La agenda ecológica: verde que te quiero verde

La agenda ecológica: verde que te quiero verde

POR DIEGO SCHEJTMAN

d.schejtman@pilaradiario.com

Con el cambio de Gobierno, el Municipio recuperó para su estructura funcional un área bien definida para atender las cuestiones ambientales.

Una Secretaría de Medio Ambiente con una asombrosa cantidad de subsecretarías –luego recortadas en la poda de mitad de año- y un titular que llegaba precedido por su currículum: Javier Corcuera, un experto que supo tener lugares importantes en la administración porteña.

Desde la secretaría, produjo algunas novedades relevantes. Sobre todo, el lanzamiento del diálogo hídrico, un trabajo conjunto con urbanizaciones cerradas para buscar paliativos a las inundaciones que su propia construcción había contribuido a agravar.

Fue la primera vez que desde el Estado municipal se puso el tema en discusión. Equivale a la admisión de la mayor denuncia ambiental de las últimas décadas: la responsabilidad de los desarrollos inmobiliarios levantados en zonas rivereñas en el aumento de la frecuencia, duración y gravedad de las inundaciones en la cuenca del Luján.

Hasta ahora, se exhibió un acuerdo firmado con Pilará para la construcción de reservorios y otras obras que ayudarían a que los barrios linderos se inunden menos. Como mucho, parecido a como se inundaban antes de que Pilará existiera.

Se espera que en los próximos meses, lo que se firmó en el papel empiece a verse en el terreno.

Por lo demás, la mayor parte de la agenda ambiental de este año se escribió fuera de los despachos oficiales. Y, en general, protagonizada por sus propios perjudicados.

Los vecinos de Parada El Gallo, en una lucha empecinada contra empresas contaminantes, son actores centrales de la historia, con más ruidos que nueces desde la vereda oficial.

El basural al costado de La Montonera es un ejemplo contrario al del diálogo hídrico. Un predio municipal colapsado, en el corazón de un humedal, que recibe residuos de poda, escombros y aledaños, con incendios casi permanentes.

Ahí, el propio Estado es el generador –por acción o por mal manejo- de los problemas ambientales que padecen los vecinos.

Otro basural, en este caso del lado de José C. Paz, generó una movida vecinal por partida doble. Por un lado, para levantar el foco infeccioso; por el otro, porque en ese mismo lugar pendía la amenaza de un matadero, otro atentado contra la salud ambiental de la zona.

El año parece terminar mejor. El Municipio de Pilar trabajó junto al de José C. Paz –responsable del daño- para levantar el basural, y el matadero parece una amenaza más lejana. Mérito del reclamo de los vecinos.

Un Pilar con ínfima cantidad de espacios verdes públicos, con el río más como amenaza que como ámbito de disfrute, y con un desaguisado de convivencia entre zonas urbanas, rurales y ambientales, muestra un panorama desalentador. Un escenario que, claramente, requiere más trabajo que marketing.

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