Ajuste, congelamiento y Mariano Moreno

Ajuste, congelamiento y Mariano Moreno

Por: Jorge Fontevecchia. “Alberto no es un peronista clásico, es un peronista de la Capital, algo distinto, como Chacho Alvarez, del Frepaso. Lo más parecido a un alfonsinista”, dijo en off un peronista no porteño. 

Pero lo que para algunos peronistas “clásicos” podría ser sospechoso para quienes valoran a Alfonsín resulta la mejor presentación que el nuevo presidente pudiera recibir. Pero en el imaginario, Néstor Kirchner representa casi la cara opuesta a Raúl Alfonsín porque en lo que el kirchnerismo fue más débil en Alfonsín fue lo más fuerte: la integridad institucional y con sus bienes personales.

Llevará tiempo “leer” a Alberto Fernández sin el cristal sesgado por los prejuicios justificados sobre el kirchnerismo, en parte coloreados por la relación con el dinero que tenía Néstor Kirchner y por la predisposición a extremar posiciones de Cristina Fernández.

Que el Presidente debata con los medios las palabras justas para describir los hechos es controversial

Al revés, Alfonsín era una persona de centro, de centro de verdad, diferente a quienes se definen de centro por vergüenza a asumirse de derecha. Y no se puede ser de centro de verdad sin ser en algo de izquierda, como la socialdemocracia europea de la segunda mitad del siglo pasado: “De izquierda en lo cultural, de centro en lo político y de derecha en lo económico”.

Probablemente Alberto Fernández tampoco se sienta cómodo con asociar el orden de las cuentas públicas con la derecha económica y transmitió su malestar el domingo pasado porque varias columnas políticas de los diarios de ese día habían usado los términos “ajuste” y “congelamiento” para el paquete de medidas de emergencia que había aprobado el Congreso. El debate continuó el jueves pasado en TN, cuando dijo: “Si concepto de ajuste quiere decir poner en orden las cuentas públicas, estamos haciendo un ajuste..., pero a diferencia de otros ajustes éste es un ajuste que no está pagado por los que menos tienen”, y antes había dicho: “El concepto de ajuste históricamente está asociado a un ordenamiento de cuentas generalmente actuando sobre los sectores más débiles, y nosotros no estamos haciendo eso, y si ése es el concepto histórico de ajuste, yo diría que nosotros estamos haciendo otra cosa”.

En PERFIL, Gustavo González fue uno de quienes utilizaron la palabra “congelamiento” para las jubilaciones de más de $ 19 mil, lo que resulta correcto (http://bit.ly/sofistas-argentinos) de la misma forma que el balance del paquete de medidas de emergencia aprobado por el Congreso que hicieron los analistas económicos, aun descontando el mayor gasto público que redistribuye, representan un ajuste sobre el sector privado.

Una forma de juzgar la intencionalidad de un hecho consiste en verificar a quiénes beneficia; y si el riesgo país baja, las acciones de las principales empresas suben, al igual que los bonos de deuda argentina no se podría no decir que beneficia a tenedores de capital, financiero del exterior y productivo en Argentina. Pero no necesariamente el beneficio de una clase económica es siempre en detrimento de la otra. Esa mirada de suma cero clásica de la perspectiva de la lucha de clases ya ha sido criticada en estas columnas. Así como Macri hizo perder a todos, al mismo tiempo otra política económica podría lograr lo opuesto generando ganancias simultáneas en diferentes clases sociales, como sucedió estos días con las acciones de las principales empresas argentinas que cotizan en el exterior, que aumentaron hasta el 40%, y entre ellas hasta las de la propia Pampa Energía.

No debería preocupar a Alberto Fernández librar una batalla hermenéutica sobre la calificación de ajuste para su paquete de medidas económicas o de congelamiento de las jubilaciones de más de cierto monto. Debería dejar que sea en el periodismo donde se libren esas confrontaciones, reprimiendo su deseo de participar en las polémicas aprobando a quienes piensan como él y desaprobando a otros periodistas y medios.

Se le atribuye al Presidente tener en su oficina junto al –esperable– retrato de San Martín otro de Mariano Moreno, lo que no podría no ser una señal de buena voluntad hacia el periodismo. Pero la prueba de fuego será cuando comience a recibir críticas y las asimile sin las reacciones que tuvo en el pasado.

Alberto Fernández tendrá que desarrollar mayor capacidad de absorber críticas que en su anterior gobierno

Es probable que la mayoría del costoso periodismo de análisis e investigación se concentre en los principales medios escritos con un puñado de ellos conduciendo o participando de programas de radio y de televisión. Que ese costoso periodismo de calidad solo sea financiable en aquellos medios que cuentan con suficiente publicidad privada para sostener desde la independencia económica su independencia periodística. Y que al ser los grandes medios, desarrollen por afinidad sesgos menos sensibles a la base más pauperizada de la pirámide social. Pero aun así la crítica de los medios al oficialismo de turno cumple un papel fundamental para mantener alerta al oficialismo y contribuir a promover la alternancia, sin la cual la democracia se ahogaría en el autoritarismo.

Si Alberto Fernández aprende primero a soportar la crítica, luego a digerirla, y finalmente a aprovecharla para mejorar, más allá de que ajustes y congelamientos puedan no ser más necesarios, cumpliría con ser el Presidente que contribuya a cerrar la grieta.

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