El adiós al default

Por: Joaquín Morales Solá. Donald Trump y Cristina Kirchner son aliados necesarios de Mauricio Macri. Le resuleven tantos problemas como se los crean. Aunque con ellos el presente es más problemático y complejo, sin ellos el futuro sería más complicado. 

Trump es el único presidente de los Estados Unidos que pudo hacer público un documento paternal de la Casa Blanca en apoyo de Macri, justo cuando este estaba en la negociación final con el Fondo Monetario Internacional . Ni Barack Obama hubiera hecho eso; por lo menos, en los términos en que lo hizo Trump.

Cristina Kirchner es la única dirigente de la oposición que conserva porcentajes importantes de aceptación popular, pero es, al mismo tiempo, la única expresión del peronismo que perdería con Macri en una eventual segunda vuelta el año próximo. Trump le permitió a Macri alejarse definitivamente del default. Cristina habilita al Presidente a estar seguro, como lo está, de que tendrá un segundo mandato a partir de 2019.

El acuerdo con el Fondo (uno de los tres más importantes que el organismo firmó en su historia) salvó a Macri y al país. De otro modo, el Presidente se hubiera visto obligado a pedir una refinanciación de la deuda argentina. No hubiera sido un default al estilo carnavalesco de Rodríguez Saá, pero hubiese sido una aceptación silenciosa de que la deuda, tal como está, no se podía pagar. El conflicto tuvo ese nivel de dramatismo. Solo desde esa perspectiva cierta pueden evaluarse los pasos posteriores del Gobierno. El Fondo aceptó hacerse cargo del financiamiento que el Gobierno no tenía, aunque puso sus condiciones. Adiós al default, por un lado. Otro resultado de la crisis (y de la negociación) es un país al que le esperan varios meses de recesión. Con un programa de cero déficit en 2019, con cero emisión monetaria hasta junio próximo y con tasas de interés del 60 por ciento, el programa secará de pesos a la economía. El propósito de la administración es que el país recupere el crecimiento con creación genuina de riqueza. Antes, no obstante, deberá estabilizar el precio del dólar. El Gobierno jugará con 1000 millones de dólares (además de los 150 millones que puede usar el Banco Central) en poder del Ministerio de Hacienda, que los venderá a través del Banco Nación. Están esperando que el precio se acerque a la cifra máxima de 44 pesos por dólar. Sectores financieros temen, a su vez, una depreciación del dólar en los próximos quince días por efecto de las muy altas tasas de interés en pesos. Será, en todo caso, pura especulación financiera.

En los más altos niveles del Gobierno se estima que solo en marzo volverá el crecimiento. El nivel de actividad será desparejo. El interior se recuperará mucho antes por los ingresos de la cosecha récord que se anuncia. Las zonas turísticas podrían trabajar a pleno en el verano porque los viajes al exterior serán más caros. La Capital y el conurbano bonaerense serán los lugares donde la reactivación llegará más tarde y más lenta. Pero son, también, los lugares donde vive el conglomerado más numeroso de argentinos, las vidrieras más visibles del país, donde los conflictos explotan, además, con más intensidad. Todos los sensores del Gobierno están puestos para medir el grado del conflicto social. Hay muchos argentinos que viven muy mal, peor desde la crisis. Esto es innegable. Pero hay igualmente dirigentes opositores (cristinistas y la izquierda trotskista, sobre todo) que imaginan la destitución de Macri -y un adelantamiento de las elecciones presidenciales- como una solución a sus propias dificultades. Es probable que esa acción claramente destituyente se profundice a partir del acuerdo con el Fondo, que evitó una crisis mucho mayor. No fue casualidad que durante el viaje de Macri a Nueva York, las calles de Buenos Aires se convirtieran en un espacio invivible por la acción de piquetes constantes, variados y simultáneos. Los próximos días serán igualmente caóticos en la Capital. Está convocada, por ejemplo, una marcha contra el G-20, que es como ladrarle a la luna.

 

El acuerdo con el Fondo (uno de los tres más importantes que el organismo firmó en su historia) salvó a Macri y al país. Fuente: Reuters

 

Siempre le quedará Cristina a Macri. Fuentes diplomáticas aseguraron que en algún momento aparecerán los Estados Unidos en la peripecia de los cuadernos. Pasó en Brasil con el Lava Jato. Pasó con el escándalo de corrupción en la FIFA. Sucede que cualquier transferencia de dólares en el mundo debe tocar, aunque sea por un instante, una cuenta en un banco de Nueva York o de Miami. El gobierno norteamericano (o la Justicia) crea entonces un caso propio porque se lavó dinero en territorio de los Estados Unidos. Tanto Odebrecht como Petrobras, en Brasil, debieron pagar importantes indemnizaciones al Estado norteamericano, aunque las situación de estas empresas se agravó porque cotizan en la Bolsa de Nueva York. Otro volumen tendrá el caso de los cuadernos, más grande que el muy grande que ya tiene, cuando los Estados Unidos aporten datos propios sobre la corrupción argentina.

El peronismo suele decir que Macri es el sponsor de Cristina. No cabe duda de que le conviene. Los dos núcleos duros del electorado en cualquier encuesta pertenecen a Macri (alrededor de un 35 por ciento) y a Cristina (en torno del 30 por ciento). Por ahora, serán los dos grandes contendientes de 2019. Pero la pregunta que también debe hacerse es qué hizo el peronismo en casi tres años para crear un liderazgo alternativo al de Cristina. Poco y nada. Solo en días recientes hubo una reunión de cuatro dirigentes importantes para examinar una solución alternativa al cristinismo. Tampoco el peronismo buscó un programa nuevo para convertirse en una oferta homologable para los sectores económicos de aquí y de afuera. Casi todos los fondos de inversión que conversaron con Macri en Nueva York le recordaron al Presidente que él tiene el 35 por ciento de aceptación, pero que el 60 por ciento de la sociedad local sigue abrazada, con distintos referentes, a los viejos postulados de la política argentina. Nadie olvida que todo el peronismo aprobó un proyecto de ley que congelaba el precio de las tarifas y que este fue una creación de Cristina Kirchner. El resto del peronismo la siguió, aunque contradecía lo que el propio peronismo había votado en el presupuesto. Macri vetó esa ley. ¿Quedó ante el mundo como un dirigente razonable, pero aislado en la Argentina? Es posible, aunque eso no le hizo ningún favor cuando cambiaron las variables de la economía internacional. Al contrario, si bien los recursos financieros se fueron de todos los países emergentes, de la Argentina huyeron con más decisión y rapidez.

Es el mismo peronismo que da vueltas ahora sobre la aprobación del presupuesto. El presupuesto del próximo año es duro porque prevé déficit cero. Pero es, con todo, fácil de votar para el peronismo. El esfuerzo lo harán los exportadores (sobre todo los productores rurales) con el aumento de las retenciones, el gobierno federal y la provincia de Buenos Aires y la Capital, ambos distritos en manos de Cambiemos. Es probable que muchos diputados y senadores se respalden para oponerse en la disidencia ideológica con un presupuesto que contiene el programa acordado con el Fondo. Regresemos al núcleo del problema: la opción era el default. Otra pregunta que nadie responde es si la política argentina aprendió a abordar con realismo los problemas o si seguirá enamorada de una retórica propia de hace cinco o seis décadas.

El Gobierno cometió errores. Tampoco sobre eso caben dudas. El gradualismo sirvió para postergar la detonación de la bomba económica que dejó Cristina, pero al fin explotó. Ningún error explica, por sí solo, la dimensión de la crisis que vive el país. Trump se llevó a los Estados Unidos todos los dólares que circulaban por el mundo, cuando promovió una política que terminó subiendo las tasas de interés, y con esas decisiones dejó a la Argentina cerca del default. Pero el mismo Trump y los dirigentes políticos más importantes del mundo (alemanes, franceses y chinos) decidieron en los últimos días influir ante el Fondo para que no dejara caer a la Argentina. Nadie sabe si salvaron a Macri por amor a Macri o porque no quieren un eventual regreso de Cristina Kirchner. Trump y Cristina expresan la derrota y la victoria del presidente argentino.

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