Una advertencia, dos armas y diez balazos: algunas claves del triple crimen

Una advertencia, dos armas y diez balazos: algunas claves del triple crimen

Los asesinos huyeron en moto. Los investigadores hallaron diez vainas calibre nueve milímetros y 11.25. Pelea por territorio o “mejicaneada” son dos de las hipótesis.

“Alguien se mandó una cagada muy grande”. Con esa crudeza contó una  fuente a 0223 algunas de las hipótesis sobre las que los investigadores trabajan las primeras horas después del triple crimern del Monte Terrabusi. La venta de drogas y el enfrentamiento entre bandas atraviesa todas las líneas de trabajo, aunque chocan con el silencio y la evasiva de familiares de las víctimas y testigos.

Si bien la fiscal Andrea Gómez aguarda los resultados de las tres autopsias, ya sabe que los atacantes dispararon al menos en diez oportunidades. Luego de forzar la puerta –aunque una versión indica que les abrieron- acribillaron con dos armas de grueso calibre a Pedro Corbalán (50), Guillermo Corbalán (24) y Juan Carlos Giles (30).

En el interior de la precaria vivienda ubicada en 429 casi Antártida Argentina, también estaba la ex pareja de Pedro Corbalán, un hijo de 12 años y otro menor de edad. Si su presencia no fue advertida por los agresores u optaron por no dispararles, es uno de los puntos que se intenta esclarecer.

Gómez aclaró que los tres cuerpos aparecieron en la construcción delantera del predio. Aunque uno de los cuerpos presentaba una herida en la nuca –clásica de un fusilamiento-, los otros dos presentaban al menos dos disparos. Sin embargo el jueves estarán los informes completos.

Más allá de la relación de parentesco de una de las víctimas con el joven asesinado horas antes en la denominada villa 35, en un principio no se halló relación entre los dos hechos. Sin embargo, luego de las averiguaciones realizadas durante la tarde del martes, una fuente judicial le dijo a 0223 que “todavía no puede descartarse por completo esa opción”.

 

Con aviso de retorno

Una semana antes de ser asesinado junto a su hijo y su sobrino, Pedro Corbalán fue atacado por varias personas. Si bien los agresores no fueron identificados, la sospecha recayó sobre integrantes de una banda antagónica a la familia que comercializa estupefacientes en cercanías del complejo habitacional SOIP.

La herida en una de sus piernas le hizo ganar el apodo de “rengo”. Así relató un vecino que los atacantes intentaron encontrar al primer destinatarios de los disparos. “Preguntaron por el rengo, discutieron, se escucharon los tiros y se fueron en una moto para Antártida Argentina”, declaró un testigo.

Esa fue una de las pocas voces que la fiscal y sus colaboradores pudieron recabar de la zona. En ese sentido Andrea Gómez señaló que “muchas veces estos casos se resuelven por el compromiso directo de los allegados más cercanos de las víctimas”. Romper ese pacto de miedo y silencio es una de las llaves para obtener pistas concretas.

Bandas o clanes enfrentados por la venta de droga o un “vuelto” que se quedó en el camino, son las dos líneas principales de trabajo. De allí la importancia de saber en primer lugar el origen del primer ataque que sufrió Corbalán en cercanías de su casa.

Tres “niveles” de droga

Según los investigadores, más allá de los antecedentes que dos de las víctimas fatales registraban por robo calificado, la principal actividad delictiva estaba relacionada con la venta de estupefacientes. Sin embargo dentro de  la propiedad hallaron una mínima cantidad de droga.

Entre las ropas de una de las víctimas hallaron una cantidad no precisada de droga presentada ya para su comercialización. De acuerdo al relato que hicieron algunas personas, en el lugar se vendía marihuana y dos tipos de cocaína: una de mayor pureza y otra estirada.

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