Bachelet pasa a la historia

Bachelet pasa a la historia
Desde que nació, en 1951, Verónica Michelle Bachelet Jeria se acostumbró a convivir con la historia. Con un papá miembro de la Fuerza Aérea y una madre antropóloga, sus primeros años de vida transcurrieron entre las ciudades de Quintero, Antofagasta y Santiago. Inclusive, antes de la adolescencia ya había pasado un tiempo por Estados Unidos.
En Antofagasta, la ciudad más importante del norte de Chile, conoció a Evelyn Matthei, la candidata de la derecha que ayer no pudo ganarle al “fenómeno Bachelet”. Los padres de ambas “niñas” fueron destinados por la Fuerza Aérea a ese lugar en 1958. No sería la última vez que ambas familias se toparían.

Cada uno de esos lugares, más un pasado que la enfrentó cara a cara con la dictadura de Augusto Pinochet, fueron moldeando su carácter. En 2002 se convirtió en la primera ministra de Defensa de Latinoamérica, cuatro años más tarde fue la primera mujer elegida presidenta en este rincón del mundo. Y ayer, engrosó aún más su historia al llegar, por segunda vez, a La Moneda.

Desde pequeña, cuando estudiaba en el emblemático Liceo N° 1 en Santiago y luego en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, se destacó por su inteligencia y compromiso. En sus tiempos universitarios se hizo socialista y apoyó los ideales del ex presidente Salvador Allende en la construcción de un mejor país.

Pero no todo ha sido felicidad para la doctora socialista.

Su padre, Alberto Bachelet, tenía un puesto clave en el gobierno de la UP y se mantuvo “leal al Compañero Presidente” cuando el 11 de septiembre de 1973, los militares al mando de Augusto Pinochet perpetraron el golpe de Estado. A Bachelet padre lo tomaron preso sus mismos hermanos de armas, lo golpearon y humillaron hasta que, en marzo de 1974, murió a causa de las torturas. En ese tiempo, el director (en lo formal) del lugar donde estuvo detenido era el coronel Fernando Matthei, su amigo desde los tiempos en Antofagasta. Y que más tarde gobernaría Chile con la Junta Militar. A Michelle la toman presa y también es torturada por los agentes de la policía secreta en los centros de detención Villa Grimaldi y Cuatro Alamos, donde estuvo detenida junto a su madre. En 1975, ambas son expulsadas del país. Vivió el exilio en Australia y Alemania, donde continuó sus estudios de medicina y se casó con el arquitecto chileno Jorge Dávalos.

Tras varios intentos por regresar al país, en 1979 consigue el permiso y aprovecha para sacar el título de Médico Cirujano, desempeñándose en el sistema de salud pública y más tarde trabajando en ONG dedicadas a atender a hijos de detenidos y de víctimas de la dictadura.

Ya en 1990, con el retorno de la de democracia, integró la Comisión Nacional del Sida, fue consultora de la Organización Panamericana de Salud (OPS) y trabajó en el Ministerio de Salud.

En 1996, y a pesar de la rabia y frustración que le hizo vivir el mundo militar, se especializó en temas de Defensa Nacional. “Quería ayudar a la reconciliación nacional”, han dicho sus allegados. Cuatro años después, asume como Ministra de Salud en el gobierno de Ricardo Lagos, iniciando un ascenso político que en 2002 la instaló en la cartera de Defensa. Bajo su gestión, se lograron importantes modificaciones en las fuerzas armadas. Pero sin duda, las imágenes de Bachelet vestida de comando arriba de un Mowag en las inundaciones de ese año fueron el trampolín que la puso como presidenciable. Bachelet había logrado dar la mano a los jefes de una institución que mató a su padre y revertido la opinión que sobre ella tenían los círculos castrenses. En un simulacro de guerra a dos bandas con Perú y Argentina, alcanzó un desempeño “sobresaliente” en el peor de los escenarios. La alianza estaba sellada.

Luego, la gente empezó a hablar de ella. Arrasó en las encuestas, lo que llevó a que posibles candidatos a la presidencia por esos años dieran un paso al costado. Primero cayó el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, quien figuraba como el heredero de Lagos, y más tarde Soledad Alvear, una vieja política demócrata cristiana. Bachelet, sin ser de ese mundo y casi sin proponérselo, se convirtió en la candidata de la Concertación, luego derrotó a Sebastián Piñera y dio inicio a un período de gobierno centrado en el logro de mayor equidad e inclusión social en el país.

En 2010, la Concertación acusó el desgaste de varios lustros de poder y no pudo levantar una candidatura potente. Eduardo Frei no logró convencer y fue derrotado por la derecha a manos el propio Piñera. Bachelet entregó el poder con casi el 80 por ciento de popularidad. En Chile no hay reelección y a los meses partió a Nueva York a hacerse cargo de ONU Mujer. Ahí estuvo hasta marzo de ese año, cuando la Concertación, hoy rearticulada como Nueva Mayoría, la eligió otra vez candidata al ganar las primarias del sector y más tarde imponiéndose en la primera vuelta, con un 46 por ciento de los votos.

Pero ¿qué la hace ser tan popular? Bachelet no es buena para el debate cara a cara, tampoco es resolutiva, le gusta formar equipos y desde ahí decidir. A veces titubea, se enreda o no maneja todos los temas. Quizás esa sensación de “no sabérselas todas”, como los políticos de tomo y lomo, la hace más cercana. Su historia de vida, mística, empatía y afabilidad lograron romper la tradición chilena y de los partidos políticos de postular y luego elegir a un hombre como gobernante. Con ello se abrió un poco más la puerta a la inclusión femenina en esta arena. Ella es de la calle, de abrazos, risas y conversaciones.

Además es agnóstica y separada, madre de tres hijos, la menor la tuvo estando soltera, lo que en Chile aún para muchos es un pecado mortal.

No sólo fue de ideas claras desde su infancia sino además muy independiente. “Supongo que cuando era joven pensaba en cambiar todo, pero hoy la veo muy cuidadosa, estudia a fondo lo que tiene que ver y si no sabe algo dice que no sabe y lo estudia. Ella no tiene miedo a decir que no sabe, todo lo contrario. Ella trata de no herir a nadie, les tiene mucho respeto a las personas “, ha dicho su madre.

Inclusive esta delicadeza la ha mantenido con su contrincante, Evelyn Matthei, quien desde que fue elegida candidata de la derecha desplegó toda su artillería contra la doctora socialista.

Críticas a su falta de liderazgo en su primer período (sobre todo en su accionar en el terremoto y tsunami de 2010), la implementación del Transantiago (el sistema de transporte público que a duras penas ha ido mejorando) y las tareas pendientes en educación fueron algunos de los temas que Matthei sacó a la pizarra a Bachelet y que serán los mismos que la ciudadanía le pedirá se solucionen a la brevedad.

Sobre todo en educación, donde la tarea de Bachelet quedó coja por la neutralización que hizo la derecha a sus proyectos y también por no insistir en ellos. Ahora la presidenta electa tiene la mayoría absoluta en el Congreso, por lo que las reformas deberían hacerse. De lo contrario, la calle se manifestará. Las expectativas son altas, la gente confió en las 50 medidas anunciadas por la doctora para los primeros cien días de su gobierno y que incluyen una nueva Constitución y educación gratis y de calidad. Las medidas se dividen en 15 áreas temáticas y tendrán un costo de 720 millones dólares durante el año 2014. Algunos de los principales compromisos son el envío del proyecto de reforma tributaria así como el que crea una AFJP estatal.

“Esta es una candidatura que se está preparando para gobernar, la estamos haciendo con toda la seriedad y responsabilidad, por lo que significa y dentro de los plazos que nos hemos propuesto”, fue el compromiso de la doctora. Habrá que ver cómo lo hace en esta segunda versión de Bachelet en La Moneda.

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