Abel Zabala, ese embajador de nuestras cosas

Abel Zabala, ese embajador de nuestras cosas

Abel Zabala nació y se crió en Urdampilleta, nutriéndose culturalmente del  paisaje campero y de las costumbres, tradiciones y sentires de los hombres y mujeres que le dieron vida y color a ese paisaje.

Pero no se quedó en eso. Tanto aprendió a amar a esa pampa gaucha que le dedicó sencillamente su vida. Lo hizo recorriendo una parte sustantiva de su acervo cultural, investigando hasta el hueso el arte payadoril, la poesía improvisada, ese “primer grito de rebelión” al decir de Martín Castro.

Y al cabo de los años, unos cuantos por cierto, Abel se ha transformado en una verdadera autoridad en la materia, al punto de ser reconocido e invitado como investigador desde diferentes organizaciones académicas del mundo.

Con su sencillez a cuestas, con su tono bajo y su mirada de hombre bueno, Abel sigue llegando cada tanto a visitar a sus amigos. Pasa como buscando un mate por casas amigables y se presta llano y sin vueltas al diálogo que siempre se transforma en una suerte de clase magistral, en este caso con un único alumno: este cronista privilegiado.

Se puede decir, Abel, que hace muchos años que andás por la vida guitarreando…

“Sí, es cierto. El otro día, cuando presenté en Urdampilleta mi último libro (Al son de la rústica cuerda), dije que debo confesar que he tenido una especie de doble vida. Por un lado una vida familiar, de trabajo, de estudio, y por otro lado la que me deparó el seguir “tras la huella de los payadores”, según una definición de Oscar Cabreros que es un título de una nota periodística del año 1983.

“Yo comencé desde muy niño, a los 9 años, escuchando a los payadores. En un medio como el nuestro, en el que todo quedaba lejos, lo veía como algo inaccesible, mágico. Recién a los 20 años tuve la suerte de conocer a Juan Pedro Carrizo, un payador de Nueve de Julio, quien fue el que conectó con todo ese mundo. Y eso me abrió las puertas al conocimiento de mucha gente. Precisamente el libro que estoy terminando registra el contacto con ocho payadores, un estudioso del tema y un poeta. Son los diez personajes que a mí me han marcado profundamente”.

De allí a recorrer el mundo “tras la huella de los payadores”…

“Efectivamente. A partir de los años 90 se tomó conciencia en los ámbitos académicos que la oralidad había sido siempre postergada, relegada y la poesía oral repentista había sido la cenicienta de todas las artes orales. El mundo académico abrió las puertas al estudio de la oralidad y se están haciendo permanentemente encuentros en los que participan universidades y centros de estudios. Incluyen el trabajo de etnomusicólogos, filólogos, lingüistas, haciendo un abordaje multidisciplinario. Por eso he estado muchas veces en España, en Italia, también en Portugal”.

¿Hay una relación entre la oralidad gauchesca y la española?

“Por supuesto. Es allí donde nos encontramos en esencia. Nos hemos ido diferenciando por las modalidades dialectales, por los distintos panoramas geográficos e históricos. Pero cuando vamos al origen es donde nos hermanamos”.

¿Esa hermandad es también temática?

“Si, claro. Siempre se le canta al hombre y sus circunstancias, como dijo Ortega y Gasset. En Portugal, en el 2011 se encaró frente a la UNESCO la postulación del Fado como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Como el fado ha tenido letras en décimas, me convocaron para realizar un trabajo que más tarde se publicó en Canarias bajo el título “Yo soy la tal Espinela”. A mí me invitaron para hablar de la décima en el Cono Sur y eso significó un renglón en esa presentación hecha ante la UNESCO que cristalizó positivamente el 27 de noviembre del 2011”.

 

Abel Zabala se entusiasma en el diálogo, sobre todo cuando le manifestamos que, según sus expresiones, da la sensación de que la oralidad deja su lugar de “patito feo” para ocupar otros escenarios. Entonces dice que hay un retorno a la oralidad al compás del vértigo que imponen los nuevos tiempos, especialmente a los medios de comunicación. “Ya no hay tanto tiempo para lo escrito, enfatiza, las nuevas formas de comunicación nos obligan al aquí y ahora y esa es la esencia del repentismo. El imperio de lo escrito, en su tiempo, hizo que sólo lo escrito tuviera valía; hoy se registra un retorno a la oralidad”.

¿Cuántos libros ya tenés publicados Abel?

“Tengo uno en poesía, que se llama Retoños de tiempos, luego otro que se titula Al son de la rústica cuerda, sobre la poesía oral improvisada en el Río de la Plata y “La décima popular en el Río de la Plata”, que es mi último libro editado. Y ya está listo el cuarto, que posiblemente se llame “Presencias perdurables”, en el cual pretendo mostrar el contacto personal que he tenido con personas que a mí me han marcado. Dije al principio que mi primer contacto fue con Juan Pedro Carrizo. Lo que no dije es que yo tenía un deseo muy particular y era verificar si esos hombres a los que yo escuchaba por la radio o leía a través de sus escritos, eran coherentes con su estilo de vida, con su vida privada. Yo me acerqué por eso a ellos y tuve la suerte no sólo de que me recibieran con los brazos abiertos, también pude comprobar esa coherencia que andaba buscando”.

¿Hay bajo nivel de egoísmo en el mundo del estudio de la oralidad, como uno puede suponer?

“Cuando descubren que uno tiene verdadera vocación y que puede continuar el trabajo que ellos están realizando, no hay egoísmos. La mayoría de los estudiosos, de los que tienen archivos, siempre están también buscando sus herederos. Convengamos que esto es una especie de lucha contra los molinos de viento, de modo que no es fácil encontrar a gente con pasta. A mí ya me está sucediendo lo mismo: mi archivo que he construido a lo largo de 48 años ya tiene herederos. Son dos jóvenes estudiosos, uno de ellos Emanuel Gaboto, payador argentino, que es licenciado en Ciencias de la Comunicación y Periodismo y Matías Isolabella, un chico nacido en Argentina pero criado en Italia. Allí se graduó de musicólogo, pasó a Valladolid, España, donde hizo la Maestría y ahora está terminando su tesis doctoral. El título de esa tesis es “La payada rioplatense”. A él lo dirige el Dr. Cámara de Landa, un musicólogo muy prestigioso, quien me pidió que lo asesore en el Río de la Plata y así lo estoy haciendo. Ellos son mis herederos en lo específico de mi trabajo, porque no es bueno que el trabajo de toda una vida no tenga continuadores”.

Tengo entendido que estarás en Chile en los próximos días…

“Así es. En abril se realiza un homenaje a Santiago Charro Morales, un payador chileno que además fue químico farmacéutico y doctor en Química. El homenaje se hace en la Biblioteca Nacional de Chile. El día 13 me han pedido que yo presente mis dos libros. Lo haremos en el Archivo de Literatura Oral y de Tradiciones Populares de la Biblioteca Nacional. Es un ámbito que me interesa mucho”.

El arte payadoril ¿es un arte esencialmente masculino, o hay payadoras mujeres destacadas?

“Hay una preeminencia masculina, pero hay mujeres payadoras. En Chile está Cecilia Astorga, en Agentina Marta Suint, Liliana Salvat, Susana Repetto y algunas niñas, como Nair Mercado, que vienen siguiendo esos pasos”.

¿Se puede enseñar el arte de la oralidad?

“Esa es una discusión que viene desde 1997, cuando Marta Suint presentó un estudio, justamente junto a Charro Moreno, diciendo que el arte del payador es innato. Se basaron en cuestiones genéticas y científicas. Pero contra esa postura surge la encabezada por Alexis Díaz Pimienta, un estudioso cubano. Desde allí en adelante, en cada foro que hay surge la discusión. Yo sostengo por mi parte y sobre la base de algunos conocimientos genéticos que poseo (he enseñado genética durante mucho tiempo), que siempre hay un predisponente, que es químico y un determinante, que es el ambiente. Yo creo que aquí hay un predisponente genético que da la capacidad al payador pero también una técnica puesta al servicio de la improvisación. Son técnicas que se van adquiriendo, la mayoría lo han hecho empíricamente, pero siempre significa un aprendizaje. Al respecto, Emanuel Gaboto dice que él no pretende hacer una fábrica de payadores, se limita a enseñar algunas técnicas que cada uno puede utilizar para el camino que tome. Alguno podrá ser crítico literario, otro un buen lector y algunos otros buenos payadores. Para eso hay que tener mucha vocación, porque hay que vencer muchas cuestiones. Yo digo que no hay mayor orfandad que la que siente un improvisador parado solo con su guitarra frente al auditorio. Y en la actualidad es mucho más duro que antes, porque ahora hay gente que graba, todo queda en algún lado y entonces hay que demostrar que efectivamente se está improvisando y que las expresiones no pertenecen a un repertorio. José Curbelo lo dice en una payada: “si repetimos un verso, nos descubre un grabador”.

 

Abel asegura que hay niveles dentro de los payadores. Algunos estudiosos, preocupados por lo que dicen y otros que se conforman con aquello que les permite un modus vivendi. Esta actitud, es calificada por el estudioso urdampilletense como comprensible (“ganan más en una jineteada que en otro tipo de espectáculos”). Para el arte del payador, dice, es preferible el escenario que lo obliga a metas de superación, pero de ninguna manera condena a los animadores de fiestas populares.

A propósito, Zabala se detiene en el análisis del “tiempo” que posee un improvisador, por ejemplo, en los espectáculos multitudinarios tipo Cosquín o Jesús María. “Los espectáculos son vertiginosos y disponen de muy pocos minutos en los cuales debe limitarse a saludar, a demostrar que está improvisando a través de la mención de alguna persona que está presente o de otro recurso. En Cuba, al contrario, los espectáculos no bajan de media hora, entonces se puede hacer la zona de tanteo, la zona de tema y el epílogo. Allí sí hay un desarrollo que ahonda en los temas”.

¿Cuáles fueron los cinco mejores payadores que has conocido a lo largo de tantos años?

“Quizás deba incluir a alguno más, pero Molina, Gerardo Lagos, Felipe Luján Arellano, José Curbelo, Marta Suint y Soccodato, deben estar en esa lista. Igualmente hay muchos más, algunos que hicieron escuela. Porque cada uno toma su propia arista. Hay payadores filosóficos, combativos, intimistas, líricos. De la suma de todos ellos surge la figura del payador”.

¿Y cómo definirías a Abel Zabala en este universo de la oralidad?

“Como a un curioso que ha pasado la vida hurgando y buscando, que ha tenido suerte porque ha sido bien recibido por lo más grandes, como Martín Castro, Abel Soria en Uruguay. He tenido el privilegio de conocer a los mejores y de todos tengo manuscritos, grabaciones, que es lo que estoy volcando en mi próximo libro, que tiene la pretensión de no ser auto referencial a pesar de considerar que es un desperdicio que queden sin contar cosas que ellos me refirieron y que los pinta a cada uno”.

¿Te sentís un embajador de nuestras cosas?

“Lo dije el otro día en Urdampilleta: me siento un embajador, porque llevo a donde voy la cultura nuestra. Es una carga grande pero sencilla de llevar, porque se trata de ser uno mismo”.

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