Axel Kicillof, gobernador: la crisis, la deuda, Cristina Kirchner y la furia de los intendentes

Axel Kicillof, gobernador: la crisis, la deuda, Cristina Kirchner y la furia de los intendentes

Qué pasa hoy por su cabeza. Del Papa a Marx. El refugio en su equipo, la gestión y la polémica por la seguridad.

 

Un sindicalista importante llamó hace unos días a Axel Kicillof​ para hacerle un reproche.

 

─Che, hablé con un par de intendentes y me dijeron que fueron a hablar con vos, que te propusieron cosas y que los escuchaste, pero que después no les diste bola─ le dijo.

Hablaban en confianza. Se conocen desde los tiempos en que Kicillof era ministro de Economía de Cristina Kirchner​. No era, sin embargo, la primera vez que alguien intercedía frente al gobernador para hacerle llegar ese tipo de planteos de parte de los alcaldes del Conurbano.

─¿Ah sí? Y yo el otro día en una recorrida estuve con dos dirigentes de tu gremio que te putearon en diez idiomas─ le respondió Kicillof.

En su escritorio de la gobernación tiene dos teléfonos, el fijo y el celular, cuyo número no ha cambiado desde que asumió. Ambos aparatos suenan sin parar. Sus asesores cuentan que responde todos los requerimientos. Pero que responder no quiere decir conceder. Tampoco quiere decir que las conversaciones sean siempre amables. En verdad, si uno se guía por lo que susurran muchos dirigentes del heterogéneo arco que compone el Frente de Todos, y en especial lo que afirman los intendentes oficialistas, desde que se instaló en La Plata Kicillof no concedió casi nada.

Cuando alguien se lo dice, él se ríe: cree que en las internas políticas hay mucho folclore y que los periodistas quieren agrandar las fisuras con una notoria intencionalidad.

En su equipo de comunicación le preparan a diario un parte de prensa con las principales noticias. ¿Será cierto que él no lee los diarios? Cree que está destinado a sufrir cuestionamientos del sistema que a los dirigentes de la política clásica no le formulan. Hace unos días le comentaron que Daniel Scioli, cuando ocupaba su sillón, hablaba de “los machos del off the record”. Kicillof no conocía la frase.

"Está encerrado. Se quedó con todo el gobierno para él solo y no le interesa hacer política ni establecer vínculos personales", lo critica un intendente de la nueva camada que transita por su segundo mandato. “Se comporta como un gerente. Es un gerente progre”, afirma otro alcalde, con sede en el norte del Conurbano.

Los más antiguos sostienen que nunca un gobernador estuvo menos propenso a negociar cargos y políticas públicas. Es cierto que por ahora los reproches son apenas en voz baja. Para esta nota fueron consultados seis jefes comunales. Ninguno quiso exponerse.

"A Axel lo llaman y le piden puestos o le recomiendan gente y le mandan los CV, pero después él decide qué hacer", grafican en La Plata. Nadie podría asegurar que se trata de una sorpresa. Quienes conocen a Kicillof desde la secundaria advierten que es una persona desconfiada y con cierta tendencia a creerse infalible. Hace un tiempo, en José C. Paz, pareció hacerse cargo de su estilo y dijo: "Yo tengo mi propio equipo".

Lo volvió a insinuar el viernes, en una reunión con los intendentes de la tercera sección. La cita duró una hora y media. Más de uno confesó haber mirado el reloj porque el tiempo pasaba y no se producía ningún anuncio concreto. “Habló de la historia de la casa de gobierno, de la historia del color de la casa provincial, de la historia de los gobernadores de la provincia... está todo bien, pero nosotros queríamos hablar de la agenda”, confió uno de los asistentes.

Con Kicillof son frecuentes este tipo de disquisiciones. Le apasionan tanto las matemáticas y la teoría económica como la historia. El jueves a las tres de la tarde, mientras almorzaba una ensalada de salmón en su despacho -de frente al cuadro de Juan Manuel de Rosas que le regaló el Presidente-, un interlocutor lo vio hojear un voluminoso libro de tapa roja con la historia de la provincia de Buenos Aires que acababa de comprar por Mercado Libre. ¿Una provocación para aquellos que se burlan de su supuesto desconocimiento del territorio? El libro está abierto, señalizado, con anotaciones. Quien entra a su despacho no puede no verlo.

Kicillof tiene desde chico voracidad por la lectura. Nació en Recoleta hace 48 años, se crió en una familia judía e intelectual, con padres psicoanalistas y con un hermano que llegó a trabajar para Bill Gates. Hizo la secundaria en el Nacional Buenos Aires y cursó Economía en la UBA.

Contó alguna vez que tardó 8 años en hacer su tesis sobre John Keynes. El trabajo se titulaba “Génesis y estructura de la Teoría General de Lord Keynes”. Sacó 10. Desde entonces, utiliza esa tesis para argumentar por qué se define como keynesiano y no como marxista, que es la definición que muchos hacen de él.

Además de keynesiano, se asume estructuralista, peronista y ─esto es lo más reciente─ como “franciscano”. El Papa lo ha conquistado con sus referencias al capitalismo y a sus efectos sobre la pobreza. Quizá nadie lo hubiera imaginado en su época de militante universitario, cuando escribía y discernía sobre Marx.

El idilio con Cristina continúa. La exalta siempre. La considera la gran estratega política del país y piensa que la victoria de Alberto Fernández fue la de ella. Hay quienes especulan con que Cristina podría tolerar un fracaso de Alberto Fernández, pero nunca uno de Axel.

Otra vez: los intendentes no entienden los motivos de semejante apuesta. Uno de ellos se pregunta con ironía por qué Axel no aprovecha esa sintonía y le pide a Cristina que lo ayude a recuperar los recursos que la Nación le retacea.

En la Provincia, de todos modos, se abre una grieta entre los 70 intendentes peronistas y kirchneristas que forman parte de los 135 municipios. “Una cosa son los seis o siete fanáticos y otra el resto. La lógica de nuestra relación es así: gobernamos bajo tensión y limamos las diferencias en la campaña. Lo nuevo es que sabemos que Kicillof no nos va a escuchar y que no va a cambiar. Le gusta la cátedra”, cuenta uno de los alcaldes más enojados.

No es solo el trato que les brinda, o que no les brinda. Tampoco es únicamente su forma de construcción, si es que la tiene: así como Alberto Fernández se niega a armar el albertismo, Kicillof no ve posible el kicillofismo. Aspira, sin decirlo, a ser algún día el heredero natural del dedo de Cristina. Desde luego: quiere ser presidente.

Antes tendrá cientos de ocupaciones. Una, sobre todo. La política de seguridad amenaza con convertirse en el gran dilema de su administración, no solo por las diferencias con Sabina Frederic. “No hay plan”, dicen los intendentes, los primeros que sufren, después de las víctimas, cuando las tasas del delito escalan.

Es que, para algunos, la seguridad está peor encaminada que en la época de María Eugenia Vidal porque la Bonaerense “no sabe qué tiene que hacer”.

Kicillof lo niega. Confía en Sergio Berni. Otra rareza. Cualquiera podría suponer que ideológicamente está más cerca de Frederic. “Puede ser, pero para la provincia necesitamos a Berni ─asumen en su entorno─. Hay que reencauzar la cadena de mando y él es de los pocos que conoce a todos los actores”. Los movimientos sociales con orientación de izquierda ya pusieron el grito en el cielo: “Berni se cree Rambo”.

 ¿Y la crisis económica? Kicillof aguarda, como todos, el final de la negociación con el FMI y los bonistas. Habla de una maniobra audaz por parte de la Casa Rosada. Y considera que esa maniobra es posible porque nadie está jugando al default en el Fondo. Aunque Kicillof coincide con Alberto Fernández con que nada sería peor que un mal acuerdo. Es una sensación que crece cuando se empantana el diálogo. ¿Eso significa que, llegado el caso, sería preferible el default?

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