Cuando pensamos en un especial sobre ecología doméstica, todavía hacía calor. Apenas cuando el verano se apaciguaba de ardores, arrancó este proyecto que sale a la luz con la primavera.

En ese momento, quizás como ahora, estaba poco digerido el acuerdo de casi todos los países del mundo sobre lo indispensable y actual de reducir la producción de gases de efecto invernadero, de frenar la aceleración del Cambio Climático como pasó en la Cumbre de París de noviembre de 2015. La acción de las personas es fundamental en el proceso.

Entonces, mientras buscábamos material para comunicar cómo ahorrar energía en las casas o diseñar y decorar los ambientes de manera que la energía circule, que entre más luz, que el espacio sea funcional a la vida de quien lo habita, intentar aprender que vivir no significa dañar. En ese momento, la temperatura ambiente bajó 20 grados, humedad y frío y hojas secas se convirtieron en el nuevo escenario. Cientos de personas duermen en las calles de las ciudades, en asentamientos precarios, además de los miles de afectados por las inundaciones en el litoral y centro del país. Entonces, más que escribir sobre ecología doméstica, daban ganas salir a repartir platos servidos con guiso caliente y abrigo.

Son tiempos agridulces. Preocuparnos por el mundo parece una opción; y también hacer del hogar nuestro mundo, una semilla. Un espacio que colabore a nuestra inspiración, que nos ofrezca buenos descansos. Un hogar en donde el aire sea puro. Mientras lo hacemos con el propio, lo hacemos con el mundo entero.

Reciclaje, reutilización, descenso de consumo de energías no renovables, reutilización del agua, reducción del consumo superfluo. Balcones, huertas, patios, terrazas, ventanas. Todos llenitos de plantas. Reducción o eliminación de la basura no orgánica. Es posible. Como también, creemos quienes produjimos este gráfico, lo es un mundo más equilibrado.