Los actos simbólicos en nuestra Historia

Por Pacho O’Donnell

Los argumentos de Osvaldo Bayer son, sin duda, convincentes. Es necesario hacer gestos simbólicos para denunciar las falsedades de nuestra historia. Tanto desde el punto de vista de la Etica que él propone como desde la rigurosidad no viciada por las intencionalidades de la historia liberal. Puedo coincidir entonces con su iniciativa de sustituir a Roca con el homenaje a la mujer originaria, a la que dedica emotivos argumentos. Pero entonces le propongo que convoquemos a ciudadanas y ciudadanos de buena voluntad a sumarse a otros necesarios actos simbólicos:

1) Por inmerecido, quitar a la que suponemos la avenida más larga del mundo el nombre de Rivadavia, iniciador del venal endeudamiento externo que hoy tiene acuciante realidad y enemigo enconado del gran San Martín, a quien obligó al destierro.

2) Retirar el monumento a Juan Lavalle de lo que fuera el solar de la familia de Manuel Dorrego, su víctima, una acción de repudiable irreverencia.

3) Mover la escultura de cuerpo entero de Sarmiento, maravillosa obra de Auguste Rodin, otra provocación de erótico mal gusto, erigida donde estaba el dormitorio de Juan Manuel de Rosas en su casa de Palermo, volada con dinamita el 3 de febrero de 1899 como festejo del 47º aniversario de la batalla de Caseros.

4) Honrar alguna calle de Buenos Aires con el nombre de los caudillos federales castigados en nuestra historia oficial por su oposición a la oligarquía porteña, entre ellos Estanislao López, gobernador de Santa Fe, y Francisco Ramírez, gobernador de Entre Ríos, ambos asociados al gran Gervasio Artigas en los “Pueblos Libres”.

5) Bautizar con el nombre de Juan Bautista Bustos, otro caudillo federal, primer gobernador de Córdoba, convocador de un congreso constitucionalista federal saboteado por Buenos Aires, héroe de la independencia y jefe de Estado Mayor del Ejército del Norte a las órdenes de Manuel Belgrano.

6) Homenajear al caudillo tucumano Alejandro Heredia, gobernador, quien defendió heroicamente nuestro territorio de la invasión de la Unión Peruano Boliviana del mariscal Santa Cruz prohijada por la Corona de Francia y por los unitarios de Montevideo. Marco Avellaneda, su verdugo en una emboscada, tiene su calle.

7) Reconocer la importancia histórica de otros caudillos como Felipe Ibarra, Chacho Peñaloza, Felipe Varela y otros, ausentes en la denominación de las arterias capitalinas.

8) Salvar la injusticia de que ninguna calle lleve el nombre del gran político y escritor Lucio V. Mansilla (no confundir con su padre, Lucio N.), a quien se castigó por su ardorosa defensa del honor de su familia y de los Rosas y los Ezcurra, vilmente injuriadas luego de Caseros. José Mármol, el autor de Amalia, rechazó un reto a duelo a la vista de un teatro repleto.

9) Borrar la calle dedicada a Manuel J. García, traidor a la Patria que instalado en la Corte imperial en Río de Janeiro ayudó a organizar la invasión portuguesa desde el Brasil a la Banda Oriental, por entonces parte de nuestro territorio, y que años después fue el delegado de Rivadavia para entregar la Banda Oriental (hoy Uruguay) al Brasil por imposición de Gran Bretaña.

10) Dedicar una avenida a recordar a Juan Manuel de Rosas, el primer jefe popular de la Argentina en llegar al gobierno y que durante más de veinte años tuvo en jaque a la oligarquía portuaria, y que defendió nuestra soberanía ante el ataque de los imperios de entonces. Su derrota en Caseros selló nuestra definitiva dependencia de Gran Bretaña. Que una estación de la línea Urquiza (!) lleve su nombre no es suficiente.

11) Limpiar el callejero de nombres de batallas de nuestra guerra civil, casi todas ellas vencidas por los unitarios: Caseros, Yeruá, Caaguazú, Pavón, Cañada de Gómez y varias más. En los países civilizados no se festejan triunfos sangrientos de hermanos sobre hermanos.

12) Intensificar acciones de este tipo en las provincias, donde desde hace un tiempo a favor del desarrollo del revisionismo histórico hay saludables iniciativas. La influencia del liberalismo antipopular porteñista es dramáticamente visible en todo nuestro territorio. Por ejemplo, la bella plaza principal de la ciudad de Salta está delimitada por las calles “Caseros”; “Mitre”, el historiador que lastimó la memoria del gran Güemes; “España”, que insólitamente sustituyó a “Victoria”, que celebraba el decisivo triunfo patriota en la batalla de Salta; “Zuviría”, quien formó parte de la conspiración de la “patria nueva” que tumbó a Güemes como gobernador, y luego fue el primer presidente de la Legislatura cuando el cadáver del Güemes asesinado estaba aún tibio.

13) Para confirmar la lucha de Bayer contra la discriminación a los pueblos originarios de la historiografía liberal, que es la que ha bautizado las calles y avenidas de Buenos Aires, baste confirmar que ninguna de ellas lleva el nombre de los grandes jefes de las insurrecciones en contra de la colonización hispánica: Juan Viltipoco, Juan Calchaquí, Tupac Katari y otros.

14) Por supuesto grita por una sorprendente y significativa ausencia una estatua del general Perón en la Capital Federal, el distrito más antiperonista de nuestra Argentina.

Sería muy interesante que lectores de Página/12 de toda la Argentina aportaran ejemplos de esta iniciativa de los actos simbólicos para adecentar nuestra Historia.

Comentá la nota