El “arenero monstruo”

El “arenero monstruo”

TRAS DIEZ AÑOS DE TRABAJO, LEONARDO GALVAN CONSTRUYO UN VEHICULO GIGANTESCO, QUE IMPACTA EN CLAROMECO

Leonardo Galván le dedicó diez años de su vida al proyecto de crear un vehículo único, un arenero de dimensiones gigantescas que ya recorre las arenas de Claromecó y pesa nada menos que 9 toneladas. Tamaño emprendimiento le valió el mote del “loco Leo”, pero nadie se resiste a acercarse al ‘monstruo’, capaz de arrancar árboles de raíz y trepar médanos, pero también de traccionar un barco de pesca. Lo hizo en la vereda de su casa, soldando y seleccionando “fierros”, cumpliendo un sueño de pibe que hoy recorre el mundo y está en “El Periodista”  

Su presencia en la playa es imponente. Y tal como lo pensó alguna vez su creador, Leonardo Galván, pescador artesanal y techista que ha vivido sus 40 años de existencia en Claromecó, llama la atención de quienes lo contemplan como si fuera un gigantesco animal que se mueve sobre sus impresionantes ruedas y deslumbra a su paso con colores, con sonido, con su aspecto tan único como atractivo. Es el “arenero monstruo”, como lo bautizó su hacedor, y no hay quien se resista a acercársele cuando circula por la arena.

Poseedor de una lancha de pesca también de dimensiones importantes, “Leo” imaginó este vehículo con la fuerza suficiente como para sacarla al mar, pero el proyecto terminó por ser mucho más que eso. “Ese es uno de los motivos por los que lo fabriqué, precisamente, porque es una especie de tractor modificado. Empecé con este proyecto en el año 2004. Fue una ocurrencia y así como la plasmé en mi cabeza alguna vez, la pude desarrollar prácticamente al detalle. Fue de atrevido, nomás, porque desde la adolescencia siempre anduve entre fierros, rompiendo, probando…Tuve autos de carrera, un Mar y Sierras, hasta un jeep de safari, pero siempre como aficionado porque nunca fui a correr ni nada por el estilo. Tuve vehículos interesantes, lindos, y este es el máximo exponente porque me llevó diez años de trabajo. Quizá después de este no vuelva a hacer nada, ¡porque me sacó diez años de vida y de plata!”, confió, no sin orgullo, a “El Periodista”, disfrutando de su criatura a la orilla del mar.

“Monster trucks”

“El diseño lo imaginé pensando en esas camionetas ‘monster’ que se ven en Estados Unidos pisando los coches. De hecho, las ruedas traseras son iguales a las que usan esos rodados. Siempre había alucinado con armar algún aparato que pudiera usar esas ruedas, y fue así que las pude comprar en el año 2004, acá en la Argentina –son conseguibles, aunque también se pueden importar-. Pero hay que tener en cuenta el precio: sólo una rueda de estas debe andar en los 60.000 pesos, más otros 30.000 de llanta”, aseguró.

Lo cierto es que no sólo las ruedas traseras impactaron, más allá de su tamaño, en el costo total de la creación. “Todo este vehículo es carísimo, tiene puestos cientos de miles de pesos. Los tubos que conforman la jaula son caños petroleros, tiene el chasis de un camión, el motor es Ford V8, muchos detalles en acero inoxidable, faros de Hilux. Y todo es plata de trabajador, siempre, así que por eso demandó tanto tiempo. Con el dinero en la mano, quizá en dos años se puede terminar”, admitió Galván.

La idea fue tomando forma en la cabeza de este “fierrero”, que ni siquiera tuvo que dibujarlo para saber de manera exacta lo que quería. “El proceso empezó comprando las cubiertas y extrayendo el chasis de un camión; después fabriqué las llantas de estas ruedas especiales, viajando durante meses a Tres Arroyos donde conté con gente capacitada y bien equipada para hacerlo, y cuando tuve la transmisión, el chasis, el motor, las ruedas, digamos casi todo menos la carrocería, surgió el tema de cómo iba a ser la jaula. Porque el tema es que el vehículo pesa miles de kilos, así que si tenía una jaula común y corriente había riesgo de que, en determinadas condiciones, pudiera volcarse hacia atrás y en ese caso, con un cinturón de seguridad y una buena jaula te asustás un poco y comés arena, pero con una convencional se puede morir aplastado por los fierros. Se hizo pensando por eso en una cuestión de seguridad, por eso utilicé caños petroleros, de manera que posiblemente sea la única jaula de este material”, describió, aportando otra característica excluyente de este particular rodado.

Antes de construir esa jaula, primero fue necesario averiguar si se podría hacer, conseguir algunas curvas especiales y los caños adecuados. “Me asesoré bien, lo que es importante porque se trata de curvas que se usan en gasoductos específicos, pero nada es imposible, incluso hay en Tres Arroyos”, admitió.

La posibilidad de conseguir los elementos que le permitirían plasmar el diseño que había surgido en sus pensamientos hizo que Leonardo se fuera animando a más. “Está todo forrado el piso, y el tablero, sus 8 caños de escape, los laterales, estribos, selectora de cambios y demás están fabricados por mí en acero inoxidable que vino de Buenos Aires, gracias al contacto que hice con una persona de allá”, contó.

Al mismo tiempo, tanto los años que empleó en llevar adelante este diseño único, con sus propias manos, como el dinero que invirtió, transforman al “arenero monstruo” en un rodado que, a criterio de su dueño, “no tiene valor comercial. Esto es como un fósil, tiene un interés impresionante para la humanidad pero no es fácil establecer el precio; un fósil vale millones pero al mismo tiempo no vale nada. A mí me costó mucho dinero, diez años de trabajo, garra, lo que lo hace un vehículo único. Pero si tuviera que venderlo es imposible que me paguen en dinero todo esto. Si fuera así, creo que me cambiaría la vida”, sostuvo Galván.

No habrá ninguno igual…

Hay más detalles que hacen del “arenero monstruo” un rodado único. “No hay nada parecido. He buscado por distintos lugares y no existe; tiene 15 cambios hacia adelante y 10 para atrás, doble caja de transmisiones, y todo eso hecho durante 10 años, por una sola persona, y en Claromecó, donde a veces se dificulta conseguir un tornillo. Por eso hubo, además, horas de teléfono, plata en fletes y viajes, todo el doble de lo que costaría hacerlo en Buenos Aires, donde uno da la vuelta a la manzana y consigue el fierro o el electrodo que quiere. Acá disponemos de lo básico, lo más sencillo”, consideró “Leo”.

No es menos particular su proceso de puesta en marcha, que se concretó prácticamente a la vista del público. “Le llama la atención a mucha gente, y eso que acá la mayoría lo conoce desde el principio, porque lo armé en la vereda de mi casa. Fui soldando los caños, como un loco de la guerra, y de ahí me quedó ‘el loco Leo’ para todos”, aseguró, entre risas.

Lo cierto es que la criatura, que en el momento de esta entrevista de “El Periodista” tenía apenas días de puesta a rodar, todavía está en proceso de ajustes para cumplir, en principio, con la función para la que fue diseñada, además de servir como una excelente opción para pasear ante el asombro de locales y visitantes. “Hay que calibrarle algunas cosas, porque tiene demasiado poder pero todavía patina. Hay que llenarle las ruedas traseras con agua en lugar de aire, como se hace con los tractores, para que pueda traccionar sobre la arena y arrastrar un barco pesado como el que tengo. Hace apenas un mes que está andando, y le queda quizá un año más por delante de construcción para poder terminarlo con todos sus detalles. Lo habré usado 10, 15 veces. Es para tirar el lanchón y para pasear, sacarse fotos, y hacerlo conocer donde sea”, señaló.

Repercusiones

El “arenero monstruo” no convoca la atención solamente de los turistas que lo ven en la playa, sino que ha tenido también importantes repercusiones en las redes sociales, figura en la página de El Garage TV y tiene seguidores hasta en Turquía y Australia. “La idea es que sea un patrimonio de Claromecó, lo hemos hablado con el delegado, con la gente del Museo, que quede como algo hecho por un nativo de acá pero que a su vez es el arenero más grande del mundo”, sostuvo Leonardo.

Quizá por todas estas razones, admitió que no está seguro si sería capaz de construir, a pedido de alguien que eventualmente apareciera, un vehículo similar. “Como su fabricación es artesanal, no depende tanto del dinero con que cuente la persona que me lo pida sino del tiempo, y siento que de dedicarme a armar otro, perdería terreno en mis actividades normales, en la pesca, entre los clientes de mi trabajo como techista. Mi intención es otra, es la de haber creado un objeto único, que no hay plata que lo compre. Si alguien le pudiera poner los ceros al cheque, tendría que ser o más loco que yo, lo que no creo, o con más plata, que eso sí seguramente puede ser. Y así podría trabajar menos o fabricar otro. Hoy, de hecho, tengo el lugar porque armé nuevamente mi taller, con máquinas comunes con las que fabriqué todo esto, unas amoladoras, una soldadora china que es una porquería (risas). Pero no creo realmente que reciba el dinero que me permita dejar todo eso”, confió, sin que la cuestión parezca preocuparle demasiado.

“Es todo a pulmón, millones de noches, de tardecitas, con la colaboración de mi hijo Nicolás, y también de Julián, aunque él se suele ir con los amigos o con alguna novia”, completó.

Lo que viene

Aunque no presenta mayores dificultades para conducirlo, el arenero gigante contará, como proyecto en el corto plazo, con “una buena dirección hidráulica, pero de todos modos lo que yo hice funciona bárbaro. No es para exigirlo en terrenos complicados, porque el volante es chico, las ruedas son tan grandes que te vencen, la dirección se dobla y te cuesta llevarlo. Pero ya vendrá la hidráulica, además de un parabrisas y dos tanques de combustible de acero inoxidable que van al lado del estribo”, describió.

Por otra parte, aseguró que no es una unidad de gran consumo, a pesar de sus generosas dimensiones. “Es muy usable. Con 200 pesos de nafta se puede usar toda la tarde por la playa, recorrer un poco. Y parece mucha plata, pero en realidad son pocos litros. No es algo que no se pueda usar por esa razón. El motor está original, tiene su buena carburación y buenos escapes y nada más, porque si uno se pone a prepararlo hay que gastarse 50.000 pesos más y después no se puede usar por lo que consume. Además, lo importante en este vehículo no es tanto el motor sino la gran transmisión que tiene”, indicó.

Finalmente, recordó Galván que la elección de los colores verde y violeta con que está pintado “se vienen repitiendo ya porque me gustan, de hecho son los mismos que tenía en el jeep de safari. Y lo pinté yo mismo”. Agradeció el trabajo de quien llevó a cabo la instalación eléctrica, Justo Pastor Coronel

-“otro amigo que coseché en este proceso”, dijo- que se ofreció a hacerla gratis después de conocer la historia del arenero por la prensa. “Franco Cordi me soportó tres meses en el galpón haciendo las llantas, un desafío para los dos, porque las fabricamos por completo; Marcelo Guerreiro, otro cliente de los techos que me trajo el acero desde Buenos Aires y al que le pagué como podía, incluso a mucho menos de lo que hubiera costado el material en realidad, y otra gente de la que seguro me olvido pero todos me dieron una mano, me dieron bolilla para el proyecto y eso también es lo importante que me dio este vehículo: coseché un montón de amigos”, concluyó.

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