Los apóstoles de Kicillof

Por Francisco Olivera.

El grupo se reúne de vez en cuando. No siempre son los mismos. Lo integran economistas ideológicamente afines al ministro Axel Kicillof y, en general, devotos del modelo.

La misión encomendada tampoco varía: se les piden algunas opiniones y, lo más importante, que defiendan en los medios de comunicación, a través de entrevistas, textos o conversaciones informales, la actual gestión. Han pasado varios por ahí. Demián Panigo, Andrés Asiain, Santiago Fraschina, Fernanda Vallejos y Agustín D'Attellis, entre otros.

La task force tiene como conductor al secretario de Política Económica, Emmanuel Agis, a quien ya Guillermo Moreno le había encontrado el año pasado un sobrenombre alegórico. Todavía como regente de la economía, el ex secretario de Comercio Interior sorprendió en agosto a un grupo de empresarios a quienes les estaba ordenando que le llevaran toda la información de sus empresas a Kicillof. "Si no se lo dan a él, dénselo al custodio", agregó. ¿Al custodio?, preguntaron los ejecutivos, y Moreno hizo entonces lo que buscaba: explayarse. "Sí, bueno, no sé si es el custodio -dijo-. Ese alto que tiene siempre atrás. De economía no entiende, así que debe ser el custodio."

Pero Agis, que cumplirá el mes próximo 33 años, es un economista académicamente respetado. Según publicó en su momento el diario Tiempo Argentino, el tutor de su tesis, presentada en diciembre de 2006, en la UBA, fue Kicillof. Se titula "La trayectoria de la tasa de ganancia en la Argentina post convertibilidad" y mereció un 10.

Algunos de estos encuentros cuentan con el inestimable aporte del ministro. Aunque lo hace sólo en calidad de referente académico: termina de exponer, levanta sus carpetas y se va. Por lo general, la consigna es explicar lo que el Gobierno está haciendo en determinadas áreas, escuchar algunos puntos de vista y enviarlos a todos a predicar el evangelio kirchnerista. Las charlas incluyen un eje ya remanido en la militancia: la conducción económica está siendo atacada desde centros de poder o corporaciones a través de los medios de comunicación. Prestos siempre a la argumentación, estos apóstoles le dan más importancia a las columnas de opinión que a las noticias.

Es el modo en que el Palacio de Hacienda maneja la superestructura de su gestión. El miércoles, en Morón, Augusto Costa, secretario de Comercio, hará lo propio ante integrantes de La Gelbard, una corriente político-empresarial militante. El primer ámbito de aplicación de todas estas nociones son los encuentros con hombres de negocios, a quienes se les explica el modelo de economía planificada que pregona Kicillof. "Los que no presenten información no tienen derecho a pedir nada", le advirtió Costa a un numeroso auditorio de ejecutivos de sectores diversos que pretenden no sólo que se les autoricen importaciones, sino que el Gobierno entienda que todos los datos que les exige consignar la resolución 29 -el último espanto empresarial- equivalen a entregar el plan de negocios de las compañías.

"Nos preocupa que esa información se haga pública", plantearon desde las cámaras, y la respuesta fue la promesa de que nada saldría de esas cuatro paredes. ¿Y Wikileaks y Google?, insistió, sin respuesta, otro de los asistentes. No sirven de mucho esas preguntas. Aunque Costa abrió ese día espacio a consultas, tal vez motivado por un artículo de El Cronista Comercial que días antes lo había llamado "Minimoreno". "Para que después no digan que no escucho", dijo.

Según el secretario, el objetivo de la resolución es tener un canal de información ágil. Mediante una presentación electrónica, reseñó allí la normativa y afirmó que hasta entonces habían entregado las planillas 296 empresas y 90 distribuidoras. El esquema no es fácil de aplicar. Primero, porque se trata de datos a veces inabarcables. Ya hubo que prorrogar el plazo de presentación, que vencía anteayer, al 24 de este mes. Molestos, en una cámara recordaban esta semana al premio Nobel Wassily Leontieff, economista norteamericano de origen ruso famoso por desarrollar la matriz insumo-producto, un esquema que calcula los bienes que requiere cada sector para producir y asume a cada uno como pieza de un equilibrio general. "Estos pibes tienen además la tecnología para cumplir el sueño", protestaron.

Hay otra cuestión. Las mismas compañías que no habían terminado de habituarse a las órdenes de palabra de Moreno deben ahora acostumbrarse a que la auscultación sea no sólo más precisa, sino institucional y mediante normas escritas. Ese choque de estilos no es inocuo al mundo de los negocios. Kicillof lo sufre cada vez que pide inversiones en otros contextos. Por ejemplo hace dos viernes, en una reunión reservada que tuvo en Washington con representantes de 35 compañías como Chevron, Exxon, General Motors, Coca-Cola, Procter & Gamble, Walmart, Nike, Dow Chemical y Boeing.

Después de una larga exposición en castellano y escoltado en silencio por Cecilia Nahón, la embajadora argentina, pidió colaboración para una contienda que juzgó fundamental para el país, como la que se libra con los fondos buitre, e intentó despejar varias inquietudes. Entre ellas, la más escuchada en el exterior: las dificultades para repatriar dividendos. "No hay norma ni política que prohíba el giro de divisas", contestó.

Estaba ahí como asistente a la asamblea conjunta del FMI, el Banco Mundial y el Grupo de los 20, un foro incompatible con sus monografías universitarias. De cómo resuelva estas objeciones de conciencia dependerá parte del éxito de Kicillof. La búsqueda de equilibrio le exigirá explicaciones permanentes en auditorios como los que frecuentan Agis o Costa.

Son los gestos que necesita toda militancia. En la Procuración General de la Nación creen haber encontrado uno próximo e inmejorable: están a punto de iniciar, a través de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac), una investigación sobre un banco internacional por lavado de dinero. Más que las razones jurídicas, valdrá la puesta en escena.

Es la misma lógica que ha vuelto imprescindible la defensa del modelo con palabras. Aunque la obsesión por lo simbólico, uno de los legados políticos de estos años, suponga siempre un riesgo frente a una sociedad apremiada por demandas más tangibles. Lo advirtió el día del último paro el sindicalista Gerónimo Venegas. Mientras a su lado Hugo Moyano bromeaba, en una conferencia de prensa multitudinaria y pródiga en aplausos, con las preguntas y el lugar de trabajo de los periodistas, el líder de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores le deslizó, en voz baja, una objeción lapidaria a un compañero: "Nos están mirando millones de personas y éstos aparecen cagándose de risa".

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