Áspera reunión entre Aníbal y Pérez para acordar una tregua

Hubo pases de facturas y demandas cruzadas; se pactó bajar la belicosidad pero con condiciones

Una hora de reunión, varias quejas repetidas, reproches mutuos y un condicionado compromiso. Aníbal Fernández y Alberto Pérez, el hombre de mayor confianza de Daniel Scioli, pactaron ayer una débil tregua para intentar apagar el fuego cruzado que tras la paliza electoral que sufrió el oficialismo se comió buena parte de la campaña hacia el ballottage.

Con condiciones, los dos acordaron que dejarán de criticarse mutuamente, pacto que se pondrá a prueba esta mañana, cuando el jefe de Gabinete nacional hable, como lo hace todos los días, se supone, en un tono más moderado.

El acuerdo, que según describieron desde ambos lados asoma frágil, implica que el sciolismo deberá guardarse su bronca en público por el arrastre negativo que la boleta de Aníbal Fernández generó en el candidato presidencial del oficialismo. A cambio, el funcionario de Cristina Kirchner dejará de desparramar denuncias de traiciones.

El compromiso es un intento por aplacar el caldeado ánimo en el que entró la interna del kirchnerismo, que arrancó desde el lunes con la acusación del funcionario nacional de que había perdido por culpa del "fuego amigo".

En nombre de Scioli, Alberto Pérez garantizó que los dirigentes puros del espacio político del gobernador bonaerense también se llamarán a silencio. Si no cumplen, unos y otros, volverá la tensión. Ni desde el búnker de campaña del Banco Provincia ni desde la jefatura de Gabinete nacional se animaban ayer a dar garantías de que la reunión pusiera fin a la pelea, pero por lo menos, abrían un principio de acuerdo.

Antes de la tregua, que se selló en un encuentro de una hora, desde las 10.30, en la Casa Rosada, Aníbal Fernández había insistido con disparar munición gruesa. En un tiro por elevación al propio Scioli, dijo que la única persona que lo había bancado cuando se difundieron las denuncias por su presunta vinculación con el triple crimen de General Rodríguez había sido Cristina Kirchner. Para aportar mayor tensión, había apuntado directamente al corazón de la actual gestión bonaerense ventilando que le gustaría saber cuáles eran "los negocios tan importantes que [algunos empresarios] tienen con la provincia", que suponían que él "no iba a permitir que siguieran adelante". Habló de "negocios grandes que dejaban muchísimo dinero".

Aunque ahora se comprometió a bajar el tono en sus declaraciones, el jefe de Gabinete sigue pensando que sin la ayuda de Ricardo Casal, el actual ministro de Justicia de Scioli, las cámaras del programa de Jorge Lanata no podrían haber ingresado al penal de General Alvear, donde uno de los condenados por el triple crimen, Martín Lanatta, le adjudicó ser el autor intelectual del asesinato. El otro al que responsabiliza, ya por la derrota, es Julián Domínguez.

Tras la reunión, cerca de Scioli se mostraron satisfechos y contaron que lo que se buscó con el encuentro entre Aníbal Fernández y Alberto Pérez fue "zanjar algunas cuestiones". Sutilezas de la guerra. Contaron además que el funcionario nacional "se puso a disposición para colaborar con la campaña", un compromiso que quedó supeditado al silencio del lado sciolista.

El reproche de Aníbal corrió hacia el diputado provincial Guido Lorenzino, vocero habitual del gobernador, que había adjudicado la responsabilidad de la derrota únicamente al jefe de Gabinete. "Si ellos cumplen, nosotros cumpliremos", fue la palabra que dio el funcionario de Cristina. A la tarde, Aníbal se fue a Olivos para verse con la Presidenta.

La reunión, pedida por Alberto Pérez, respondió más bien a un reclamo de los intendentes y dirigentes del oficialismo que entre ayer y anteayer trajinaron las oficinas del Banco Provincia para pedirle a Scioli que asumiera el liderazgo de la campaña y le exigiera a Aníbal Fernández que se callara.

Según el sciolismo, no les molesta que los que hablen en contra del gobernador sean Ricardo Forster y o Hebe de Bonafini. Creen que eso los fortalece en la idea de sumar a otros sectores. Lo que necesitaban era, en rigor, cortar la batalla dentro del peronismo. Hoy, cuando hable Aníbal como todas las mañanas, comenzará a vislumbrarse la fortaleza o debilidad de la tregua.

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