Apostar a la formación de nuevos ingenieros

El país necesita superar su histórica dependencia de los productos primarios y consolidar un proceso de industrialización que impulse el crecimiento, contribuya a diversificar el tejido productivo de la mano de las nuevas tecnologías y aliente el desarrollo sostenible. Para ello es necesario, entre otras cosas, solucionar el problema de la escasa oferta de graduados en las distintas ramas de la ingeniería.

Si el futuro productivo de la Argentina estará atado en buena medida a la cadena agroalimentaria, la obtención de litio (un elemento clave para la fabricación de baterías) y a las energías renovables, como se planteó en los últimos años, entonces habrá que poner la lupa en los vínculos entre ese patrón productivo y la formación en las universidades.

Según datos de la Secretaría de Políticas Universitarias en el país egresan alrededor de 8.000 ingenieros por año frente a 34.000 graduados en estudios sociales, abogacía y psicología. De acuerdo a la misma fuente, especialidades como metalúrgica, hidráulica, minera y nuclear no llegan al centenar de egresados, pese a que desde hace más de una década el mercado laboral sigue demandando profesionales formados en estas disciplinas. Por su parte, un informe del Centro Argentino de Ingenieros, reveló que al menos siete de cada diez industrias tienen serias dificultades para incorporar ingenieros a sus plantas de personal, problema que se agrava aún más cuando se trata de ingenieros mecánicos.

La historia muestra que los países con industrias fuertes han experimentado un mayor nivel de crecimiento económico y por eso es importante que se aliente la formación de ingenieros en las distintas especialidades, con miras a trabajar con nuevas tecnologías y a la creación de nuevos sectores industriales. Pero mientras se mantenga el déficit de ingenieros, será más difícil lograr un crecimiento sostenido. Así, mientras en nuestro país hay un ingeniero cada 6000 habitantes, en Brasil hay uno cada 4000 y en Alemania uno cada 2000. La comparación refleja, de alguna manera, la importancia que se asigna en cada país a la formación académica en esta disciplina.

Si bien, según datos oficiales, se ha registrado en los últimos años un aumento en el número de inscriptos en las distintas ramas de la ingeniería, la especialidad de mecánica es la que menos egresados tiene, siendo que se trata de una de las más requeridas por el mercado laboral.

Por ejemplo, en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), que tiene 30 casas de estudios regionales en distintos puntos del país, la carrera con mayor cantidad de egresados en 2016 fue ingeniería en sistemas (484), seguida por ingeniería civil (339) e industrial (337). Los graduados en ingeniería mecánica fueron 248, en química 243 y electrónica 216, y más atrás quedan (en relación al número de egresados) las especialidades en aeronáutica, eléctrica, naval y textil.

Si se tiene en cuenta que el país pone a disposición de los jóvenes un sistema de educación que es público y gratuito que garantiza la oportunidad de estudiar, es necesario que no se desaproveche ese beneficio y se aliente la formación de estudiantes en las distintas ramas de la ingeniería. El país necesita profesionales innovadores que reciban una sólida formación científica, sin descuidar la responsabilidad social. Por lo tanto, es de esperar que las políticas macroeconómicas que impulsa el gobierno nacional no repitan errores del pasado con medidas que debilitan el tejido industrial que nutre a las distintas economías regionales, porque sin industrias habrá menos trabajo. En ese sentido, la fuerte crisis del sector textil, que acusó el impacto de la apertura de las importaciones, debe ser un llamado de atención respecto a la necesidad de reclamar un programa económico nacional que evite el centralismo como el que se advierte en estos días y tenga como meta un verdadero crecimiento de las distintas regiones del país.

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