El amor venció al odio

El amor venció al odio

Por: María José Sánchez. Un día fui a ver una película al Festival de cine de Mar del Plata, Verdades verdaderas. La historia de la lucha de Estella de Carlotto durante la desaparición de su hija Laura, cuando fue a reconocer su cadáver, cuando se enteró que Laura estaba embarazada de 6 meses al momento del secuestro y su lucha de más de 35 años buscando a Guido, su nieto. Resultó ser que Estela estaba ahí. Mientras hacíamos fila para entrar al Colón salió de la Municipalidad, empezamos a aplaudirla ni bien la vimos, por reflejo, por emoción, por memoria.

 

Era la primera vez que la veía. Vio la película con nosotros. Yo miraba la pantalla y la miraba a ella, no podía dejar de hacerlo, reconociendo sus canas unos metros delante de mí. Me esforcé toda la película por aguantar las lágrimas, porque era llanto, y debo decir que lo logré hasta casi el final. Cuando terminó, ella se levantó y fue hasta el escenario, ovacionada de pie. Pidió unos segundos, porque era la segunda vez que veía el film y todavía le afectaba mucho, dijo. Nos habló, nos instó a luchar, por supuesto y dijo, levantando un puño, “Bueno, a seguir militando”, antes de despedirse. Allí pensé, me corrijo, sentí, lo que siento siempre que pienso en ella: “Está es la madre que me queda”.

Ella, siempre tan distinta. Ella, que cuando nos enseñaban a olvidar hasta lo que no nos habían querido enseñar (sepan disculpar, pero fui a la escuela en los ’90), ella seguía, todas ellas seguían adelante, batallando contra la imposición del rencor, contra la fría y dura cortina de olvido y desprecio que habían bajado durante décadas sobre ellas y su lucha. Estela seguía. Seguía amando, peleando a las piñas contra el odio que todavía está ahí, agazapado.

Peleando contra esos molinos de viento que durante años fueron los gigantes de la ignorancia, del no te metás, del algo habrán hecho.

Ella seguía, cuando las llamaban locas, cuando las reprimían en una plaza de sangre en el 2001, cuando los jueves eran tan pocos los que daban la vuelta. Ella seguía, firme, apoyada en el bastón de la verdad, buscando justicia.

Ella, maestra, ha dado las mejores enseñanzas que podemos aprender.

Ella puso la otra mejilla toda su vida, ella agarró su dolor, el peor dolor de todos que es el de perder a un hijo, y lo hizo bandera. Bandera de amor, sin rencor, sin revanchismo. Ella, como las demás Madres y Abuelas, quizá sin quererlo, también nos transmitió ese dolor, un poco de ese dolor. Porque nos duele ese pedazo de nuestra historia, porque nos duele, aun sin haberlo vivido, ese genocidio, la tortura, la violación, la desaparición sistemática. Nos duele que se hayan robado a los bebitos y después matados a sus mamás y sus papás. Y que los hayan obligado a crecer en la mentira. Nos duele mucho. Lloramos de dolor, porque sabemos.

Porque aprendimos las lecciones que debíamos, porque no nos quedamos en la comodidad del hipócrita que dice que hay que dar vuelta la página, que el pasado está pisado. Porque al pasado lo pisaron, sí, lo pisaron las botas viles y aplastaron a 30,000, nos aplastaron a todos.

Pero Estela no bajó los brazos, no aflojó nunca, no perdió la esperanza que parecía ser una burla cruel año tras año. Muchos estuvieron con ellas, es cierto, pero las generaciones que nacimos después tuvimos que esperar mucho hasta que algo cambió. Y llegaron unos que la reivindicaron, a ella y a todas ellas. Llegó uno que pidió perdón en nombre del Estado por ese aberrante genocidio. Y bajó los cuadros. Y las puso en el centro de la escena, como estaba ella aquel día en el Colón, bajo las luces, abrigada con nuestro cariño. Y construimos a partir de ahí. Empezamos a juntar nuestros pedazos, a mirarnos de frente, a decir que no, que nada está olvidado, como ellas dijeron siempre, que si no conocemos el pasado estamos condenados a repetirlo. Y buscamos la verdad, junto a estas viejitas hermosas, porque esto que construimos se llama Memoria. Y la Memoria no descansa, no duerme, no espera. Es urgente. La Memoria es un latido constante, porque está viva. Porque es la sangre derramada, porque pincha, porque lastima si es necesario. Porque a los compañeros no se los olvida, nunca.

Hoy es un día especial. Hoy apareció Guido. Hoy Laura revive. Hoy encontramos a unos de los bebitos que estábamos buscando desde hace tanto, y este es un bebito muy especial. Hoy gritamos el gol más importante del año. Este es el Mundial que había que ganar. Hoy ganamos, argentinos, argentinas. Hoy ganamos todos. Hoy es día de Fiesta. Esta alegría que nos hace llorar y reír a la vez, es nuestra, toda nuestra. De todos, de todas. Porque a los nietos los buscamos entre todos. Porque Estela es de todos, porque es la mamá de todos. Porque sus hijos, que somos millones, tenemos un sobrino más. Hoy somos todos tíos de Guido, somos millones de tíos. Mirá que gran familia armaste con tu lucha, Estela querida, mirá qué grande es tu familia. Y la familia no abandona jamás. Como Estela, que no abandonó, que no dio un paso atrás nunca, ni para tomar carrera, como Estela, que venció al odio. Hoy, una vez más, hemos vencido a la Muerte. Viva la vida. Vivan todas esas vidas, que están presentes, ahora y siempre. Ahora y siempre.

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