La "Alcoholemia Cero" es un invento cordobés

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Córdoba es el único distrito del mundo donde la ley de tránsito determina el “cero absoluto” como el máximo aceptado de alcohol al conducir.

Nada, absolutamente nada. Ningún resto de alcohol de ninguna naturaleza, origen o procedencia. O es blanco, o “marche preso”. Así de categórica es la denominada ley de “Alcoholemia cero” que, de manera plena, rige desde el martes 10 de junio en las rutas provinciales y algunos municipios del interior.

Sin embargo, a pesar de que el Ejecutivo (impulsor de la ley), las voces en el recinto legislativo y la propia Policía Caminera hablan de “seguir el ejemplo en el mundo”, no existe otra ley que haya bajado a “cero” la cantidad máxima de alcohol que, detectada por un alcoholímetro, derive en una multa y le impida al conductor seguir manejando, como sucede en Córdoba.

La confusión parte de una sutil (pero sustancial) diferencia entre lo que dicen las leyes y reglamentaciones en otros países y lo que se comunica desde esos mismos Estados sobre las normas aprobadas. Dicho de otra forma: en la mayoría de los distritos donde recientemente se aprobaron leyes similares, si bien se habla de “tolerancia cero”, “alcoholemia cero” o “ley seca” para conducir vehículos, en la práctica, las reglamentaciones técnicas explicitan mínimos por encima de ese valor.

Es decir: se habla de “cero”, se publicita “cero”, se previene con “cero alcohol”, pero no es “cero”.

Por el contrario, la Ley 10.181 aprobada en Córdoba no hace esa diferencia y de manera taxativa determina el “cero” como el máximo permitido. Hasta que comenzó a regir este año, las sanciones comenzaban desde 0,4 gramos de alcohol por litro de sangre (gr/lt).

El ordenado Chile. Por ejemplo, veamos uno de los casos mencionados últimamente por las autoridades de la Policía Caminera. El comisario Horacio Martínez, según un comunicado de la página web de la Provincia, dijo esta semana: “Esta iniciativa ha sido exitosa en otras experiencias, como es el caso de Chile”.

Sin embargo, si bien es cierto que en 2012 Chile endureció su legislación en la materia y toda la publicidad que se emite desde entonces habla de “Alcohol Cero” para conducir, en los hechos, lo que se hizo fue bajar el nivel permitido para conductores de 0,5 a 0,3. No es “cero”, es 0,3 lo que dice la Ley 20.580 aprobada en marzo de 2012 que es modificatoria de la Ley de Tránsito anterior.

Colombia. Otro caso es Colombia, también mencionada entre los ejemplos a seguir durante la presentación de la ley cordobesa el año pasado. Allí, la reglamentación habla de “Alcoholemia Cero”, pero en su redacción no toma al “cero” como el máximo tolerado por el alcoholímetro en el control policial.

Puntualmente, la Ley 1.696, aprobada el 19 de diciembre de 2013, establece en el artículo 5 (modificatorio del artículo 152 de la Ley 769) como “grado cero de alcoholemia” a los valores “entre 20 y 39 mg de etanol cada 100 ml de sangre” (que equivale a 0,2 y 0,39 gr/lt).

Es decir, en Colombia, efectivamente la “alcoholemia cero” se sanciona, pero sólo a partir de que el alcoholímetro marca 0,2.

Mais claro. Siguiendo con los ejemplos de países cercanos en aspectos culturales y que, además, en los últimos años hayan modificado sus leyes en la materia, hay que hablar de Brasil. En ese país la diferencia es mucho más fina.

El flamante Código de Tránsito, modificado en 2012 y aplicado desde enero de 2013, en el artículo 6 de su reglamentación, considera falta administrativa y pasible de sanción a aquel conductor que “al examen de sangre presente cualquier concentración de alcohol por litro”.

Sin embargo, a la hora de hablar de prueba con un etiolímetro (denominación correcta del alcoholímetro), puntualiza que será sancionado aquel cuya “medición realizada sea igual o superior a 0,05, agregando el error máximo admisible en la tabla de valores de referencia del etiolímetro homologado”, que, para el caso de aquel valor tan pequeño, es de +/– 0,04. Además, entre las disposiciones generales, se establece en 0,1 el margen de tolerancia.

Una vez más: el “cero” de la “Ley Seca” (como se la promociona en Brasil), no es “cero”, sino 0,19, ya que se debe contemplar el error máximo permitido del alcoholímetro y el margen de tolerancia admitido en el control.

De la teoría a la práctica. En las leyes que rigen el tema en países desarrollados, como lo son la gran mayoría de los europeos y los Estados Unidos, por ejemplo, se menciona el “cero” sólo en conductores jóvenes (entre 18 y 21 años), nóveles (menos de dos o tres años de haber obtenido la licencia) y en el caso de profesionales del transporte.

“Incluso en legislaciones de los pocos países que hablan de ‘cero’, hasta un determinado valor son sólo advertencias. Las multas comienzan, en general, a partir de 0,2”, dijo a Día a Día Fabián Pons, presidente del Observatorio Vial Latinoamericano (Ovilam), y agregó: “El cero absoluto es teórico, no existe en la práctica”.

Para Horacio Botta Bernaus, abogado especializado en tránsito y accidentología vial, “estas cosas suceden cuando se aprueba una ley de un día para el otro, sin consultar a la gente que ha estudiado el tema”. Según el especialista, “se busca impacto político y no se tienen en cuenta los temas técnicos. Cuando la aprobaron, lo advertimos”.

Ley seca

Con margen. En Chile, Colombia y Brasil, los estados publicitan las acciones como “cero alcohol”, pero las reglamentaciones fijan un valor superior.

 

“Se pierde tiempo y los peligrosos pasan”

El problema de haber imitado el espíritu de otras leyes, sin estudiar finamente los detalles técnicos de las normas internacionales, es que se abrió la puerta a complicaciones como las que describe Horacio Botta Bernaus. “Ahora, a los que tengan 0,3, 0,2 o sólo 0,01, los van a dejar 15 minutos para ver si les vuelve a dar, hacerles la multa y dejarlos. Eso en la ley no está en ningún lado”, explicó.

“Por otra parte, mientras un puesto tiene tres autos con gente ‘esperando’, se pierde tiempo, energía y esfuerzo que se podría usar para encontrar a los realmente peligrosos al volante. Entiendo que esto entorpece el verdadero objetivo”, agregó.

Para Fabián Pons (Ovilam), por un lado, “el ‘cero absoluto’ es difícil de controlar con alcoholímetros. Por otro, el gran problema es la desalcoholización: si al mediodía se toma medio vaso de vino, nada asegura que a la tarde o incluso a la noche vaya a dar ‘cero absoluto’, porque cada organismo asimila el alcohol de distinta manera y lo limpia de diferente forma. Por eso, los países que bajaron al mínimo el valor permitido, lo redujeron sólo a 0,2”.

Por su parte, el jefe de Toxicología del Hospital de Urgencias, Daniel Gómez, dijo esta semana a Cadena 3 que “la sintomatología empieza a los 0,25. Por eso la legislación ponía 0,4 o el medio gramo porque ahí recién comienzan los síntomas francos”. “Los extremos son malos. No debería ser ‘cero’. Creo que el fin es más recaudatorio que preventivo”, acotó.

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