Se abre la última etapa del juicio político a Dilma

Se abre la última etapa del juicio político a Dilma

El Senado comienza hoy a debatir el impeachment; de ser destituida, Temer será presidente hasta 2018

 

 Llegó la hora de la verdad en Brasil. Después de meses de intrigas políticas, acusaciones cruzadas, maratónicos debates, rocambolescas votaciones y cuestionadas decisiones, el Senado comenzará hoy la etapa final del histórico proceso de impeachment a la ya suspendida presidenta Dilma Rousseff por manipulación de las cuentas públicas con el presunto objetivo de esconder el déficit en los últimos años y asegurarse la reelección en 2014.

De la decisión del plenario de la Cámara alta, esperada para mediados de la próxima semana, dependerá el destino político de Dilma, que podría ser efectivamente destituida e inhabilitada para ocupar un cargo electivo por ocho años.

Hoy y mañana serán oídos ocho testigos -dos de la parte acusatoria, seis de la defensa-; el lunes comparecerá la presidenta en la sesión para defenderse de los "crímenes de responsabilidad fiscal" y responder preguntas de los senadores, y entre el martes y el miércoles el Senado deberá votar una sentencia.

El resultado también definirá el futuro del presidente en ejercicio, Michel Temer, ex vice de Dilma y acusado de traidor y golpista por el Partido de los Trabajadores (PT) de la presidenta. Si ella es condenada, Temer será confirmado al mando del Palacio del Planalto y debería permanecer en el poder hasta el fin del actual mandato, el 31 de diciembre de 2018. En cambio, si Rousseff es absuelta, volvería de inmediato a ocupar su puesto y Temer, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), sería rebajado de nuevo a la vicepresidencia.

"No veo la hora de que todo esto termine y podamos concentrarnos en las cosas que realmente importan, como crear empleos, mejorar la salud y la educación, y combatir la inseguridad", apuntó a LA NACION el vendedor de electrodomésticos brasiliense Carlos Rabelo, de 45 años, tan cansado por la crisis política que ha tenido en vilo al país desde el año pasado que ni siquiera sabía cuántos votos eran necesarios en el Senado para que Dilma sea destituida. Eso sí, se sabía de memoria las cifras que han llevado a Brasil a su peor recesión en casi un siglo: una caída de 3,8% del PBI el año pasado, una inflación de casi 9% y un desempleo del 11%; todo en medio del multimillonario escándalo de corrupción en Petrobras que involucró a la clase política en su totalidad, con especial acento en el PT creado por Luiz Inacio Lula da Silva, antecesor y mentor de Rousseff.

Para que el impeachment a la presidenta sea aprobado se requiere una mayoría de dos tercios, o sea 54 de los 81 senadores. El gobierno de Temer confía en pasar con holgura ese umbral, pero igual el presidente en ejercicio mantuvo reuniones de último momento con senadores para asegurarse su voto. Ayer, tras un acto en el Palacio del Planalto, negó estar ansioso: "No, ahora es esperar, con tranquilidad", respondió al diario Folha de S. Paulo.

Pese a que en las anteriores instancias del proceso hubo mucha agitación política, ahora en las calles de Brasilia se siente un clima de agotamiento generalizado, no se palpita el momento histórico que el país está a punto de vivir.

Hasta ahora, sólo otro presidente, Fernando Collor de Mello en 1992, fue destituido por juicio político, en aquel caso por corrupción, pero decidió renunciar la víspera de su condena por el Senado. Dilma ha reiterado que la renuncia no está entre sus opciones y que piensa "luchar" hasta el final.

"Voy al Senado porque creo en la democracia de este país; debo eso al pueblo brasileño. Voy allá no porque creo en la belleza de mis ojos. Tengo absoluta claridad de lo que están haciendo; sé que es una injusticia y mi presencia es muy incómoda, extremadamente incómoda", dijo anteanoche en un acto en San Pablo en el que explicó por enésima vez que los cargos de los que se la acusa -decretos que alteraron la meta fiscal y toma de préstamos de la banca pública no autorizados por el Congreso- fueron apenas decisiones burocráticas, y que también fueron realizados por presidentes anteriores.

Si bien las autoridades volvieron a colocar una gran valla metálica frente al Congreso para dividir a manifestantes pro y anti impeachment, aún no hay organizadas marchas.

La expectativa es que sólo el lunes, cuando Dilma se presente por primera vez ante el Senado, haya alguna movilización. Pero lo cierto es que el propio PT está bastante distanciado de ella. Tanto que anteanoche, la dirección ejecutiva del partido votó por rechazar el plan propuesto por la presidenta para convocar a un plebiscito y anticipar elecciones si sobrevive a la votación en el Senado.

"Tenemos la posición de defender el mandato hasta el último día", se excusó el presidente del PT, Rui Falcão.

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