el manejo y almacenamiento, y 5% a nivel de procesamiento.

Una mirada sobre la conducta en restaurantes

   En nuestra ciudad se realizó el año pasado un estudio sobre 35 locales gastronómicos para analizar la gestión de los alimentos.

   “Si bien nuestro objetivo de máxima apunta a los hábitos de compra y procesamiento en los hogares, primero nos detuvimos a observar cómo se generaban desperdicios en lugares de gastronomía, porque tienen una conducta bastante homogénea”, explicó la doctora en Ingeniería Química, Andrea Savoretti.

   “El trabajo tenía dos enfoques, uno hacia dentro de la cocina y otro para afuera. En el primer caso se trataba de un análisis del manejo del stock, estilo de compra y gestión de los alimentos. Hacia afuera, observar cómo actuaba el consumidor”, comentó.

   Concluyeron que para adentro de la cocina la conducta es bastante cuidada, los negocios demostraron tener claro cómo manejar el stock y reducir los desperdicios. Lo menos controlado está del lado de los clientes.

   “Analizamos si dejan comida en el plato, si comparten, si piden las porciones sobrantes para llevar a sus casas o si demandan medias porciones, porque las mujeres o chicos suelen comer menos”, dijo la docente de la UNS y vicerrectora de la UPSO.

   Principalmente notaron que los comensales no se detienen a pensar en reducir el desperdicio de comida.

   “Por citar un caso, en los restaurantes donde ofrecen media porción, el plato no vale la mitad. Entonces muchos optan por la porción completa y que les sobre comida antes de quedarse con ganas”, comentó Savoretti.

   Otro detalle fue que el 70% de los que dejan comida es porque pidieron entrada, así como no está difundida la tendencia a compartir.

   “Hace falta un gran trabajo educativo en el consumidor para que entienda el valor de lo que desperdicia”, señaló.

“Los argentinos cocinamos siempre de más”

   "Los argentinos cocinamos siempre de más y un ejemplo es el asado. Si no te sobra media parrilla, por ahí te tildan de amarrete. Es nuestro ADN y quizás tenga que ver con la herencia. Nuestros abuelos entendían que comer mucho y calórico estaba asociado a la buena salud, lo cual hoy sabemos que es inexacto”.

   La frase pertenece al cocinero Alvaro Aristizábal, que agrega: “También se perdió la cultura de cocinar en casa y entonces, cuando lo hacemos, no medimos bien”.

 

   El “Vasco” dice que para calcular mejor hay que dejar de lado ciertos patrones.

   “Vuelvo al tema del asado. Siempre decimos que se debe comprar medio kilo de carne por persona más achuras. Es muchísimo, sobre todo si hay picada. Lo mismo una taza de arroz por persona, cuando su volumen aumenta 2,5, veces. Para alguien que vive solo eso puede servir hasta para dos comidas, en especial a modo de guarnición”.

   Recomienda comer verduras, sobre todo las de hoja.

   “Te exigen mucha masticación y eso genera mayor sensación de saciedad. Comer despacio es otra clave, provoca antes la saciedad y el cuerpo asimila mejor las cosas”.

   ¿Algunos tips para no desperdiciar alimentos? “Si sobra asado, se puede pensar en una sopa. Juntás todos los huesos y los ponés a hervir con alguna zanahoria o cebolla. Eso te va a dar un caldo soberbio. Luego lo colás y usás el líquido. Con carne bien desgrasada tenés la base de la sopa. Le agregás algún fideo y queda tremendo”.

   Otra es reutilizar el arroz sobrante con una base de verduras salteadas. O reciclar fideos en forma de tortilla.

   “Nuestras madres eran maestras en eso. Hay que buscar un poco la magia del asunto”.

   Otro tema importante: en las heladeras de las casas los alimentos cocidos pueden durar de 48 a 72 horas. Es decir, no hay que apurarse antes de ir al tacho.

Cocinar de más, pero saber conservar

   "Mi recomendación, con el poco tiempo que todo el mundo tiene hoy, es que se cocine de más pero que se sepa aprovechar ese resto de alimentos”, dice la licenciada en Nutrición, Paula Larreguy.

   “Si es posible debemos cocinar hasta duplicar lo que vamos a comer hoy, para luego guardar en tupper en la heladera (hasta 2 o 3 días) o en freezer por meses. De esta manera, al momento de comer, simplemente tenés que unir alimentos ya preparados”.

   Por ejemplo: arroz o lentejas ya hervidas, vegetales como zanahoria rallada o tomates, o lechuga lavada y seca con el secador de hojas. O descongelar del freezer guisos de lentejas o arroz hechos previamente.

   Organizar las heladeras es fundamental.

   “Porque sino muchos caen en comprar o pedir comida rápida y no siempre es saludable. Tal vez conocen algún sitio de viandas saludables, pero el costo es mayor que cocinar en casa. ¿Qué mejor que la comida casera?”.

   Larreguy asegura que es importante la unión de los individuos que viven en un hogar, que todos estén pendientes de ir renovando el stock de alimentos cuando se terminan: hervir huevos, rallar la zanahoria, hervir vegetales y dejarlos para sopa o guisos.

   “De este modo, la mujer, el hombre y los niños, considerando que todos tienen muchas actividades en el día, ponen su granito de arena para que nunca falte algo saludable en la heladera y así resolver las comidas en tiempo acotado”.

Un estudio sobre los desechos de Bahía en general

   En 2012 se realizó un Análisis Estadístico de los Residuos Sólidos Domiciliarios de Bahía Blanca.

   El objetivo principal era elaborar un plan para la Gestión Integral de los Residuos Sólidos Urbanos (GIRSU), pero los resultados también reflejaron aquello que la basura dice de nuestras costumbres.

   “Encontramos situaciones de todo tipo. Por ejemplo, era previsible que no hubiera muchos pañales en la zona de Palihue, porque tiene una población mayoritaria de gente de edad mediana, con pocos niños pequeños y ancianos”, comentó tiempo atrás a “La Nueva” la doctora en Ingeniería Química, Silvia Barbosa, coordinadora del proyecto.

   “En cambio, no era previsible la gran cantidad de bandejitas de comida hecha, así como cajas de pizza y empanadas, en los barrios de relativo menor poder adquisitivo”, agregó en aquella oportunidad.

   Al principio creyeron que había un error, pero el dato se mantuvo durante todo el estudio.

   Al relacionarlo con la demografía, la conclusión fue que en esas zonas vivía mayoritariamente gente joven, sobre todo de 25 a 40 años, un segmento con menos costumbre de cocinar en casa.

   El estudio también describió que en el término de 7 años (2005-2012) un habitante de Bahía Blanca pasó de generar 550 gramos de residuos por día a 715. Hoy esa cifra se sitúa en torno a los 800.

   El análisis se realizó a partir de un consorcio convocado por la empresa Dow, que incluyó a la Municipalidad, la UNS, la UTN y la entonces prestadora del servicio de recolección Covelia SA, entre otras instituciones.

   Además de diseñar el GIRSU, otras metas eran evaluar la Ecoplanta de Cerri, desarrollar una campaña de concientización ciudadana y promover la separación de residuos en origen.

   Sin embargo, poco después de concluido el análisis, la comuna se desvinculó del consorcio, el cual fue perdiendo fuerza hasta que el trabajo se discontinuó.

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