Alberto Fernández enfrenta el desafío de gobernar sin socios directos en la región

Alberto Fernández enfrenta el desafío de gobernar sin socios directos en la región

La salida abrupta de Evo Morales en Bolivia y el triunfo que lograba anoche Lacalle Pou en Uruguay lo dejan casi sin aliados en Sudamérica. Pragmatismo, su receta para surfear el corto plazo.

 

Aquel viaje a México, a comienzos de noviembre, preparado para lanzar una alianza de gobiernos progresistas como contrapeso a las administraciones de centroderecha de la región ya quedó atrás en la memoria del presidente electo, Alberto Fernández, hoy más urgido por resolver los desafíos inminentes de su gestión en el frente interno, pero también por las malas noticias que su estrategia de largo plazo sufrió en el frente externo por la inestabilidad que se observa en las naciones limítrofes.

 

La salida abrupta de Evo Morales del poder en Bolivia, primero, y ahora la derrota del Frente Amplio en las presidenciales del Uruguay echaron por tierra la esperanza que las cabezas pensantes del Frente de Todos tenían en reeditar una década de gobiernos progresistas a partir del quiebre que supuso la victoria de Alberto y el regreso de Cristina Kirchner a la primera plana de la política nacional.

Con la excepción de la Venezuela de Nicolás Maduro y la presencia pendular de Andrés Manuel López Obrador en México, con señales de involucramiento en la región para luego volver a limitarse a su tarea local, ningún otro gobernante ha dado claras señales de respaldo a la visión del binomio Fernández para la integración regional. Por el contrario, Jaír Bolsonaro (Brasil), Sebastián Piñera (Chile), Iván Duque (Colombia), Lenin Moreno (Ecuador), Mario Abdo (Paraguay), Martín Vizcarra (Perú), han mostrado buena sintonía con el gobierno saliente de Mauricio Macri, y a excepción del brasileño, cautela frente a la fuerza política que llega para gobernar desde el 10 de diciembre.

Alberto no empieza con el pie derecho con Luis Lacalle Pou, si se confirma el ajustado triunfo que conseguía anoche, será su contraparte al otro lado de la Banda Oriental la mayor parte de su mandato, luego de haberse "entrometido" en la política interna de Uruguay. Es que el exjefe de gabinete de los Kirchner viajó hace apenas diez días al vecino país para mostrarse con el candidato frenteamplista, Daniel Martínez, y respaldarlo de cara al ballottage de este domingo, con la expectativa de ampliar por un lustro más los 15 años ininterrumpidos que cumplieron los gobiernos de centroizquierda que lideraron Tabaré Vázquez y José Mujica.

Ese "faro" del progresismo latinoamericano que fue Uruguay se apagó este domingo por decisión de las urnas, y frente a ese baño de realidad, el presidente argentino tendrá que barajar y dar de nuevo con el centroderechista Lacalle Pou, mandatario oriental desde el 1° de marzo de 2020. El hijo del expresidente Luis Lacalle Herrera tendió la mano para asegurar un entendimiento que supere los matices ideológicos.

En lo inmediato, Alberto encontrará dificultades para hallar sintonía con sus pares sudamericanos para encontrar consenso sobre el futuro del Mercosur, cuando el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, propone más flexibilización en desmedro de las barreras que protegen a la industria; algo parecido puede ocurrir con el plan de resurrección de la Unasur, cuya desintegración dejó al subcontinente sin un espacio de concertación en materia política y de cooperación, y aún más, de respuesta frente a las crisis que atraviesan Chile, Bolivia o Colombia.

El legislador y ex ministro de Trabajo Carlos Tomada, integrante del Grupo de Puebla (el foro lanzado por Alberto Fernández con ex mandatarios de centroizquierda) advirtió públicamente que al gobierno entrante le tocará gobernar en un contexto de división política y perspectiva bilateralista hacia el mundo, al que no le quedará más que echar mano al pragmatismo para desbloquear proyectos conjuntos que atiendan la principal razón detrás de las protestas que se multiplican por el vecindario: desigualdad social.

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