La alianza Elisa Carrió-Marcos Peña y el temor del Gabinete a tropezar en la cornisa

La alianza Elisa Carrió-Marcos Peña y el temor del Gabinete a tropezar en la cornisa

El pensamiento de la diputada en la intimidad. Qué cambio brusco planteó la UCR. Y cómo viven la crisis los ministros.

“Yo, que ya viví todas las crisis y soy ‘Funes el memorioso’, te puedo asegurar algo: esta crisis no es nada”, dice Elisa Carrió. La diputada clava un tenedor en una porción de arrollado de pionono que le acaba de acercar uno de sus custodios y toma un vaso de Coca Cola. Es la medianoche del jueves. Llueve torrencialmente sobre su casa, en un barrio cerrado de Exaltación de la Cruz que viene de soportar dos asaltos con rehenes en menos de quince días y que provocaron que se reforzara su custodia personal. La luz se corta de tanto en tanto. Carrió parece acostumbrada. Dice que se ha bañado a oscuras muchas veces.

Tarifas altas y mal servicio no es un buen negocio, piensa, y es lo que más de una vez le transmitió a Juan José Aranguren. Hay un conflicto en puerta entre ellos que podría trasladarse a la cima del poder. La conductora de la Coalición Cívica dijo que el funcionario le prometió -días atrás en una reunión en su despacho- que no habría más incrementos en los servicios durante 2018. El ministro de Energía se enteró de sus declaraciones en Houston y no se demoró en contestarle con una frase exenta de sutilezas: “Ella no está en el Gobierno que yo sepa”. La legisladora subirá la apuesta. Si es necesario, se convertirá en la voz más potente en contra de las subas previstas para el segundo semestre.

La crisis derivada de la recomposición tarifaria continúa y no es la única. El salto del dólar a casi 24 pesos, la pérdida de reservas del Banco Central, la inflación que no cede y el enorme interrogante que abre la negociación por un crédito del Fondo Monetario Internacional puso a la Argentina en un estado de incertidumbre impensado para el Gobierno hace algunos meses, cuando la imagen de Mauricio Macri superaba los 65 puntos y la oposición admitía fuera de micrófono que sus planes estaban orientados más a 2023 que a 2019.

La legisladora volvió a ubicarse en el centro de la escena mediática en los últimos días. Macri la llamó el lunes para adelantarle que iba a iniciar conversaciones formales con el FMI. Antes había pasado por la Casa Rosada y por el ministerio de Energía, había almorzado con Marcos Peña en Olivos y como corolario irrumpió en la TV para castigar duro a Jaime Durán Barba por lo que ella considera errores en la comunicación. Es curiosa la reacción de Carrió. Pide apartar al estratega ecuatoriano, pero está en pleno romance político con el jefe de Gabinete, con el que el diálogo es más fluido y profundo de lo que se estima. Ella lo apodó “el mártir” porque le toca defender el modelo y a la vez ponerle un freno a las ambiciones de su jefe de avanzar más rápido con los retoques de la economía.

Es Macri, vaya novedad, el que propensa las iniciativas más audaces y a la vez más costosas en términos políticos. Su forma de ejercer el poder se ve incluso más nítida en momentos de tensión. Ya dijo en privado que no piensa retrotraer las tarifas ni hacer ningún tipo de concesión a las iniciativas que propone el peronismo. Las considera populistas, irracionales, “más de lo mismo” para un país que implora reducir el déficit. Antes de tener que amoldar su estrategia a esos sectores, hasta preferiría perder las próximas presidenciales.

Peña vendría a ser, según Carrió, la última valla de contención. “Marcos y yo somos los únicos que le decimos las cosas”, confía la diputada. La relación entre Peña y Carrió había sido complicada en los comienzos de la gestión. Hoy está en su mejor momento, a pesar de las turbulencias que atraviesan al Gobierno. Los une, por ejemplo, una idea central para el funcionamiento del poder macrista: ambos descreen de que las cosas hubieran sido mejor con un ministro de Economía fuerte.

Entre los que hubieran preferido un nombre con poder y peso rutilante están Horacio Rodríguez Larreta, Alfonso Prat-Gay, Carlos Melconian, Emilio Monzó y hasta el mejor amigo de Macri, Nicolás Caputo. A propósito: Caputo estuvo el lunes en el despacho presidencial, pese a que ya no tiene la misma incidencia que en otras épocas. Ingresó raudamente por el Salón de los Bustos y habló a solas con el jefe de Estado.

Después de esa charla, Macri recibió a Rodríguez Larreta y a María Eugenia Vidal, quienes conforman su mesa chica junto a Peña y Durán Barba, que esta semana dejó Buenos Aires y se fue a trabajar a México. Llama la atención el silencio público de la gobernadora, que desde hace ya muchos años (desde que la Ciudad se inundaba, precisamente) viene poniendo la cara ante cada crisis. No es la única que evitó hablar: un funcionario nacional se excusó de un pedido de entrevista porque “los que tienen que hablar ahora son los del equipo económico”. A buen entendedor, pocas palabras.

El Gabinete macrista siente que está caminando por la cornisa. “Algunos ministros nunca atravesaron una crisis así. Se están poniendo a prueba”, admiten en el entorno de Macri. El temor a que la economía se resienta envuelve a un sector del Ejecutivo. “No podemos seguir tropezando porque afectaría el crecimiento y nuestra credibilidad”, razonan.

Un ministro se espantaba días atrás al escuchar comparaciones con otros momentos traumáticos y recientes de la historia argentina. “Creer que una corrida cambiaria nos puede acercar al 2001 es una locura total”, afirmaba.

El ministro Dujovne, junto a Lagarde. Los radicales quieren un ministro de Economía con más poder.

Macri le pide con frecuencia al Gabinete que deje de leer los diarios y se concentre en el trabajo de todos los días. Por ahora no habrá cambios, aunque al Gobierno le costará detener la ola de rumores. No se trata solo especulaciones periodísticas. Algunos actores de la UCR se encargaron de difundir en las últimas horas que se necesita “más política” y un golpe de timón en la economía.

Se lo dijeron al propio Presidente en conversaciones reservadas de esta semana. Ese golpe de timón, según las voces más dura del radicalismo, requiere la incorporación de un nuevo ministro de Economía que absorba el poder de otros ministerios. Tan solo pensar en esa posibilidad a los macristas puros les genera escalofríos.

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