Agroquímicos: mala utilización y falta de control desnaturalizan las buenas prácticas

Agroquímicos: mala utilización y falta de control desnaturalizan las buenas prácticas
Si la localidad de Napenay vive rodeada de campos que siembran soja, preferentemente, en Avia Terai la situación no es mejor: al menos dos barrios mantienen una ardua disputa con los propietarios de un hangar donde aviones fumigadores realizan cargas y descargas de productos químicos para sus labores.

NAPENAY, AVIA TERAI Y LOS FRENTONES (Hipólito Ruiz y César Mendoza, enviados especiales) - Si la localidad de Napenay vive rodeada de campos que siembran soja, preferentemente, en Avia Terai la situación no es mejor: al menos dos barrios mantienen una ardua disputa con los propietarios de un hangar donde aviones fumigadores realizan cargas y descargas de productos químicos para sus labores.

El hangar de la empresa aeroaplicadora, muy cerca del barrio Padre Mujica.La empresa ya tenía sus instalaciones antes de la construcción del complejo habitacional.

Quienes viven en el barrio Padre Mujica, construido por la fundación Madres de Plaza de Mayo, tienen prácticamente en el patio trasero al hangar de la empresa de aplicaciones áreas que, al momento de instalarse, prácticamente no tenían vecinos, y el rápido crecimiento poblacional y de nuevos grupos habitacionales los dejó muy cerca de las casas.

“Y acá los chicos cuando pasaba el avión tenían tos y a algunos les salían ronchas en la cara y en los brazos”, dice Hugo Herrera, un vecino del barrio, que admitió que desde hace casi seis meses “pararon un poco”, en alusión a que los operativos de recargas de agroquímicos “o no hacen tanto acá o están con más cuidado que antes”, dijo.

El barrio Padre Mujica concentra una gran cantidad de habitantes. Antes, el predio donde se asienta el complejo habitacional era una quinta donde se sembraban algodón y girasol. Hoy hay más de 80 viviendas, y se estima una población superior a 250 personas.

En Avia Terai, el barrio Quebracho está rodeado de lotes donde se sigue sembrando soja y girasol calle de por medio. Los vecinos esperan que se tomen medidas.

Por detrás, el ruido de los motores de los aviones que despegan y aterrizan, forma parte del paisaje diario. “Nadie, ningún aplicador, va a desparramar veneno, como dicen, porque es un material costoso, que es usado con mucha responsabilidad, hay mucho mito y suposiciones pero científicamente nada está comprobado” le dijeron a NORTE operarios de la empresa en cuestión que trabaja desde antes de la construcción del barrio.

Sin embargo, los testimonios son elocuentes, las consultas al hospital local, inaugurado por la presidente de la Nación Cristina Fernández de Kirchner, son constantes, pero nada se pudo comprobar.

“Vinieron por casos de alergias en la piel, por picazones en brazos y caras, y algunos casos de personas con problemas respiratorios en épocas fuera del pico de consultas que se da en invierno”, comentó a este diario un enfermero de este nosocomio.

El barrio Quebracho, otro de los afectados

El barrio Quebracho fue ejemplo de lucha contra las intoxicaciones. El complejo de viviendas construidas en lo que antes era una chacra está rodeado de lotes donde se sigue sembrando soja y girasol.

“Acá nada ha cambiado, todo sigue igual que antes”, dijo Mariela, una de las vecinas del barrio. Años atrás, a partir de un trabajo de un grupo de estudiantes del colegio secundario N° 27 de Avia Terai se logró exponer en el contexto provincial la situación que vivió el barrio.

“Acá los vecinos denunciaron que el avión fumigador pasaba por encima de sus techos y a la par de fumigar los campos vecinos, no se respetaban las distancias y la intensidad del viento, y en un trabajo que denominamos el aire en terapia intensiva expusimos el caso en una feria de ciencias”, explicaron Katerine Pardo y Mariam Judith, exalumnas de este establecimiento que junto a las docentes Ely Smith y María Cardozo hicieron un pormenorizado informe de situación. Allí, los testimonios hablan de aumento de casos de problemas respiratorios en verano, cuando más se utilizan las fumigaciones.

“Acá todos en el barrio nos encerrábamos cuando fumigaban, por el intenso olor y porque los chicos tosían mucho”, dijo Viviana, vecina del barrio Quebracho y madre de tres hijos.

En aquella ocasión, se hizo una gran asamblea de los vecinos con técnicos y propietarios de la empresa que fumigaba en la zona, pero las explicaciones no convencieron a nadie, “y tampoco aceptaron las sugerencias y con total soberbia desoyeron el clamor de los vecinos”, dijo una de las participantes de ese encuentro. Hoy, el barrio Quebracho sigue rodeado de lotes donde se sigue sembrando soja y girasol.

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