Antifrágil

Antifrágil

Por: Jorge Fontevecchia. La velocidad con que el gobierno argentino tomó la decisión de la cuarentena total, así como la aceptación que tuvo en la sociedad la medida ...

... sabiendo que tendría costos económicos importantes para todos, en contraste con la dificultad que tuvieron para aceptarla los gobiernos de Estados Unidos, Inglaterra y Brasil, puede obedecer a la experiencia de crisis terminales que atravesó nuestro país y sus posteriores superaciones, que han forjado una cultura antifrágil en todos los niveles sociales, acostumbrados a ser un acordeón: se expande mucho en bonanzas y se aplasta mucho en recesiones con la memoria de haber vuelto a expandirse como si los estresores a los que estuvimos sometidos reiterada y exigentemente hubieran cumplido el papel de personal trainers del músculo espiritual social.

“Prepárate para lo peor, porque lo mejor se encarga de sí mismo” (proverbio ídish) 

Se exhibe en la confianza de Alberto Fernández cuando se le pregunta si no teme, por salvar a cuarenta mil personas de la muerte por coronavirus, enviar a la pobreza a cuatro millones más de argentinos (10% más del 40% actual) y condenar sus vidas. El responde confiado en su experiencia, “como hicimos con Néstor cuando llegamos en 2003 y también la pobreza había alcanzado el 50%...”. 

Después de la última crisis económica mundial, la de las hipotecas de 2008, quien de alguna manera la había previsto en su libro El cisne negro, el matemático Nassim Taleb, volvió a conmover al mundo intelectual con otro libro, Antifrágil, los que se benefician del desorden, tercero de los cinco tomos de la serie titulada Incerto, dedicados a la incertidumbre. En Antifrágil Taleb elogia a los organismos que desarrollaron anticuerpos frente al estrés y los cambios bruscos, porque en épocas de aceleramiento de los cambios lo incierto será la norma. 

Su visión es que la vida es riesgo: “Del mismo modo en que pasarse un mes en la cama provoca atrofia muscular, los sistemas complejos se debilitan si se ven privados de estresores”. (...) “La estabilidad per se no es buena para la economía: las empresas se debilitan durante los largos períodos de prosperidad carentes de contratiempos”. (...) “Cada accidente aéreo nos acerca más a la seguridad, mejora el sistema y hace que el siguiente vuelo sea más seguro.”

Sintéticamente, lo que los organismos antifrágiles hacen es domesticar la incertidumbre. También la biología hace diferencia entre las especies en función de su proceso de adaptabilidad al cambio, dividiéndolas por las dos direcciones en que operan sus fuerzas evolutivas. La llamada teoría de selección “r” y de selección “K”, donde la letra “r” representa la tasa de rapidez y/o tasa de reproducción y la “K” simboliza la gran dependencia de la estabilidad del ambiente en que se desarrollan. Las especies con proceso de adaptabilidad “K” son las que tienen mayores dimensiones corporales, edad prolongada y reproducción tardía, como los grandes mamíferos: elefantes, rinocerontes, jirafas, etcétera, que son muy sensibles a los cambios de hábitat.

Las especies de la estrategia “r” son las que se adaptan fácilmente a ambientes inestables, son de tamaño pequeño, que se reproducen más velozmente y –por su propia condición– desarrollaron mecanismos defensivos, como muchos insectos. El clásico ejemplo de que los dinosaurios desaparecieron mientras que las hormigas no.

Los argentinos desenvolvimos una cultura de mayor adaptación al cambio del ambiente, el hábitat en la Argentina viene siendo por naturaleza inestable. Lo inverso fue Japón, donde la recesión que se inició en 1998 y se transformó en un largo estancamiento, que para los argentinos ha sido la norma en décadas, produjo allí un enorme aumento de los suicidios, que recién a partir de 2012, cuatro años después de la crisis de las hipotecas de 2008, comenzaron a descender. 

Frente a la confianza de Alberto Fernández dada por su propia experiencia –“junto a Néstor”– se opone la lógica de que en 2003 el mundo atravesaba una de las etapas de mayor crecimiento económico, y los precios de las materias primas duplicaron su valor aumentando en igual proporción nuestras exportaciones, sin un puntual esfuerzo adicional de aumento de productividad. Mientras que en 2020 la economía global no solo se encontraba previo al coronavirus en un ciclo negativo con descensos del precio de las materias primas, sino que ahora el mundo se enfrenta al mayor desastre económico en cien años.

Desde la perspectiva de Nassim Taleb, el carácter antifrágil de ciertos organismos “es más que resiliencia o robustez: lo robusto aguanta los choques y sigue igual; lo antifrágil mejora”. Para la Argentina el coronavirus sería –en la figura de Taleb– “un cisne negro positivo”, algo que le permita reducir su deuda externa a la mitad sin un alto costo reputacional, porque el mundo financiero está patas para arriba y cuando el mal es de muchos la responsabilidad se diluye. Como sostuvo el jueves el ministro Guzmán al presentar la oferta de reducción de deuda, antes del coronavirus se le pedía a la Argentina que ajustara sus cuentas para producir superávit fiscal con el que ir pagando su deuda o sus intereses. Hoy, hasta en la disciplinada Alemania su gobierno recomienda a sus vecinos suspender el Pacto de Estabilidad y Crecimiento que obligaba a los países de la Unión Europea a un máximo de déficit fiscal del 3% y de endeudamiento del 60% del producto bruto en ambos casos.

Hay un mundo a.C. y d.C., pero no por antes y después de Cristo sino por antes y después del coronavirus

Ante las crisis, algunas doctrinas jurídicas internacionales hacen diferencia entre “caso fortuito” –lo que no ha podido preverse– y “fuerza mayor” –lo que no ha podido evitarse, aun previéndose su acontecimiento y su inminencia–. Era previsible que una nueva forma de gripe más letal surgiría (Barack Obama y Bill Gates lo presagiaron:  https://bit.ly/obamapandemia y https://bit.ly/billgatesvacuna), aunque no era evitable, solo reducible el daño de sus consecuencias. Pero en cualquiera de las categorías, tanto el caso fortuito como la fuerza mayor comienzan “allí donde la culpa termina: la imputabilidad no surge porque el hecho dañoso no depende de la voluntad del agente”. Y Argentina podría conseguir pagar un costo menor por el incumplimiento de su deuda que antes del coronavirus.

El futuro es más impredecible que nunca, y nadie puede decir hoy que los daños serán menores a lo esperado. Hay un mundo a.C. y d.C., pero no antes y después de Cristo sino antes y después del coronavirus.

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