Aspectos económicos de la reforma tributaria

Aspectos económicos de la reforma tributaria

El gobierno nacional ha anunciado los lineamientos de la reforma tributaria. Se proponen muchos cambios, la mayoría entrarían en vigencia en forma gradual en un plazo de cinco años. Esto puede generar inconvenientes si algunos no se concretan o porque determinadas modificaciones van más rápido que otras.

 

Para simplificar, en los párrafos que siguen me concentraré en evaluar el impacto sobre determinadas variables económicas comparando la situación que regiría en el año 6 si se aprueban todos los cambios respecto de la actual.

 

 

Espíritu general de la reforma. En la medida en que se espera un costo fiscal tanto para las provincias por las rebajas en ingresos brutos y sellos y para la Nación (estimada en 1.5% del PIB por el propio gobierno) se puede calificar a esta reforma como supply side. De hecho el Gobierno espera compensar la caída de recaudación proyectada con el crecimiento adicional que generaría la reforma.

 

 

Dado el elevado déficit fiscal esto plantea un riesgo obvio: qué pasará si no se cumple ese crecimiento adicional al proyectado antes de la reforma. Parecería que el Gobierno espera que las provincias compensen su pérdida de recursos controlando el gasto primario en base a lo acordado en el marco de la responsabilidad fiscal y, probablemente, busque hacer algo similar con el gasto nacional, aunque no es claro todavía cuáles serían las partidas que aportarían el esfuerzo adicional.

 

 

Claro que, si se resuelve airosamente este problema, la Argentina habrá dado un enorme paso positivo al reducir el peso del estado en la economía y bajar la presión tributaria global. Pero hay algo de voluntarismo, al menos en lo que se presentó ayer, que podría ser subsanado si hay otras reformas que aseguren la reducción adicional del gasto primario.

 

 

- Inversiones y exportaciones. La reforma reduce en forma importante los impuestos sobre ambas. Por un lado, reduce del 35% al 25% la alícuota que grava las ganancias reinvertidas por las empresas, y reduce notablemente el sesgo anti-producción nacional del sistema actual al eliminar buena parte de la cascada en ingresos brutos (se propone llevar a cero las tasas para el sector primario, la industria y la construcción y reducir la que grava a la actividad financiera), eliminar sellos que es otro impuesto en cascada y acotar el impacto negativo del impuesto a las transacciones financieras al permitir que se utilice la totalidad como pago a cuenta de ganancias.

 

 

Además, se garantiza la devolución de los saldos a favor del contribuyente por IVA pagado en el proceso de inversión que hoy se demora hasta que la firma entra en marcha.

 

 

Consumo. En lo que respecta a impuestos que recaen sobre el consumo de todas las actividades de la economía hay una reducción importante por la reducción/eliminación de los impuestos en cascada que también afectan el precio de venta al mercado interno. Este efecto es importante porque se reducirían impuestos por alrededor de 3% del PIB que hoy sufren los exportadores, los productores nacionales y los consumidores.

 

 

Además hay varias modificaciones en impuestos internos a determinados consumos, con algunas reducciones (electrodomésticos, autos y motos de gama media) y algunas subas (algunas bebidas alcohólicas y bebidas con azúcar). Aquí pueden aparecer problemas en la medida en que se modifiquen los impuestos en forma diferencial para un producto respecto de los sustitutos cercanos. Pero no hay mucho sustento para justificar que algunas bebidas alcohólicas no sean gravadas con impuestos especiales; esa es la norma en el resto del mundo al intentar combatir la externalidad negativa que genera el consumo de alcohol.

 

 

Empleo. La reforma reduce la tributación sobre los asalariados de menores ingresos pero aumenta los impuestos para los de ingresos medio altos y altos. Esto ocurre porque se introduce un mínimo no imponible para las cargas patronales de $ 12.000 al mes que favorece a las personas con menores ingresos formales, pero al aumentar las cargas patronales del 17% al 19.5% y eliminar el tope de $ 82.000 para los aportes personales se aumenta la tributación sobre las personas que ganen más de ese monto (para quien tiene un sueldo bruto de $ 82.000 los 2.5% de mayores cargas patronales son iguales que el 17% sobre los $ 12.000 de mínimo no imponible).

 

 

En general, la tributación sobre los ingresos de los asalariados (computando aportes personales más cargas patronales) se reduce para la mayoría de empresas. El efecto final para cada una es complicado de estimar ya que se propone eliminar la porción de cargas patronales que se acredita contra el IVA (favorece más a las empresas más alejadas de Buenos Aires), se eliminarían los beneficios a algunos sectores que hoy pagan menores cargas patronales (educación privada), las sobretasas que hoy castigan a otros y las reducciones para las microempresas con menos de 5 empleados.

 

 

Además, deberían perder (o ganar menos) las empresas con una mayor proporción de trabajo calificado que cobra salarios relativamente mayores a los del promedio de la economía.

 

 

Ahorro. Los impuestos sobre el ahorro aumentan respecto de la situación actual al gravarse la renta financiera hoy exenta y aumentar la tasa marginal sobre los trabajadores que tienen un sueldo bruto mayor a $ 82.000 que pasa del 35% actual (sólo por ganancias) a alrededor de 45% (ganancias al 35% sobre un menor sueldo neto de aportes personales sin el tope).

 

 

A nivel conceptual es difícil criticar la decisión de gravar la renta financiera, máxime cuando otros ingresos del capital como dividendos y alquileres están gravados al 35%. Las críticas pueden hacerse respecto de la oportunidad y sobre la instrumentación. En este último caso, se requiere definir aspectos complejos (entre otros, derivados, ganancias de capital) y con el riesgo que se graven ganancias nominales que son pérdidas luego de que se ajustan por inflación (lo que ha ocurrido en algunos meses recientes para los plazos fijos).

 

 

Conclusión. La decisión de reducir la carga tributaria sobre la producción, la exportación, la inversión y el empleo de menor calificación es positiva. Hay algo de voluntarismo en las proyecciones que pueden servir para movilizar a la dirigencia a reducir el gasto o a complicar la reducción gradual del déficit proyectada por el Gobierno.

 

 

El punto más débil de la reforma es el aumento a los impuestos sobre el ahorro. Si bien le aporta progresividad a la propuesta, es conocido que la Argentina tiene bajísima inversión, pero a pesar de ello tiene un déficit externo importante lo cual revela que el ahorro nacional es aún más bajo. Subir los impuestos a los asalariados con mayor tasa de ahorro y aumentar la tributación sobre los ingresos de capital puede generar algún desincentivo, aunque debe señalarse que, en base a la evidencia internacional, la forma más eficaz de corregir el déficit externo pasa por reducir el consumo del sector público y no tanto por modificar los incentivos al ahorro privado.

 

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